Limpieza de cerámica

En general, los restos de cerámicas se suelen limpiar solamente con agua. Dependiendo del estado de conservación de la pieza puede no ser recomendable frotar con cepillo no con los dedos, ya que algunas piezas pueden presentar restos de pintura casi imperceptibles con la pieza húmeda y se pueden perder.
Por otro lado, también conviene desalar las piezas hasta equilibrar el PH del agua. Es decir, estando sumergidas en agua van perdiendo las sales que han recogido al estar enterradas por disolución. No retirar estas sales supone que, con el tiempo, estas vuelvan a cristalizar en la superficie o en el interior de la cerámica y pueden llegar a romper la pieza.
También es necesario tener el cuenta en qué tipo de tierra ha estado enterrada la pieza, ya que los minerales y la humedad que contiene el suelo, junto con la actividad de las plantas producen reacciones físico-químicas que interactúan con los materiales enterrados. Es decir, en algunas ocasiones en las que el suelo ha sido muy ácido o muy húmedo las cerámicas pueden necesitar consolidarse y nunca sumergirlas en agua porque se desharían.
En líneas generales, aunque la cerámica es un material muy resistente a la corrosión y al paso del tiempo, las circunstancias particulares del sustrato y de la propia cerámica, aconsejan contar con un restaurador especializado en materiales arqueológicos para tratarlas, ya que cualquier acción sin conocimientos, irresponsable puede destruirla completamente.