El mirar una luz intensa durante un tiempo breve, digamos uno o dos segundos, no produce, en principio, daños irreversibles.
El funcionamiento de la retina es:
Al llegar la luz a los fotorreceptores, un pigmento se descompone más o menos dependiendo de la intensidad de la luz que le llegue, provocando un impulso nervioso más o menos grande.
Posteriormente ese pigmento se recompone, se vuelve a descomponer con la luz, etc. formando un ciclo.
El pigmento es un carotenoide llamado Retinol, también conocido como vitamina A.
Si la intensidad de la luz es muy alta, se descompone todo el pigmento del receptor, y tarda un tiempo en volverse a recuperar, razón por la que se producen puntos de ceguera temporales, o tenemos la sensación de seguir viéndolo a pesar de cerrar los ojos.
Otra cosa es mirar el sol durante un eclipse, por ejemplo, durante cinco minutos. Ahí sí que puede haber daños irreversibles. El exceso de luz puede quemar el fotorreceptor, provocando puntos de ceguera permanentes.
La luteína es un pigmento amarillo, también carotenoide, que se encuentra en la zona macular de la retina. No se ha demostrado que intervenga en la visión, pero de encontarse allí, por algo será. La luteína, como cualquier carotenoide, no se sintetiza en el cuerpo humano, por lo que hay que tomarla de la naturaleza. Se encuentra en pimientos rojos, coles, repollo, lechuga, espinacas, maíz, mostaza, yemas de huevo, algas, etc.
Existen muchos compuestos de vitaminas y minerales que la incorporan. Al ser un antioxidante, se supone que previene el envejecimiento.
También se supone que previene la degeneración macular, pero no existe suficiente evidencia médica que apoye estas afirmaciones.
En cualquier caso, parece que malo no es.