La mayoría de las personas no son conscientes de haberse infectado, precisamente porque los posibles síntomas son inespecíficos y compartidos por otras mucha infecciones de la vida cotidiana.
No existen síntomas específicos cuya presencia permita confirmar por sí misma la existencia de infección por el VIH.
El diagnóstico definitivo de la infección solo puede establecerse por métodos de laboratorio, ya que en ningún caso las manifestaciones clínicas son lo suficientemente específicas.
Ni la presencia de síntomas confirma el diagnóstico de infección por VIH, ni su ausencia lo descarta. Esto sólo lo hace la prueba.
En función al tipo de prueba habrá que cumplir con un periodo ventana (periodo espera) para poder considerar un resultado negativo como definitivo.
Tipos de pruebas:
3ª generación
El organismo tarda un tiempo, diferente en cada persona, en generar anticuerpos específicos frente al VIH.
Hay personas que los tienen a las dos o tres semanas, sin embargo, estadísticamente se sabe que a las 8 semanas (2 meses) la gran mayoría de las personas (95%) ya los han generado. Para cubrir ese 5% que falta, se alarga el tiempo hasta 12 semanas (3 meses), momento en que se considera un negativo concluyente y definitivo.
4ª generación o Prueba combinada (Combo)
Actualmente, en la sanidad pública española, se realiza la prueba de 4ª generación o prueba combinada (en la mayoría de los centros de salud).
Consiste en la detección, en la misma muestra, de los anticuerpos y del antígeno P24 del virus.
Esta prueba, realizada a los 28 días de la posible infección, permite en muchos casos la detección precoz de la presencia del VIH. A las 4 semanas, tiene una fiabilidad del 95%
Por tanto un resultado positivo, que siempre se ha de confirmar (generalmente con la Western Blot), permitiría el acceso al tratamiento de forma temprana.
No obstante, un resultado negativo, aunque tiene mucha fiabilidad, requiere la repetición de la prueba a los 45 días (un mes y medio) de la práctica de riesgo, para que sea definitivo.