Información bibliográfica sobre las hazañas y aportaciones a la historia de Gabino Barrera
¿Quisiera ver si me puedes responder por que me dejaron de tarea investigar Que aportaciones históricas hizo Gabino Barrera?
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GABINO BARREDA nació en Puebla en 1818 y murió en la ciudad de México en 1881. Después del triunfo de la República sobre las fuerzas invasoras francesas, pronunció un discurso memorable en Guanajuato. El presidente Juárez le encomendó la función de la Escuela Nacional Preparatoria, que inició sus labores el primer día de Febrero de 1868.
Sin hipérbole y, al propio tiempo, sin temor a equívoco puede afirmarse que la educación mexicana se divide en dos grandes etapas: antes y después de Barreda. Antes de las reformas educativas implantadas por Barreda, nuestra educación se movía aún en los marcos estrechos de los colegios religiosos, la lógica no rebasaba los límites de la neoescolástica de Balmes y su escuela. Tan atrasada era la educación superior en nuestro país, que los más radicales de nuestros políticos, como Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, ante la imposibilidad de mejorar la Universidad, decidieron cerrarla.
Así, los liberales habían emprendido una labor de carácter destructivo: la Universidad ( Real y Pontifica, al mismo tiempo ), no estaba con la exigencias de la época y, por el contrario, era uno de los reductos del pensamiento reaccionario. Para combatirla, se consideró necesario destruirla.
Barreda, en cambio, inaugura la etapa constructiva de nuestra educación. Y lo hace, además, con una serie de criterios generales que conservan, aún hoy, plenamente, su vigencia. Pues aun cuando sea verdad que el Positivismo, que él trajo a nuestro país, era, en tanto que filosofía, una escuela caduca en Europa, en México representaba, por el contrario, un avance fundamental. Y no sólo eso. Barreda no fue un servil imitador de las enseñanzas de un maestro Augusto Comte, de quien tomó directamente un curso en París, sino un pedagogo que desarrolló y sistematizó todo por un cuerpo de teoría educativa, con aplicación directa y practica en la enseñanza de nuestro país.
Para Barreda en primer término, la educación constituía un instrumento fundamental de cohesión social. Gracias a ella vislumbraba la posibilidad de construir una organización racional: la sociedad mexicana anularía sus contradicciones internas por este medio. Pero, en segundo término, Barreda era plenamente consciente de que la educación debería apoyarse en métodos antes que en contenidos y que, por ello, debería desarrollar en el educando sus capacidades creadoras. No ponía el acento, por lo mismo, en una educación memorística, sino en los procesos lógicos o, mejor dicho, en los procesos que tendían a la construcción de las estructuras cognoscitivas fundamentales.
De esta manera, el plan formulado por Barreda ascendía de lo simple a lo complejo y de lo abstracto a lo concreto; cultivaba a la vez el entendimiento y los sentidos y, por sobre todo, echaba por tierra cualquier principio de autoridad. Así, dice el ilustre educador, primero raciocinio puro, después observación como base del raciocinio, y luego, observación y experimentación reunidas, van formando la escala lógica por la que debe pasar nuestro espíritu al caminar desde las matemáticas hasta la física".
Las ciencias particulares encontraban, en el plan, un lugar sistemáticamente establecido, de conformidad con un criterio lógico ( y, por supuesto, pedagógico ); la zoología, por ejemplo, cumplía una función clave: enseñar un "artificio lógico ", el arte de las clasificaciones, para de ahí aprender a fondo una aspecto del método general que condujera al educando al manejo de las analogías. Con otras palabras: a Barreda le importaba, antes que otra cosa, el desarrollo de un método científico. De esta suerte, pensaba que la enseñanza que se recibía en la Escuela Nacional Preparatoria era un "curso que culminaba, por supuesto, en el curso abstracto de esta disciplina".
La carta que dirigió a Mariano Riva Palacio, gobernador del Estado de México, en la que le da razón de los propósitos que animan la Escuela Nacional Preparatoria, es un documento notable por su concisión y profundidad; para nuestro país, significó una revolución profunda en los métodos de enseñanza. Barreda propuso y desarrolló un conjunto pedagógico coherente, en el que se buscaba conciliar la teoría y la práctica, lo abstracto y lo concreto.
