¿Cuándo sería recomendable comprar objetos barato pero irreparable y cuando uno más caro pero reparable?
En el pasado, la permanencia era lo ideal. Tanto si se empleaban en la confección a mano de un par de zapatos, como si se aplicaban a la construcción de una catedral, todas las energías creadoras y productoras del hombre se encaminaban a aumentar hasta el máximo la duración del producto. El hombre construía cosas para que durasen. Tenía que hacerlo ya que el mercado no ofrecía mucha variación de productos y no existía una economía globalizada. En ese tiempo la sociedad era relativamente inmutable, cada objeto tenía una función claramente definida, y la lógica económica imponía una política de permanencia. Aunque tuviesen que ser remendados de vez en cuando, los zapatos que costaban Diez mil pesos y duraban diez años, resultaban menos caros que los que costaban dos mil pesos y duraban sólo un año. Sin embargo, al acelerarse el ritmo general de cambio en la sociedad, la economía de permanencia es sustituida por la economía de transitoriedad.
La tecnología progresiva tiende a rebajar el costo de fabricación mucho más rápidamente que el costo de reparación. Al ingresar tecnología esta produce los bienes casi en forma automática; en cambio los sistemas de reparación de un calzado, sigue siendo, en gran parte, una operación manual. Esto significa que, con frecuencia, resulta más barato sustituir que reparar. Es económicamente sensato confeccionar objetos baratos, irreparables, que se tiran una vez usados, aunque puedan no durar tanto como los objetos reparables.