Crónica

Hola te quiero preguntar si esta crónica está bien o los párrafos son muy largos:
Revisando los hechos históricos acontecidos, en el cual, historiadores que se basaron en documentos manuscritos del siglo XIV.
Se deduce que la muerte de Inés fue motivo para establecer la paz después de la guerra entre España y Portugal.
La infanta Constanza Manuel de España, una mujer orgullosa, debía casarse con Pedro (príncipe de Portugal). Esto no sería fácil, que él estaba casado con Inés de Castro.
Al llegar la Infanta al castillo se encontró con la sorpresa de que su prometido esperándola. Por ese motivo, el rey ordenó que buscaran a su hijo.
Mientras tanto, Inés, Pedro y Amaranta discutían cómo haría Pedro para casarse con la Infanta y cómo reaccionaría su padre.
En el palacio aguardaban la llegada de Pedro. Luego de una larga discusión con su padre. Pedro se presentó ante la Infanta, discutieron, pero ella no lo logra convencer.
La Infanta y sus damas proponen para el día de la cacería un sutil plan: una de su s damas debía fingir que su caballo se le desbocaba, para que fueran a socorrerla, y de ésta manera la Infanta aprovecharía la situación para ir a hablar con Inés.
El día de la cacería, mientras la Infanta habla con Inés en una conversación tensa, el rey llegó y se sorprendió de la presencia de la Infanta, quien se despide. El rey ordena a Inés separase de su hijo e irse a vivir a otro lugar, pero ella se niega rotundamente a renunciar a su amor.
Días después Pedro es encarcelado por el rey en Montemor, y en varias oportunidades trata de convencerlo de que su obligación como príncipe era casarse con la Infanta.
El rey tuvo que terminar con ese tema y junto con Pacheco, Alvar y Coello fueron a la casa de Inés. Pacheco, aunque era muy amigo de Inés debía cumplir con las órdenes del rey, y así fue que Inés muere sin resistencia alguna.
Entre la furia y la impotencia, Pedro asesinó a su padre.
Pasados los días, el Maestre corona a Pedro y todo el reino le jura lealtad.
Y así finaliza ésta historia en la que se nos muestra que le amor es más fuerte que la muerte.
Gracias

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Lo primero que deben tener las crónicas es claridad y veracidad, la tuya no es que sea larga es un tanto confusa y en algunos puntos falta a la verdad. Con sumo gusto te envío una crónica de lo sucedido y tu la acortas a tu modo, pero procura que sea clara y leible y si necesitas mi ayuda me la solicitas de nuevo. Un saludo.
Entre 1325 y 1357, cuando el reino de Portugal pertenecía el rey Alfonso IV, y éste se hallaba envuelto en continuas guerras de poder contra los reyes de Castilla y Aragón se decidió, como era costumbre en la época, que lo mejor era desposar a su hijo primogénito, Pedro I, con doña Constanza de Castilla y obtener así, con esta alianza de sangre, la tregua de la paz. La infanta era hija de Juan Manuel II, descendiente de Alfonso POR, y de la infanta Constancia de Aragón. La boda se realizó por poderes en 1339 y no fue, hasta cuatro años después, que el matrimonio pudo consumar su unión. Cuando el infante don Pedro salió entre la comitiva -música, danza, trovadores- al encuentro de Constanza, en lugar de prendarse de su esposa, cayó rendido ante la belleza de doña Inés de Castro, dama de compañía de la Infanta de Castilla y "un milagro de hermosura en aquel siglo", a quien llamaban cuello de cisne. Inés, hija del hidalgo Pedro Fernández de Castro, descendía de una poderosa familia gallega entroncada con Sancho IV, y había recibido una esmerada educación en el castillo familiar de Peñafiel, Valladolid. Poseía, además, inteligencia y talento y unos preciosos ojos azules.
Boda secreta y asesinato
En 1345 murió doña Constanza al dar a luz a su segundo hijo y, don Pedro viéndose libre de sus votos decidió convertir en esposa a su amante que era ya madre de sus tres hijos: los infantes don Pedro y don Dinis y la infanta Beatriz, en una ceremonia oficiada por el obispo de Braga. Desobedeciendo a su padre, que una vez más había buscado para él otra princesa, el infante se casó en secreto con doña Inés. Después, se instalaron en los pazos de Santa Clara, Coimbra, a la izquierda del río Mondego; y vieron crecer felices sus hijos -tuvieron cuatro, pero uno de ellos falleció al nacer- durante un tiempo. Hasta el momento en el que, en el hoy desaparecido palacio real, se tomó la decisión de condenarla a muerte por razones de estabilidad política.
Alfonso IV decretó la muerte de su nuera en 1355 y encargó el cometido a tres cortesanos llamados Pedro Coello, Diego López y Álvaro González que se trasladaron hasta Coimbra, la ciudad- sede de la corte portuguesa en el siglo XIV- donde vivía doña Inés. La degollaron delante de los ojos de sus hijos, en ausencia del infante Pedro, en los hermosos jardines de la Quinta das lágrimas, escenario de su amor secreto.
Doña Inés, sentada en el trono, fue coronada años después de morir
El Infante, furioso y desesperado por la atroz muerte de doña Inés, se levantó en armas contra su progenitor y consiguió, tras promover una revuelta nobiliaria contra la autoridad del Rey, que el reino se dividiera en dos. Para entonces, cuenta ya la historia entroncada con la leyenda, que don Pedro se cubrió el rostro con un velo negro para que nadie le viera llorar y que luchó endemoniadamente, durante años, al frente de sus tropas ofreciendo el pecho a las espadas enemigas.
No hubo descanso para el Príncipe al que empezaron a llamar El justiciero - durante los años de sangrienta guerra civil hasta que, en 1357, tras la muerte de su padre, el rey Alfonso IV, asumió los derechos de la corona. Persiguió, entonces, a los asesinos de su esposa, torturó hasta la muerte a dos de ellos y convocó una asamblea donde proclamó que Inés de Castro había sido su esposa y la madre de sus hijos. Después, hizo exhumar sus restos de la tumba de Coimbra y los llevó a Alcobaça, donde ordenó que el esqueleto de su esposa fuera vestido con atuendos reales. El cadáver de doña Inés, arropado por tules y sentado en un trono, fue solemnemente coronado en 1361; Tras la ceremonia los cortesanos le besaron la mano.
Pies contra pies para encontrarse de frente el día del Juicio final
Como último tributo a su gran amor, el rey Pedro mandó construir en el Monasterio de Alcobaça dos tumbas. Talladas a mano, -constituyen auténticas obras de arte funerario gótico- dos estatuas yacentes, imágenes de ángeles y de las Cenas de la vida de Jesús, la Resurrección y el Juicio final. El infante don Pedro y doña Inés, según ordenó el Rey antes de morir, fueron colocados pies contra pies para que al despertar, en la eternidad, el día de juicio, sus miradas pudieran encontrarse frente a frente.

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