En ese conjunto orgánico y coherente, sin embargo, pronto empezaron a introducirse grietas, mutilaciones y tergiversaciones. Algunos pedagogos advirtieron que era escaso el énfasis que se daba a otros aspectos importantes de la educación, como la literatura y el arte. Luego, se advirtió que si bien era cierto que la educación propugnada por Barreda era filosófica, se trataba de una filosofía, entre otras muchas y posibles. Así, poco a poco, el conjunto coherente y sistemático fue reformado hasta ser, hoy irreconocible, si se le compara con el formulado por Barreda ( Ya es una incongruencia el que se haya dividido la educación media en dos grandes segmentos: la "secundaria" y la "preparatoria ", que para Barreda constituían una inseparable unidad ).
La educación propugnada por Barreda era tan sólida porque, pese a todas sus posibles deficiencias, está apoyada en un cuerpo orgánico de ideas. Después de él vinieron enmiendas sobre enmiendas, remiendos sobre remiendos, parches sobre parches. Las generaciones egresadas de la Escuela Nacional Preparatoria concebida por Barreda poseyeron, por ello mismo, una formación que está muy por encima de las que han recibido las generaciones posteriores, antes y después de la Revolución. Pues la educación ha de ser obra de filósofos, y ha sido ésa una de las pocas ocasiones, si no, acaso, la única, en que un filósofo tuvo en sus manos la posibilidad de moldear, al través de la educación, el espíritu de un pueblo. Y sus altos resultados no desmerecieron de sus propósitos.
GABINO BARREDA nació en Puebla en 1818 y murió en la ciudad de México en 1881. Después del triunfo de la República sobre las fuerzas invasoras francesas, pronunció un discurso memorable en Guanajuato. El presidente Juárez le encomendó la función de la Escuela Nacional Preparatoria, que inició sus labores el primer día de Febrero de 1868.
Sin hipérbole y, al propio tiempo, sin temor a equívoco puede afirmarse que la educación mexicana se divide en dos grandes etapas: antes y después de Barreda. Antes de las reformas educativas implantadas por Barreda, nuestra educación se movía aún en los marcos estrechos de los colegios religiosos, la lógica no rebasaba los límites de la neoescolástica de Balmes y su escuela. Tan atrasada era la educación superior en nuestro país, que los más radicales de nuestros políticos, como Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, ante la imposibilidad de mejorar la Universidad, decidieron cerrarla.
Así, los liberales habían emprendido una labor de carácter destructivo: la Universidad ( Real y Pontifica, al mismo tiempo ), no estaba con la exigencias de la época y, por el contrario, era uno de los reductos del pensamiento reaccionario. Para combatirla, se consideró necesario destruirla.
Barreda, en cambio, inaugura la etapa constructiva de nuestra educación. Y lo hace, además, con una serie de criterios generales que conservan, aún hoy, plenamente, su vigencia. Pues aun cuando sea verdad que el Positivismo, que él trajo a nuestro país, era, en tanto que filosofía, una escuela caduca en Europa, en México representaba, por el contrario, un avance fundamental. Y no sólo eso. Barreda no fue un servil imitador de las enseñanzas de un maestro Augusto Comte, de quien tomó directamente un curso en París, sino un pedagogo que desarrolló y sistematizó todo por un cuerpo de teoría educativa, con aplicación directa y practica en la enseñanza de nuestro país.
Para Barreda en primer término, la educación constituía un instrumento fundamental de cohesión social. Gracias a ella vislumbraba la posibilidad de construir una organización racional: la sociedad mexicana anularía sus contradicciones internas por este medio. Pero, en segundo término, Barreda era plenamente consciente de que la educación debería apoyarse en métodos antes que en contenidos y que, por ello, debería desarrollar en el educando sus capacidades creadoras. No ponía el acento, por lo mismo, en una educación memorística, sino en los procesos lógicos o, mejor dicho, en los procesos que tendían a la construcción de las estructuras cognoscitivas fundamentales.
De esta manera, el plan formulado por Barreda ascendía de lo simple a lo complejo y de lo abstracto a lo concreto; cultivaba a la vez el entendimiento y los sentidos y, por sobre todo, echaba por tierra cualquier principio de autoridad. Así, dice el ilustre educador, primero raciocinio puro, después observación como base del raciocinio, y luego, observación y experimentación reunidas, van formando la escala lógica por la que debe pasar nuestro espíritu al caminar desde las matemáticas hasta la física".
