Las iguanas verdes, cuando son pequeñas, son muy rebeldes, por lo que pegan coletazos y tiran mordiscos. En todo caso, no hay que temer de sus mordidas ya que no son tan fuertes como parecen y suelen aflojar si uno no le opone resistencia. A las iguanas hay que tomarlas hasta que se acostumbren a uno, primero sacándolas del terrario, tomándolas con la mano cerrada y acariciándoles la cabeza, la espalda y todo el cuerpo. Luego, a los minutos de acariciarla, comienza a cerrar los ojos y poco a poco, abrir la mano siguiendo con las caricias. Seguramente, cuando quieras volver a tomarla saltará y se querrá ir. Hay que ir a buscarla y demostrarle quién es el jefe. Otro ejercicio es el de tomarla y ponerle un collar, de esos que se venden por ahí, para iguanas o dragones, luego la dejas cerca de un lugar donde le puedas dar calor, también debe ver movimiento de la gente (no mucho porque todo esto para ella es estresante). Otro ejercicio es el sacarla de su terrario y ponerla en una jaula donde no pueda escaparse y acercarla a donde estés sentado, mirando tv, o estudiando. Que sepa que un humano no le va a hacer nada. Esto también lleva tiempo. Por último, hay que repetir todos los ejercicios hasta que la iguana pueda quedarse a unos metros tuyo, sin estar atada, debajo de una lámpara que le de calor, no te acerques mucho porque se escapará. Con estos ejercicios de no más de una hora, por lo menos de dos a tres veces por semana, en un año y medio, la iguana se hace totalmente maleable a la mano del hombre. No te olvides que los reptiles, en particular las iguanas, no son de tener una memoria lo bastante amplia como para recordar estos estímulos de domesticación, es por eso que la periodicidad de las dos o tres veces por semana debe ser cumplida.