Información para realizar una crítica sobre la aparición de la deuda externa de México en los medios
¿Necesito un critica sobre lo que realmente se publica de la deuda externa de Mexico?
Respuesta de Jorge Herrera
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Jorge Herrera, Conozco a fondo las relaciones familiares, humanas y personales
En el presente artículo, se discuten los fundamentos económicos del sobreendeudamiento permanente de México, así como la concepción gubernamental acerca de la solución a una deuda catalogada entre las más grandes del mundo. Con base en esto, se aportan algunas propuestas de líneas de acción para una solución que vaya más allá de mejorar el perfil de pagos. El trabajo sigue muy de cerca algunas partes de la investigación que sobre el tema de la deuda pública externa realizó el Instituto de Análisis y Propuestas Sociales, la cual abarca a la fecha las publicaciones de las que se da cuenta al final.
La tesis principal consiste en afirmar que la deuda es y seguirá siendo un problema mayor y probablemente creciente, ya que por un lado las nuevas disposiciones de crédito cumplen la función predominante de pagar las amortizaciones de la propia deuda, además de que al parecer los requerimientos de divisas del país -sobre todo cotidianos- tienden a ser mayores con la apertura del país, tal como ésta se consumó. Esto echa por tierra la estrategia de solución al problema de la deuda basada en la apertura bajo el paradigma neoliberal de política económica, cuya promesa era crecer e ir generando sostenidamente superávit básicos en nuestras relaciones con el exterior, para así poder reducir consistentemente el saldo mediante amortizaciones claramente superiores a las nuevas disposiciones.
El hecho es que México no está convertido en una potencia exportadora -en el sentido de un balance neto positivo en el comercio exterior y no viendo sólo el ángulo de las exportaciones-, sino en una economía exportadora altamente dependiente de importaciones y muy intensamente vinculada con el exterior, lo que a un trote más o menos veloz provoca consistentemente amplios déficit. Además, la inserción de nuestro país como mercado emergente en la globalización financiera -bajo ese mismo paradigma- ha hecho de la inestabilidad financiera algo cotidiano y difícil de gobernar, lo que frecuentemente genera faltantes repentinos de divisas -más cercanos al concepto de problemas de caja-, que muchas veces es necesario cubrir con nuevos préstamos del exterior.
Ante una realidad así, la adaptación de la idea de solución del gobierno ha ido de un cierto decoro nacionalista (aun dentro de una perspectiva neoliberal) a la actitud del avestruz: de un "no se puede renunciar a crecer por pagar" se ha pasado a la idea de que el problema de la deuda ya está solucionado, pues la solidez "coyuntural" y "estructural" de nuestra economía nos permite acudir con éxito al mercado internacional de capitales para refinanciar nuestra deuda; es decir, la solución oficial consiste en procurar condiciones para que siempre haya créditos contingentes en los Organismos Financieros Internacionales (OFIS), institucionales o multiinstitucionales como el llamado "blindaje", colocaciones exitosas (aunque caras) en los mercados voluntarios o, en caso extremo, paquetes emergentes como el "Clinton" de 1995.
Con una visión así, poco importa que la deuda llegue a duplicarse o triplicarse, pues siempre habrá recursos para ir pagando el servicio que genera. En síntesis, el logro social del neoliberlismo mexicano --"maduro"-- en materia de deuda externa consiste en mejorar el perfil de pagos de una deuda que en el mejor de los casos tiende a eternizarse, en vez de que ese logro fuera tapar el barril sin fondo que significa pagar anualmente al exterior órdenes de magnitud de 7,000 millones de dólares (deuda pública) y 5,000 millones de dólares (deuda privada), sólo por concepto de pago de intereses.
La evolución de la deuda pública externa
A grandes rasgos, se pueden ubicar tres grandes fases en el ciclo que comenzó en los años cuarenta, después de que se solucionó el problema de la llamada deuda antigua y el país volvió a ser sujeto de crédito. En una primera fase la economía mexicana creció a altas tasas, aunque sólo hasta los años cincuenta comenzó a depender sistemáticamente del endeudamiento externo, tanto para financiar la inversión pública como para cubrir los déficit en cuenta corriente. Esto permitió establecer la planta industrial del país, además de impulsar y hasta cierto punto consolidar un fuerte sector privado. En estos años, que abarcan hasta los sesenta, la deuda representa en buena medida un instrumento para el desarrollo del país.
