La leche materna es un fluido infeccioso que puede transmitir el VIH a los bebés lactantes.
Pero un bebé, con un cuerpo pequeño y con un sistema inmunológico que se está desarrollando, consume una gran cantidad de leche materna en relación a su peso corporal.
En un adulto, en proporción, se necesitarían varios litros y no hay casos descritos.
La leche materna puede contener altas concentraciones del virus, pero en estos casos, la transmisión depende de quién y cómo.
Un adulto puede ingerir una pequeña cantidad de leche materna sin riesgo.
Por lo tanto, un bebé corre el riesgo de contraer el VIH, mientras que un adulto no.
Los besos, aunque sean prifundos, no tienen riesgo de transmisión del VIH, ya que la saliva no lo transmite.
Da igual con quien te beses, no hay riesgo de VIH.
Fuera del organismo, el VIH deja de multiplicarse, por lo tanto no se propaga ni conserva su capacidad de transmisión. Da igual que esté en agua o en un lugar seco.