Les voy a contar un poco de mi amigo que está conmigo en mi clase, porque novio novio no es; pero si quisiera, me lo comía de arriba abajo sin dejar ningún trocito de carne... sin... besar. ¡Es más mooono! ¡Es más guaaapo! Y lo más importante... me trata como a una reina. Les voy a contar a las chicas unos cuantos detalles de mi "novio" para que se mueran de la envidia y a los chicos para que aprendan lo que tiene que hacer para conquistar a una tía tan guapa como yo.
Lo primero es que cuando vamos a entrar en clase me abre la puerta. Claro, yo me pongo delante con intención de toparme con él, ya saben lo rebicha que somos las mujeres, y cuando me ve, me sonríe y me dice: "¿Quieres apartarte un poco, que abra la puerta?". Yo me aparto un pelín, abre, y al pasar, ¡Ay! rozo mis... (se indica los pechos) ¡Duras como piedras!, a modo de accidente. ¡No he visto chico más amable! Se nota que tiene una madre que lo ha domesticado bien, ¡Como debe ser! Escucho ese "apártate un poco" y es que me derrito. Su voz recorre mi cerebro hasta que escucho un ¡Gooommm! En alguna parte de la cabeza que me deja muerta.
Cuando entramos en el aula se pone cerca de mí y espera a que me siente y saque los libros, el bloc, el estuche... Y lo mejor es que me mira a mí, bueno, a mi contorno superior porque me pongo uno de esos que empuja y eleva que me las pone como la de una madre a punto de dar de mamar a su bebé. Ya saben, no hay chico que se resista ante unas buenas... margaritas.
Lo más de lo más es que cuando me habla ¡Me mira! Pero, mozas, ¿habéis escuchado bien? Hay un chico en el planeta Tierra que te habla y te mira a los ojos, no a lo de más abajo, y que, además, no está escribiendo en el móvil mientras disimula diciéndote: "Sí, sí" o "Tú habla que yo soy capaz de hacer dos cosas a la vez". ¡No, chicas! ¡No! ¡Cuando me habla me mira no solo dos segundos, ni tres minutos, ni un cuarto de hora, es capaz de estar charlando una hora dándome toda su atención. Por favor, digan todas. "¡Oh! ¡Qué envidia!". Pero con ganas: "¡Qué envidia". Y digan también: "¡Toñi! ¡Eres la mujer con más suerte del mundo!". Gracias, gracias. ¡Qué se le va a hacer! Yo tengo suerte y ustedes son unas pobres desgraciadas.
Pero el remate, es lo que les voy a decir, atentas... mi "novio" me contesta cuando le pregunto. Sí, sí, lo han entendido bien, a mi novio le hago una pregunta y el tío me responde, y lo mejor es que se nota que ha entendido lo que le pregunto. ¿No es maravilloso? No es como esos chicos que les dices: "Estoy embarazada" y, sin quitar la vista de la pantalla, te dicen: "Sí, sí, muy bien". Como si su vida no fuera a quedar jodida como la mía.
Continuando. Entonces, comprenden por qué guardo en secreto lo de mi amigo de clase y no se lo digo a esas brujas del recreo, perdón, a mis queridas amigas. Si se entera, ¡Me lo quitan! ¡Vamos! ¡En un periquete! Y me dejarían abandonada en la cuneta de una carretera en medio de la nada.
Pero, claro, con ustedes tenga más confianza, más intimidad. Sé que no se van a chivar... ¡Ajam! Porque yo no voy a decir quienes son mis amigas para que ellas me dejen en una cuneta y alguna zorra de ustedes se quede con mi novio. ¡Qué conozco muy bien la forma de pensar que tienen ustedes, que yo también soy mujer, aunque me llame Toñi!
Lo único que le pasa a mi amigo y que yo quiero que sea mi "novio", es que se llama Antonio y que es mi profesor de Matemáticas.