Mi mujer tiene una depresión muy grande, con intentos de autolisis incluida. El problema que tiene es que no tolera para nada los antidepresivos. Está todo el día (literalmente), con náuseas y malestar de estómago ; cuando no vomita, y echa (también literalmente) hasta bilis. También le deriva en cólicos hepáticos (no tiene vesícula). Eso por tanto, no ayuda nada a combatir la depresión, ya que tiene que estar todo el día en la cama sufriendo (es muy sensible a medicamentos, con múltiples alergias medicamentosas a AINES).
Ha probado tres antidepresivos (con lo que conlleva luego el drama que es la deprivación): Xeristar, Essertia y otro que no me acuerdo. Lo que tolera más o menos es la Paroxetina, pero no le hace nada para la depresión. Hemos visitado 4 psiquiatras y no han sabido que hacer, no tienen ni idea. Se ponen a mirar folletos, libros y papeles buscando alternativas que no causen tanto malestar en el estómago y nada. ¿Hay algo que pueda servir? ¿Algún consejo que nos pueda ayudar? He sentido por un familiar que hay antidepresivos inyectables, pero nadie nos ha dicho nada de eso.
Aunque los más recientes antidepresivos tienen, en general, menos graves efectos secundarios, pueden causar, con mayor frecuencia, sobre todo los ISRS, de los cuales me nombras dos, síntomas gastrointestinales, siendo también frecuentes las náuseas, y con menor frecuencia los vómitos, con la Duloxetina, perteneciente a otro grupo de antidepresivos, IRNS (ya que inhibe la recaptación de noradrenalina y serotonina, y no son inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina como los anteriores, ISRS). Los efectos gastrointestinales de muchos medicamentos no siempre se evitan con una administración parenteral, ya que los efectos gastrointestinales pueden provenir de un efecto sistémico, y no local. Los efectos gastrointestinales, de algunos al menos, de los ISRS se ha relacionado con una más rápida absorción. La absorción de los antidepresivos es buena, y se usan por vía oral en la clínica psiquiátrica (yo sólo recuerdo haber visto el uso intravenoso de los antidepresivos clásicos en investigación); la administración parenteral de los antidepresivos heterocíclicos no ha mostrado ventajas sobre la vía oral (1). Para reducir el malestar gastrointestinal inducido por ISRS se han empleado varias estrategias como el ajuste posológico lento (comenzar con la mitad o menos de la dosis habitual de inicio), tomar el medicamento con las comidas, con el estómago lleno (2); además se ha visto que, en el caso al menos de fluoxetina, algunos pacientes responden a dosis tan bajas como 5 mg. Al día, por lo que se propone usar la cápsula de 10 mg, vaciarla parcialmente, o bien usarla cada dos días, ya que su vida media lo permite (3); en el caso de la Fluoxetina las náuseas se ha visto que tienen una estrecha relación con la dosis, así como su desaparición con el tiempo (4). En el caso de los ISRS, no suele esperarse una mayor mejoría de la obtenida, con las dosis adecuadas, más allá de 8 semanas; y la no respuesta a uno de ellos, no descarta la eficacia de otro antidepresivo del mismo grupo. Si estuviese indicado, existen otros antidepresivos como los antidepresivos más clásicos (tricíclicos y tetracíclicos), los cuales no han sido superados en eficacia, los cuales sólo infrecuentemente pueden tener efectos secundarios gastrointestinales (aunque sí otros; habría que tener precaución, si existe riesgo autolítico, ya estos antidepresivos tienen efectos secundarios cardíacos y anticolinérgicos. Los antidepresivos serán más eficaces cuanto más componente biológico tenga la depresión, y menos cuanto más relacionada esté la depresión con los mecanismos de adaptación de la personalidad, y con factores externos (y no esté relacionada con factores endógenos, o biológicos, como sí estaría en la clásicamente denominada depresión mayor). Si estuviese indicado como imprescindible un antidepresivo, y no se tolerasen finalmente ninguno de los ISRS u otros más recientes, podría usarse uno de los clásicos vía oral, si no existiese contraindicación. Al margen de todo esto, como dije, dependiendo del tipo de depresión, valdrá la pena o no esta opción terapéutica, no exenta tampoco de efectos secundarios, dado que no sólo debe contemplarse la opción del tratamiento farmacológico. Y en cualquier caso, nunca el tratamiento farmacológico debe ser la única opción, sino que debe acompañarse, en