El día 2 de Marzo de 1963, un hombre llamado Ernesto Arturo Miranda secuestró a una joven en Phoenix, Arizona, la violó y la asesinó en el cercano desierto, dejando el cadáver sin sepultar. Ante la denuncia de los padres de la chica, la policía se movilizó y no tardó en dar con el cuerpo, que fue recuperado entre una enorme conmoción social. No tardaron en dar con Miranda, un malhechor con numerosos antecedentes, al cual detuvieron y llevaron a comisaría para interrogarlo. Miranda reconoció todo pausadamente, y dio todos los detalles acerca del crimen. Meses después la Corte de Arizona lo condenó a muerte. Miranda apeló la sentencia, que fue ratificada por el Tribunal Supremo del Estado. Finalmente el Tribunal Supremo de los Estados Unidos se reunió en una sesión especial en 1966, y ante la enorme perplejidad de la ciudadanía americana, ordenó la inmediata puesta en libertad sin cargos de Ernesto Miranda. El Tribunal Supremo apreció el argumento de apelación de la defensa de Miranda: había sido interrogado sin que se le advirtiese de que tenía derecho a un abogado, y declaró solo en presencia de la policía. La confesión, principal prueba incriminatoria, fue anulada y con ella la condena. El país entero se quedó atónito. Richard Nixon y la Mayoría Moral Americana se estructuraron inmediatamente en torno al escándalo y fue el respaldo definitivo a los republicanos para el mantenimiento y eclosión de la guerra del Vietnam, el prohibicionismo y la aparición de Kissinger, el Secretario de Estado genocida que habría de poner dictaduras en todos los países latinoamericanos. Esa es la enorme trascendencia del caso Miranda, que además provocó un cambio radical en todas las legislaciones criminales de los países democráticos. El caso Miranda dio origen a los "derechos Miranda" que se han aplicado con rigor desde entonces: el detenido tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga será utilizado en su contra y tiene derecho a un abogado, que de no poder pagarlo le será asignado de oficio. En las películas originales americanas los policías no dicen "léele sus derechos", sino "léele los Derechos Miranda", (Miranda Warning), lo que sería incompresible para un espectador no norteamericano. En el año 1976, Ernesto Arturo Miranda recibió una cuchillada en el transcurso de una pelea tabernaria en Sausalito, que le provocó la muerte. Su asesino exigió, antes de declarar, que le leyesen los Derechos Miranda, el Miranda Warning.
Juan Carlos Grisolía