Las ciencias particulares encontraban, en el plan, un lugar sistemáticamente establecido, de conformidad con un criterio lógico ( y, por supuesto, pedagógico ); la zoología, por ejemplo, cumplía una función clave: enseñar un "artificio lógico ", el arte de las clasificaciones, para de ahí aprender a fondo una aspecto del método general que condujera al educando al manejo de las analogías. Con otras palabras: a Barreda le importaba, antes que otra cosa, el desarrollo de un método científico. De esta suerte, pensaba que la enseñanza que se recibía en la Escuela Nacional Preparatoria era un "curso que culminaba, por supuesto, en el curso abstracto de esta disciplina".
La carta que dirigió a Mariano Riva Palacio, gobernador del Estado de México, en la que le da razón de los propósitos que animan la Escuela Nacional Preparatoria, es un documento notable por su concisión y profundidad; para nuestro país, significó una revolución profunda en los métodos de enseñanza. Barreda propuso y desarrolló un conjunto pedagógico coherente, en el que se buscaba conciliar la teoría y la práctica, lo abstracto y lo concreto.
En ese conjunto orgánico y coherente, sin embargo, pronto empezaron a introducirse grietas, mutilaciones y tergiversaciones. Algunos pedagogos advirtieron que era escaso el énfasis que se daba a otros aspectos importantes de la educación, como la literatura y el arte. Luego, se advirtió que si bien era cierto que la educación propugnada por Barreda era filosófica, se trataba de una filosofía, entre otras muchas y posibles. Así, poco a poco, el conjunto coherente y sistemático fue reformado hasta ser, hoy irreconocible, si se le compara con el formulado por Barreda ( Ya es una incongruencia el que se haya dividido la educación media en dos grandes segmentos: la "secundaria" y la "preparatoria ", que para Barreda constituían una inseparable unidad ).
La educación propugnada por Barreda era tan sólida porque, pese a todas sus posibles deficiencias, está apoyada en un cuerpo orgánico de ideas. Después de él vinieron enmiendas sobre enmiendas, remiendos sobre remiendos, parches sobre parches. Las generaciones egresadas de la Escuela Nacional Preparatoria concebida por Barreda poseyeron, por ello mismo, una formación que está muy por encima de las que han recibido las generaciones posteriores, antes y después de la Revolución. Pues la educación ha de ser obra de filósofos, y ha sido ésa una de las pocas ocasiones, si no, acaso, la única, en que un filósofo tuvo en sus manos la posibilidad de moldear, al través de la educación, el espíritu de un pueblo. Y sus altos resultados no desmerecieron de sus propósitos.
Sin hipérbole y, al propio tiempo, sin temor a equívoco puede afirmarse que la educación mexicana se divide en dos grandes etapas: antes y después de Barreda. Antes de las reformas educativas implantadas por Barreda, nuestra educación se movía aún en los marcos estrechos de los colegios religiosos, la lógica no rebasaba los límites de la neoescolástica de Balmes y su escuela. Tan atrasada era la educación superior en nuestro país, que los más radicales de nuestros políticos, como Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, ante la imposibilidad de mejorar la Universidad, decidieron cerrarla.
Así, los liberales habían emprendido una labor de carácter destructivo: la Universidad ( Real y Pontifica, al mismo tiempo ), no estaba con la exigencias de la época y, por el contrario, era uno de los reductos del pensamiento reaccionario. Para combatirla, se consideró necesario destruirla.
Barreda, en cambio, inaugura la etapa constructiva de nuestra educación. Y lo hace, además, con una serie de criterios generales que conservan, aún hoy, plenamente, su vigencia. Pues aun cuando sea verdad que el Positivismo, que él trajo a nuestro país, era, en tanto que filosofía, una escuela caduca en Europa, en México representaba, por el contrario, un avance fundamental. Y no sólo eso. Barreda no fue un servil imitador de las enseñanzas de un maestro Augusto Comte, de quien tomó directamente un curso en París, sino un pedagogo que desarrolló y sistematizó todo por un cuerpo de teoría educativa, con aplicación directa y practica en la enseñanza de nuestro país.
Para Barreda en primer término, la educación constituía un instrumento fundamental de cohesión social. Gracias a ella vislumbraba la posibilidad de construir una organización racional: la sociedad mexicana anularía sus contradicciones internas por este medio. Pero, en segundo término, Barreda era plenamente consciente de que la educación debería apoyarse en métodos antes que en contenidos y que, por ello, debería desarrollar en el educando sus capacidades creadoras. No ponía el acento, por lo mismo, en una educación memorística, sino en los procesos lógicos o, mejor dicho, en los procesos que tendían a la construcción de las estructuras cognoscitivas fundamentales.
