Para ser un monstruo merecedor de ese nombre, y dado que nadie alega haberle visto tan de cerca como para llamarle feo, tiene que ser un animal muy grande. Un animal muy grande necesita comer mucho, especialmente si es endotermo (de «sangre caliente») como tiene que ser necesariamente para poder vivir en un lago nórdico, siempre a baja temperatura (la media es T=5,5°C), no en un mar o lago tropical, y por lo tanto no puede haber mucha densidad, tienen que ser pocos individuos. Es así porque la producción primaria de un lago situado ahí es necesariamente modesta; tanto si es herbívoro como si es carnívoro, no hay alimento para que haya una población densa de animales grandes, y sólo una población densa puede durar mucho. El efectivo (número de individuos) de las poblaciones fluctúa de manera natural, por los azares de la supervivencia individual y los cambios ambientales; como consecuencia, las poblaciones aisladas y pequeñas se extinguen más o menos pronto.
Los grupos de grandes reptiles acuáticos, como los plesiosaurios, se extinguieron masivamente, sin casi excepción, en un episodio ocurrido hace 65 millones de años que marca el final de la Era Secundaria. No puede tratarse de ninguna manera de una población residual, actualmente reducida, de un grupo largamente superviviente y numeroso, porque tendríamos restos fósiles en los muchos yacimientos sedimentarios de origen marino posteriores (del Cenozoico).
Aunque la falla en que se sitúa el lago es muy antigua, el lago no lo es. El Loch Ness se llenó de agua en el Holoceno, hace sólo unos 10.000 años, la última vez que se retiraron los hielos, porque antes estaba cubierto por un casquete glaciar, semejante al que todavía cubre Groenlandia.
Además, tanto si fuera un gran reptil como si fuera un mamífero gigante —por ejemplo un cetáceo de rasgos primitivos como los fósiles Rhodocetus y Basilosaurus— tendría que salir a respirar con mucha frecuencia, y avistarlo tendría que ser común, algo diario.
La imaginación es una virtud necesaria para quienes eligen investigar la realidad humildemente, atentos a las innumerables maravillas con que premia a la curiosidad. La fantasía es la trampa en que se empantanan los que prefieren engañarse a sí mismos antes que renunciar a su fe (como dijo alguien, fe es creer lo que sabes que no es cierto). No hay hecho empírico ni argumento lógico capaz de cambiar las convicciones de los que eligen esta actitud. Lo gracioso es que se consideran «escépticos», porque rechazan los argumentos, en vez de crédulos. En todo caso éste es un juego divertido con el que pasar un rato.
Buen argumento, pero ¿y la ilusión de los lugareños? je je - Ivan Ferrer
exelente disertacion y una lógica impecable, simplemente la naturaleza hace su eleccion y sin procreacion no puede seguir la vida y solo se habla de un animal- pero....el pueblo necesita del turismo. - mlbdata