Como nos dice Jesucristo en el Evangelio, responderemos de cada palabra ociosa. Y entiendo por ociosa no encaminada hacia el bien.
Y en este sentido yo creo que ya cansa a la primera palabra aquella palabra que es como una losa con demandas, o requerimientos excesivos, o ya querer entrometerse indebidamente en la propia decisión y conducta (claro que esto también obligaría al trabajo de depurar la propia intención ante esto); esta cansaría más incluso que la que solo contuviese recriminaciones injustas; claro que las anteriores en ocasiones son la antesala de esto, ya que las personas al no depurar su intención y no dirigirse al bien, sino que guiarse por su vanidad, no respetan las decisiones de las personas, creyendo que tienen que actuar y responder como a ellas les parece, precisamente alimentando su vanidad.
Si son unas palabras que no exigen nada, ya no cansarían tanto.
Luego, en cuanto a oradores, depende de que te interese el tema, y claro del conocimiento y arte para transmitirlo que tenga el orador. Y luego en conversación, claro que hay personas que resultan interesantes, bien por sus vivencias, por sus análisis, por su arte o habilidad para comunicar, etc.; que a lo mejor no todo lo interesante es bueno, porque a lo mejor alguien atrae la atención con lo que precisamente tendría que callar (como con cotilleos, etc.).
La regla de conducta es hablar siempre con el objetivo del bien de verdad, con la gracia de Dios, lo cual ya lleva al respeto de las personas, respetando sus decisiones, y su libertad.