De esta manera, el plan formulado por Barreda ascendía de lo simple a lo complejo y de lo abstracto a lo concreto; cultivaba a la vez el entendimiento y los sentidos y, por sobre todo, echaba por tierra cualquier principio de autoridad. Así, dice el ilustre educador, primero raciocinio puro, después observación como base del raciocinio, y luego, observación y experimentación reunidas, van formando la escala lógica por la que debe pasar nuestro espíritu al caminar desde las matemáticas hasta la física".
Las ciencias particulares encontraban, en el plan, un lugar sistemáticamente establecido, de conformidad con un criterio lógico ( y, por supuesto, pedagógico ); la zoología, por ejemplo, cumplía una función clave: enseñar un "artificio lógico ", el arte de las clasificaciones, para de ahí aprender a fondo una aspecto del método general que condujera al educando al manejo de las analogías. Con otras palabras: a Barreda le importaba, antes que otra cosa, el desarrollo de un método científico. De esta suerte, pensaba que la enseñanza que se recibía en la Escuela Nacional Preparatoria era un "curso que culminaba, por supuesto, en el curso abstracto de esta disciplina".
La carta que dirigió a Mariano Riva Palacio, gobernador del Estado de México, en la que le da razón de los propósitos que animan la Escuela Nacional Preparatoria, es un documento notable por su concisión y profundidad; para nuestro país, significó una revolución profunda en los métodos de enseñanza. Barreda propuso y desarrolló un conjunto pedagógico coherente, en el que se buscaba conciliar la teoría y la práctica, lo abstracto y lo concreto.
En ese conjunto orgánico y coherente, sin embargo, pronto empezaron a introducirse grietas, mutilaciones y tergiversaciones. Algunos pedagogos advirtieron que era escaso el énfasis que se daba a otros aspectos importantes de la educación, como la literatura y el arte. Luego, se advirtió que si bien era cierto que la educación propugnada por Barreda era filosófica, se trataba de una filosofía, entre otras muchas y posibles. Así, poco a poco, el conjunto coherente y sistemático fue reformado hasta ser, hoy irreconocible, si se le compara con el formulado por Barreda ( Ya es una incongruencia el que se haya dividido la educación media en dos grandes segmentos: la "secundaria" y la "preparatoria ", que para Barreda constituían una inseparable unidad ).
La educación propugnada por Barreda era tan sólida porque, pese a todas sus posibles deficiencias, está apoyada en un cuerpo orgánico de ideas. Después de él vinieron enmiendas sobre enmiendas, remiendos sobre remiendos, parches sobre parches. Las generaciones egresadas de la Escuela Nacional Preparatoria concebida por Barreda poseyeron, por ello mismo, una formación que está muy por encima de las que han recibido las generaciones posteriores, antes y después de la Revolución. Pues la educación ha de ser obra de filósofos, y ha sido ésa una de las pocas ocasiones, si no, acaso, la única, en que un filósofo tuvo en sus manos la posibilidad de moldear, al través de la educación, el espíritu de un pueblo. Y sus altos resultados no desmerecieron de sus propósitos.
GABINO BARREDA nació en Puebla en 1818 y murió en la ciudad de México en 1881. Después del triunfo de la República sobre las fuerzas invasoras francesas, pronunció un discurso memorable en Guanajuato. El presidente Juárez le encomendó la función de la Escuela Nacional Preparatoria, que inició sus labores el primer día de Febrero de 1868.
Sin hipérbole y, al propio tiempo, sin temor a equívoco puede afirmarse que la educación mexicana se divide en dos grandes etapas: antes y después de Barreda. Antes de las reformas educativas implantadas por Barreda, nuestra educación se movía aún en los marcos estrechos de los colegios religiosos, la lógica no rebasaba los límites de la neoescolástica de Balmes y su escuela. Tan atrasada era la educación superior en nuestro país, que los más radicales de nuestros políticos, como Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, ante la imposibilidad de mejorar la Universidad, decidieron cerrarla.
Así, los liberales habían emprendido una labor de carácter destructivo: la Universidad ( Real y Pontifica, al mismo tiempo ), no estaba con la exigencias de la época y, por el contrario, era uno de los reductos del pensamiento reaccionario. Para combatirla, se consideró necesario destruirla.