En una segunda fase, la del desencadenamiento de la crisis, la deuda sirvió para enfrentar la crisis misma, generada precisamente por el lado de los créditos al exterior. En un comienzo, se utilizó todavía para fines de inversión pública (como uno de los mecanismos para enfrentar la recesión), así como para intentar enfrentar los problemas de los desequilibrios crecientes con el exterior (comercio, fugas de capitales, etcétera). En estos años, el crecimiento de la deuda fue explosivo. Pero a partir de 1982, la deuda externa sirvió esencialmente para pagar los vencimientos de las amortizaciones más urgentes de la deuda misma, mientras el estancamiento de la economía, al generar una brutal caída de las importaciones, sirvió para detener la sangría de divisas e incluso generar algunos excedentes con los cuales poder complementar las divisas para pagar los compromisos de la deuda externa.
Una tercera fase, iniciada en 1988, correspondió al uso de la inversión extranjera para cubrir los déficit en las transacciones corrientes con el exterior, mientras la deuda comenzó a utilizarse principalmente para el pago de la propia deuda (política de refinanciamiento).
En cortes de tiempo más breves, la evolución descrita discurre en ciclos sexenales de sobreendeudamiento, explicados en su mayoría por las tendencias de nuestros gobiernos a rezagar el valor real del tipo de cambio y a sostener el crecimiento económico, a costa de un ajuste preventivo que reordene las cuentas con el exterior. Este error ha sido típico, sin importar que se trate de gobiernos de corte estatista o neoliberal.
Una periodización cíclica del sobreendeudamiento pudiera incluir las siguientes fases: los años de auge del desarrollismo (1958-1970); contrariamente a la visión más difundida durante el desarrollo estabilizador, la deuda externa presentó un mayor crecimiento que en los decenios de 1940-1950, con aumentos de 100 por ciento y 150 por ciento en los gobiernos de Días Ordaz y López Mateos, respectivamente; en 1970, la deuda pública bruta llegó a 4,262 millones de dólares (mdd). La crisis del desarrollismo tiene lugar entre 1971 y 1982. Dos ciclos sexenales de sobrendeudamiento ponen fin a la etapa de financiamiento mediante crédito bancario, mientras en el ciclo sexenal de Echeverría la deuda creció 360 por ciento hasta llegar a 19,600 mdd; en el de López Portillo aumentó 200 por ciento hasta llegar a 58,874 mdd.
Los años de la crisis de la deuda van de 1983 a 1989. El país vivió convulsionado por el lastre de una enorme deuda, debatiéndose prácticamente en moratorias temporales y renegociaciones parciales; ello implicó que la deuda pública externa alcanzara un monto de 81,003 mdd, o sea un aumento de 38 por ciento. Los años de la reducción negociada y de un nuevo ciclo sexenal corresponden a 1989-1994), cuando, a pesar del Plan Brady y la fuerte entrada de inversión extranjera, la deuda aumentó casi 6 por ciento, y llegó a 85,436 mdd; aunque con una explosión posterior como bomba de tiempo, habría que sumar a esa cifra los 30,000 mdd de deuda emergente que significó la "operación tesobonos", con la cual Carlos Salinas esquivó el ajuste cambiario y heredó la más reciente gran crisis a su sucesor.
Finalmente, de 1995 a la fecha, en que se cubrió el préstamo emergente del tesoro de Estados Unidos y en que ha imperado la política de refinanciamiento -fundamentalmente por medio del mercado de capitales- hasta llegar a la tesis oficial de solución definitiva. En 1998, la deuda pública externa fue de 92,295 mdd, lo que significa un aumento de 8 por ciento respecto del saldo de 1994. Como se ve hasta aquí, la deuda no ha dejado de crecer a pesar de que el país no ha dejado de pagar (anótese que ni en las mejores negociaciones se ha dejado de pagar un sólo centavo de dólar de intereses). Ese es el verdadero negocio de la dependencia financiera para nuestros acreedores, al cual como veremos se sujeta hoy sin decoro nuestro gobierno.
