¿Cuáles son los criterios que se tienen en cuenta para la división territorial en Regiones Geográficas?

[…] La práctica académica de la regionalización se originó hacia mediados del siglo XIX con la profesionalización de la geología: especialistas de ese campo tempranamente elaboraron la noción de región natural, ampliamente recuperada por la tradición fisiográfica alemana. La regionalización suponía entonces la división del medio natural a partir de la consideración de unidades morfoestructurales, zonas climáticas, cuencas hidrográficas y áreas biogeográficas. La región es una unidad fisiográfica donde el conjunto de los elementos naturales alcanzan un cierto equilibrio. Tomando como punto de partida la noción de región natural, la escuela regional francesa buscó resaltar las distintas formas en que los grupos humanos aprovechan los dones de la naturaleza, a través de la técnica y de diferentes formas organizativas. De la interacción entre hombre y naturaleza, de larga duración, surge un paisaje y un modo de vida que se puede individualizar, delimitar y describir. Se combinaban, en una idea de síntesis, regiones naturales y acciones humanas, y de ello surgió la noción de región geográfica. Como en la fisiográfica, en esta perspectiva la regionalización supone la partición del territorio del estado nacional, formando un mosaico, donde no queda ningún espacio fuera de las regiones. Cada región reúne rasgos que le otorgan personalidad y la diferencian del resto. Igual que en un puzzle, el diverso conjunto regional termina formando la unidad nacional. Otra perspectiva, puso el énfasis en la polarización que ejercen ciertas localizaciones particulares, como las ciudades o los puertos, en la organización del espacio. La región polarizada está entonces formada por un lugar central y por su área de influencia, el hinterland. Esta lógica de regionalización se diferencia de las anteriores en que no se basa en factores topográficos o culturales, sino en la dinámica funcional del espacio. En este tipo de regionalización se toma al espacio como una superficie isomórfica y ahistórica, en la cual pueden reconocerse área, líneas y puntos. Desde la perspectiva fenomenológica, la región pasa a ser un espacio de vida, un espacio vivido por y desde el individuo. Es el refugio del ser humano. En este caso, la diferenciación geográfica está asociada a la subjetividad de los individuos, a su percepción, a la construcción del espacio como algo socialmente significativo, como un ámbito de identidad. La región económico-política atiende –a diferencias de las anteriores- a las desigualdades espaciales que surgen por el avance del modo de producción capitalista. Aquí se advierte un cambio importante en la concepción del espacio, que ya no es el de una realidad objetiva ni un concepto relativo. El espacio es concebido como una construcción social y, por lo tanto, resultado de un conflictivo proceso histórico, surgido a partir del despliegue del capitalismo. Región-lugar, región-red, regiones que ganan, espacios emergentes, declive regional, región relacional, medio de innovación, región de aprendizaje, región inteligente, mundos productivos regionales son palabras clave de esta perspectiva. Son las regionalizaciones inspiradas en las elaboraciones de la economía política. Desde mediados de la década de 1980 los estudios regionales tienen una fuerte impronta política, histórica y cultural. La región político-cultural recupera la idea de la construcción subjetiva del espacio, ya no por un sujeto individual, sino por un sujeto colectivo. Se observa un énfasis en la historicidad de las regiones, lo que lleva a considerarlas ya no como realidades fijas, sino como procesos abiertos, dinámicos, contingentes, en permanente transformación a partir de las prácticas materiales y culturales de la sociedad. Desde esta mirada se pueden reconocer diferentes escalas espaciales y temporales en el proceso de construcción regional, donde intervienen sujetos sociales e institucionales de la más variada gama. En síntesis, ya sea como forma de reconocer realidades objetivas, como estrategia metodológica o como una combinación de ambas posibilidades, la regionalización en definitiva es una clasificación, un reconocimiento de diferencias geográficas -algunas veces naturales, pero generalmente sociales-, mediante la identificación, delimitación y estudio de una o más áreas, con mayor o menor grado de precisión de sus límites. Las regiones que surgen de esas diferenciaciones pueden operarse a partir de elementos naturales, de los resultados materiales a través de los cuales las sociedades transformaron la naturaleza, del funcionamiento de un sistema económico, de la desigual distribución de la riqueza, de la circulación del poder o por la forma en que los grupos sociales imaginan y practican las diferencias espaciales. Los movimientos regionales, asimismo, pueden pensarse como estrategias de construcción de identidades/alteridades, de diferenciación entre un “nosotros” (semejantes) y un “otro/s” (diferente/s), a partir de ciertas diferencias espaciales (Souto 2003; Quintero 2002; García Álvarez

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