¿A quién pertenece algo encontrado en el mar?
Estoy trabajando en una novela y tengo la duda de a quién pertenece un resto arqueológico hallado en alta mar. Sé que antiguamente se usaba el concepto de «finders keepers», según el cual el que lo encuentra se lo queda, pero ahora ha quedado desfasado y está todo regulado por la legislación. Sin embargo, toda la información que he encontrado hace alusión a barcos hundidos, pero no encuentro nada sobre un resto (imaginemos una ánfora romana, por ejemplo), hallada en medio de la nada. En mi ficción, un buscador de tesoro independiente encuentra algo así y lo vende por su cuenta a un museo y me gustaría saber si en el mundo real eso es posible o no.
2 respuestas
Ya sabe que el mar en la actualidad está compartimentado en lo que se llama "aguas territoriales" en las que los Estados ejerecen o pretenden ejercer su derecho de propiedad exclusiva, ese es el dato que debe tener en cuanta en la ficción que describe.
Lo que usted denomina «finders keepers» aparece en el Código Civil como:
EL tesoro oculto pertenece al dueño del terreno en que se hallare.
Sin embargo, cuando fuere hecho el descubrimiento en propiedad ajena, o del Estado, y por casualidad, la mitad se aplicará al descubridor.
Si los efectos descubiertos fueren interesantes para las Ciencias o las Artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo precio, que se distribuirá en conformidad a lo declarado.
El que encuentra una cosa en el mar tiene que llevarlo a la autoridad marítima para dárselo al dueño, el que lo encuentra tiene derecho al un tercio de su valor. Si no aparece el dueño y vale menos de 150.000 pesetas (de las antiguas) se queda con el tesoro, pero si vale más, se subasta y se queda con un tercio de su valor, el resto para el Gobierno
Una ánfora romana auténtica tiene un valor de tasación de 1.600 euros (en las subastas de Nueva York)
Lo que más valor tiene en los tesoros son las monedas de oro 30 euros el gramo el oro de 24 K. Actualmente el oro está a 50,4 euros/gramo, pero ese es el precio del lingote, no del oro de monedas antiguas.