Estimado amigo este artículo fue escrito por el José Antonio Farías Hernández y se denomina "El problema de la deuda externa y sus principios de solución". Si aún necesitas algo más sobre este tema estaré aquí para con mucho gusto ayudarte en lo que necesites.
La tesis principal consiste en afirmar que la deuda es y seguirá siendo un problema mayor y probablemente creciente, ya que por un lado las nuevas disposiciones de crédito cumplen la función predominante de pagar las amortizaciones de la propia deuda, además de que al parecer los requerimientos de divisas del país -sobre todo cotidianos- tienden a ser mayores con la apertura del país, tal como ésta se consumó. Esto echa por tierra la estrategia de solución al problema de la deuda basada en la apertura bajo el paradigma neoliberal de política económica, cuya promesa era crecer e ir generando sostenidamente superávit básicos en nuestras relaciones con el exterior, para así poder reducir consistentemente el saldo mediante amortizaciones claramente superiores a las nuevas disposiciones.
El hecho es que México no está convertido en una potencia exportadora -en el sentido de un balance neto positivo en el comercio exterior y no viendo sólo el ángulo de las exportaciones-, sino en una economía exportadora altamente dependiente de importaciones y muy intensamente vinculada con el exterior, lo que a un trote más o menos veloz provoca consistentemente amplios déficit. Además, la inserción de nuestro país como mercado emergente en la globalización financiera -bajo ese mismo paradigma- ha hecho de la inestabilidad financiera algo cotidiano y difícil de gobernar, lo que frecuentemente genera faltantes repentinos de divisas -más cercanos al concepto de problemas de caja-, que muchas veces es necesario cubrir con nuevos préstamos del exterior.
Ante una realidad así, la adaptación de la idea de solución del gobierno ha ido de un cierto decoro nacionalista (aun dentro de una perspectiva neoliberal) a la actitud del avestruz: de un "no se puede renunciar a crecer por pagar" se ha pasado a la idea de que el problema de la deuda ya está solucionado, pues la solidez "coyuntural" y "estructural" de nuestra economía nos permite acudir con éxito al mercado internacional de capitales para refinanciar nuestra deuda; es decir, la solución oficial consiste en procurar condiciones para que siempre haya créditos contingentes en los Organismos Financieros Internacionales (OFIS), institucionales o multiinstitucionales como el llamado "blindaje", colocaciones exitosas (aunque caras) en los mercados voluntarios o, en caso extremo, paquetes emergentes como el "Clinton" de 1995.
Con una visión así, poco importa que la deuda llegue a duplicarse o triplicarse, pues siempre habrá recursos para ir pagando el servicio que genera. En síntesis, el logro social del neoliberlismo mexicano --"maduro"-- en materia de deuda externa consiste en mejorar el perfil de pagos de una deuda que en el mejor de los casos tiende a eternizarse, en vez de que ese logro fuera tapar el barril sin fondo que significa pagar anualmente al exterior órdenes de magnitud de 7,000 millones de dólares (deuda pública) y 5,000 millones de dólares (deuda privada), sólo por concepto de pago de intereses.
La evolución de la deuda pública externa
A grandes rasgos, se pueden ubicar tres grandes fases en el ciclo que comenzó en los años cuarenta, después de que se solucionó el problema de la llamada deuda antigua y el país volvió a ser sujeto de crédito. En una primera fase la economía mexicana creció a altas tasas, aunque sólo hasta los años cincuenta comenzó a depender sistemáticamente del endeudamiento externo, tanto para financiar la inversión pública como para cubrir los déficit en cuenta corriente. Esto permitió establecer la planta industrial del país, además de impulsar y hasta cierto punto consolidar un fuerte sector privado. En estos años, que abarcan hasta los sesenta, la deuda representa en buena medida un instrumento para el desarrollo del país.