caso de que sea necesario, de un tratamiento de psicoterapia. Apenas veo dato alguno acerca de la depresión de tu mujer, pero yo te diría que hay factores generales que favorecen una buena salud mental, y favorecen la resolución de una determinada patología. Incluso en las depresiones con componente biológico implicado, influye la forma en la que la persona afronta los acontecimientos, por lo que mejorar este factor siempre será beneficioso, pudiendo, en algunos casos, tratarse del único tratamiento necesario. En este sentido, abajo te dejo un blog sobre actitudes saludables para leer, y en concreto yo te diría que: -Es sano el tener el objetivo en la vida de hacer el mayor bien posible a las personas; lo contrario es insano, y fuente de psicopatología. Siempre se puede hacer mucho para mejorar en este terreno. Y, por supuesto, que no se trata de hacer lo que uno no puede, sino que si uno hace lo que puede con la mejor dirección, realmente siempre hace muchísimo. -Existe la enfermedad mental, como cualquier otra enfermedad, o cualquier otra limitación, y no todo tiene tratamiento o mejoría. Es sano poner los medios razonables, siempre teniendo claro el punto anterior, y aceptar lo que pudiera no mejorar, siempre con una visión generosa; esto no interfiere con el óptimo tratamiento, sino todo lo contrario (al contrario, se derivan muchos efectos secundarios, y yatrogenia, de no soportar un determinado síntoma y querer eliminarlo como sea, por encima de lo razonable, que siempre tiene que contar con bienes más auténticos y a más largo plazo). -Dices que no tiene vesícula; no sé si el motivo de su extirpación pudiera estar relacionado con la alimentación o con una somatización. Toda patología está influenciada en alguna medida por factores psíquicos, y se considera un trastorno psicosomático, cuando la influencia es muy importante o decisiva, lo cual, por supuesto, que no quiere decir que sea consciente, ni mucho menos. En las somatizaciones suele haber una ausencia o deficiencia de elaboración de las emociones o factores psíquicos, con lo cual el conflicto se expresa mediante un síntoma somático o físico, y no a nivel emocional. El tener una buena actitud en la vida también puede ayudar a la resolución de esto, ya que deja uno de pretender poner a los conflictos una especie de tapadera sin más, tampoco dejándose llevar por sentimientos inútiles de hostilidad, sino que todo esto se reconduce en una óptima dirección, de hacer el mayor bien en cualquier situación que uno se encuentre. -Hablas de intentos de autolisis; esto no confirma necesariamente la gravedad de una depresión, pudiendo también verse frecuentemente en determinadas personalidades. -Creo que no sería adecuado centrarse en exclusividad en el tratamiento farmacológico, queriendo eliminar estos últimos síntomas como sea; se trataría comenzar ya desde ahora a enfocar la vida, incluida la sintomatología, desde la generosidad, desde lo que uno puede aportar, y no, como es más habitual, y quizá sea la primera reacción emocional, desde los intereses personales. En este sentido, no es cierto, lo que suele oírse de que la persona cree que sólo puede hacer algo cuando esté bien; esto es un error; primero que pensando así, nunca va a mejorar; y segundo, que el hacer el mayor bien que uno pueda, no es hacer uno lo que no pueda, sino que, por el contrario, siempre implica el aceptar las limitaciones; pero el ponerse a hacerlo desde donde uno está, está claro que mejora y clarifica la sintomatología (entre otras cosas, podría hacer desaparecer la que viniese por la vía más psicológica o más ligada a una determinada forma de afrontar los acontecimientos, favoreciendo también, en este sentido, la maduración de la personalidad). 1. Velasco Martín A, Álvarez González FJ: Compendio de Psiconeurofarmacología. Madrid: Editorial Días de Santos; 1988. 2. Schatzberg AF, O. Cole J, DeBattista Ch. Manual de Psicofarmacología. Barcelona: ArsMedica; 2005. p. 58. 3. Arana GW, Rosembaum JF. Drogas Psiquiátricas. 4 ed. Madrid: Marbán; 2002. p. 108. 4. Kaplan HI, Sadock BJ, editores. Tratado de Psiquiatría. 6 ed. Buenos Aires: Intermédica; 1997. p. 1978.
Muchas gracias por la extensa y aclaratoria respuesta. Ha sido muy interesante leerla y entraña puntos muy importantes. Lo estudiaré bien todo. Muchas gracias de nuevo por su tiempo.
- Anónimoahora mismo
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