Empecemos señalando unos principios básicos a tener en cuenta en todo momento:
El aire tiene la capacidad de absorber agua como lo haría una esponja. ¿Cuánta capacidad? Tanto mayor cuanto mayor es la temperatura, aunque eso no sea de modo proporcional.
El agua se evapora con el calor, pasando a formar parte del aire (pasa de estado líquido a gaseoso, invisible a la vista, como el propio aire).
Hay dos formas de medir la humedad del aire: Humedad absoluta (gramos de agua por m3 que contiene el aire) y humedad relativa (cantidad de agua contenida en relación a la máxima posible por m3 a esa temperatura). Supuesta en todo momento una misma presión atmosférica (si la hacemos variar complicamos la explicación), si un aire a una temperatura T contiene X gramos de agua por m3, y la posibilidad máxima de absorción de agua a esa temperatura es de Y gramos, la humedad absoluta es, obviamente, de X g/m3, mientras la h. relativa es el cociente X/Y, medido en % (si X vale 80 e Y vale 100, la humedad relativa es del 80%).
Supongamos un espacio cerrado en el que no hay agua líquida de donde el aire pueda “beber”, siendo la humedad absoluta de ese aire 18 g/m3 (la única agua que hay en ese espacio es la que contiene el aire, 18 g/m3). Si el límite del aire a esa temperatura es de 20 g/m3, la humedad relativa en ese momento es de 18/20 = 90% Si aumenta la temperatura, la capacidad del aire para absorber humedad aumentará, pasando, por ejemplo, de 20 g/m3 a un nuevo límite de 25 g/m3; no habiendo de donde coger más agua, la humedad absoluta se mantiene (18 g/m3), pero la humedad relativa pasa a ser el cociente 18/25 = 72%, es decir, ha bajado, con lo que ese aire pasa a estar más sediento que antes.
Supongamos ahora, como dice rafaza, que existe equilibrio térmico entre el habitáculo del coche y el exterior, antes de entrar en él: 7ºC. Ahora entran cuatro personas que mantienen constante una temperatura corporal de 37ºC; las ventanillas se mantienen cerradas, con lo que impedimos (en teoría) un intercambio con el exterior. Se establece inmediatamente un intercambio de calor desde las personas al aire y a todo el habitáculo. Las personas ceden calor pero no pierden temperatura (su organismo se encarga de reponer el calor perdido). El salto térmico inicial es de 37-7 = 30ºC, que comienza a reducirse a medida que el habitáculo se calienta.
Dentro del coche no hay más agua que la que contiene el aire presente en él. Este aire se calienta y tiende a reducir su h. relativa (se seca) reduciendo sus posibilidades de condensación (el vaho que se deposita en el parabrisas, que no es más que el exceso de agua que el aire no puede retener); pero las personas respiran, inspiran aire del habitáculo, lo calientan en sus pulmones y lo exhalan cargado de humedad.
Pronto la respiración y transpiración de las personas saturan el aire de humedad, a pesar de que también lo calientan (pero es más poderoso el otro efecto) por lo que condensa contra las partes más frías del habitáculo (el parabrisas es buen conductor térmico y está en contacto directo con los 7ºC del exterior).
Si ponemos la calefacción a toda mecha contra el parabrisas, el aire caliente absorbe humedad de este, pero la temperatura interior se puede volver insoportable (hasta que llegue a 37ºC las personas estarán aportando calor al habitáculo, y humedad)… ¡Efecto sauna! Incluso puede suceder que el efecto generador de humedad de las personas sea mayor que el efecto secador del aire, con lo que no conseguiríamos el objetivo, además de pasarlo mal.
Si ponemos el aire acondicionado contra el parabrisas se producen dos efectos simultáneos: por un lado consume calor del habitáculo con lo que favorece la condensación (aparentemente efecto contrario al deseado), pero ese aire frío llega con una h. relativa del 100% aunque con una h. absoluta muy baja (acaba de ser enfriado y su exceso de agua purgado por el sistema) y se calienta inmediatamente (se seca), su “sed” aumenta muchísimo y absorbe rápidamente la humedad del parabrisas y del habitáculo en general. Claro, hay que apagarlo tan pronto como haya hecho el trabajo, o reducir su potencia hasta un punto de equilibrio que permita un ambiente agradable a la vez que exento de condensaciones.
Lógicamente también se puede jugar con el aire exterior abriendo ligeramente las ventanillas hasta lograr un equilibrio en el ambiente (el aire exterior a 7ºC actúa de la misma manera que el aire acondicionado).