En una segunda fase, la del desencadenamiento de la crisis, la deuda sirvió para enfrentar la crisis misma, generada precisamente por el lado de los créditos al exterior. En un comienzo, se utilizó todavía para fines de inversión pública (como uno de los mecanismos para enfrentar la recesión), así como para intentar enfrentar los problemas de los desequilibrios crecientes con el exterior (comercio, fugas de capitales, etcétera). En estos años, el crecimiento de la deuda fue explosivo. Pero a partir de 1982, la deuda externa sirvió esencialmente para pagar los vencimientos de las amortizaciones más urgentes de la deuda misma, mientras el estancamiento de la economía, al generar una brutal caída de las importaciones, sirvió para detener la sangría de divisas e incluso generar algunos excedentes con los cuales poder complementar las divisas para pagar los compromisos de la deuda externa.
Una tercera fase, iniciada en 1988, correspondió al uso de la inversión extranjera para cubrir los déficit en las transacciones corrientes con el exterior, mientras la deuda comenzó a utilizarse principalmente para el pago de la propia deuda (política de refinanciamiento).
En cortes de tiempo más breves, la evolución descrita discurre en ciclos sexenales de sobreendeudamiento, explicados en su mayoría por las tendencias de nuestros gobiernos a rezagar el valor real del tipo de cambio y a sostener el crecimiento económico, a costa de un ajuste preventivo que reordene las cuentas con el exterior. Este error ha sido típico, sin importar que se trate de gobiernos de corte estatista o neoliberal.
Una periodización cíclica del sobreendeudamiento pudiera incluir las siguientes fases: los años de auge del desarrollismo (1958-1970); contrariamente a la visión más difundida durante el desarrollo estabilizador, la deuda externa presentó un mayor crecimiento que en los decenios de 1940-1950, con aumentos de 100 por ciento y 150 por ciento en los gobiernos de Días Ordaz y López Mateos, respectivamente; en 1970, la deuda pública bruta llegó a 4,262 millones de dólares (mdd). La crisis del desarrollismo tiene lugar entre 1971 y 1982. Dos ciclos sexenales de sobrendeudamiento ponen fin a la etapa de financiamiento mediante crédito bancario, mientras en el ciclo sexenal de Echeverría la deuda creció 360 por ciento hasta llegar a 19,600 mdd; en el de López Portillo aumentó 200 por ciento hasta llegar a 58,874 mdd.
Los años de la crisis de la deuda van de 1983 a 1989. El país vivió convulsionado por el lastre de una enorme deuda, debatiéndose prácticamente en moratorias temporales y renegociaciones parciales; ello implicó que la deuda pública externa alcanzara un monto de 81,003 mdd, o sea un aumento de 38 por ciento. Los años de la reducción negociada y de un nuevo ciclo sexenal corresponden a 1989-1994), cuando, a pesar del Plan Brady y la fuerte entrada de inversión extranjera, la deuda aumentó casi 6 por ciento, y llegó a 85,436 mdd; aunque con una explosión posterior como bomba de tiempo, habría que sumar a esa cifra los 30,000 mdd de deuda emergente que significó la "operación tesobonos", con la cual Carlos Salinas esquivó el ajuste cambiario y heredó la más reciente gran crisis a su sucesor.
Finalmente, de 1995 a la fecha, en que se cubrió el préstamo emergente del tesoro de Estados Unidos y en que ha imperado la política de refinanciamiento -fundamentalmente por medio del mercado de capitales- hasta llegar a la tesis oficial de solución definitiva. En 1998, la deuda pública externa fue de 92,295 mdd, lo que significa un aumento de 8 por ciento respecto del saldo de 1994. Como se ve hasta aquí, la deuda no ha dejado de crecer a pesar de que el país no ha dejado de pagar (anótese que ni en las mejores negociaciones se ha dejado de pagar un sólo centavo de dólar de intereses). Ese es el verdadero negocio de la dependencia financiera para nuestros acreedores, al cual como veremos se sujeta hoy sin decoro nuestro gobierno.
Estimado amigo este artículo fue escrito por el José Antonio Farías Hernández y se denomina "El problema de la deuda externa y sus principios de solución". Si aún necesitas algo más sobre este tema estaré aquí para con mucho gusto ayudarte en lo que necesites.
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