Barreda, en cambio, inaugura la etapa constructiva de nuestra educación. Y lo hace, además, con una serie de criterios generales que conservan, aún hoy, plenamente, su vigencia. Pues aun cuando sea verdad que el Positivismo, que él trajo a nuestro país, era, en tanto que filosofía, una escuela caduca en Europa, en México representaba, por el contrario, un avance fundamental. Y no sólo eso. Barreda no fue un servil imitador de las enseñanzas de un maestro Augusto Comte, de quien tomó directamente un curso en París, sino un pedagogo que desarrolló y sistematizó todo por un cuerpo de teoría educativa, con aplicación directa y practica en la enseñanza de nuestro país.
Para Barreda en primer término, la educación constituía un instrumento fundamental de cohesión social. Gracias a ella vislumbraba la posibilidad de construir una organización racional: la sociedad mexicana anularía sus contradicciones internas por este medio. Pero, en segundo término, Barreda era plenamente consciente de que la educación debería apoyarse en métodos antes que en contenidos y que, por ello, debería desarrollar en el educando sus capacidades creadoras. No ponía el acento, por lo mismo, en una educación memorística, sino en los procesos lógicos o, mejor dicho, en los procesos que tendían a la construcción de las estructuras cognoscitivas fundamentales.
De esta manera, el plan formulado por Barreda ascendía de lo simple a lo complejo y de lo abstracto a lo concreto; cultivaba a la vez el entendimiento y los sentidos y, por sobre todo, echaba por tierra cualquier principio de autoridad. Así, dice el ilustre educador, primero raciocinio puro, después observación como base del raciocinio, y luego, observación y experimentación reunidas, van formando la escala lógica por la que debe pasar nuestro espíritu al caminar desde las matemáticas hasta la física".
Las ciencias particulares encontraban, en el plan, un lugar sistemáticamente establecido, de conformidad con un criterio lógico ( y, por supuesto, pedagógico ); la zoología, por ejemplo, cumplía una función clave: enseñar un "artificio lógico ", el arte de las clasificaciones, para de ahí aprender a fondo una aspecto del método general que condujera al educando al manejo de las analogías. Con otras palabras: a Barreda le importaba, antes que otra cosa, el desarrollo de un método científico. De esta suerte, pensaba que la enseñanza que se recibía en la Escuela Nacional Preparatoria era un "curso que culminaba, por supuesto, en el curso abstracto de esta disciplina".
La carta que dirigió a Mariano Riva Palacio, gobernador del Estado de México, en la que le da razón de los propósitos que animan la Escuela Nacional Preparatoria, es un documento notable por su concisión y profundidad; para nuestro país, significó una revolución profunda en los métodos de enseñanza. Barreda propuso y desarrolló un conjunto pedagógico coherente, en el que se buscaba conciliar la teoría y la práctica, lo abstracto y lo concreto.
En ese conjunto orgánico y coherente, sin embargo, pronto empezaron a introducirse grietas, mutilaciones y tergiversaciones. Algunos pedagogos advirtieron que era escaso el énfasis que se daba a otros aspectos importantes de la educación, como la literatura y el arte. Luego, se advirtió que si bien era cierto que la educación propugnada por Barreda era filosófica, se trataba de una filosofía, entre otras muchas y posibles. Así, poco a poco, el conjunto coherente y sistemático fue reformado hasta ser, hoy irreconocible, si se le compara con el formulado por Barreda ( Ya es una incongruencia el que se haya dividido la educación media en dos grandes segmentos: la "secundaria" y la "preparatoria ", que para Barreda constituían una inseparable unidad ).
La educación propugnada por Barreda era tan sólida porque, pese a todas sus posibles deficiencias, está apoyada en un cuerpo orgánico de ideas. Después de él vinieron enmiendas sobre enmiendas, remiendos sobre remiendos, parches sobre parches. Las generaciones egresadas de la Escuela Nacional Preparatoria concebida por Barreda poseyeron, por ello mismo, una formación que está muy por encima de las que han recibido las generaciones posteriores, antes y después de la Revolución. Pues la educación ha de ser obra de filósofos, y ha sido ésa una de las pocas ocasiones, si no, acaso, la única, en que un filósofo tuvo en sus manos la posibilidad de moldear, al través de la educación, el espíritu de un pueblo. Y sus altos resultados no desmerecieron de sus propósitos.
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