El problema de “lo real” es de los clásicos en filosofía así que dediquémosle unas palabras más.
Dado que ha sido tratado en el cine y la literatura y con similares argumentos, tomemos por ejemplo el caso de Matrix por ser quizá de las obras más conocidas. El modo en que Morfeo presenta a Neo el problema de lo real, sugiere que es imposible diferenciar el sueño de la realidad. Esta duda en cambio, viene de dar por hecho que el ser humano se vale únicamente de sus cinco sentidos para percibir la realidad.
Es aceptado que la percepción de la realidad y el conocimiento de las cosas, depende de la naturaleza del sujeto. ¿Cómo es posible entonces afirmar lo que pasa por la mente de un ser cuyo cerebro está en una cubeta conectado a un ordenador mandándole impulsos eléctricos? La respuesta es que tal cosa es mera conjetura.
El limitado grado de conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos debería hacernos ver que la capacidad y reacciones del ser humano así como el modo en que la vida se abre paso, cuyo mecanismo se hallan también en el ser humano, van mucho más allá del esquema en el que se le ha pretendido encajar.
El problema de “lo real” es, por nuestra situación, irresoluble. Para la resolución de cualquier problema es preciso conocer las reglas, sin embargo aquí las reglas son lo desconocido. No sabemos a qué jugamos y queremos hacer movimientos para cambiar el resultado.
Nuestro mayor problema no es que estemos soñando o en el mundo real, es que sea cual fuere nuestra situación no la sabemos con certeza.
El ser humano precisa de la verdad para la vida. Como ser racional, debe alimentar su razón y el único alimento que la razón sabe procesar y asimilar es la verdad. No ha de ser la verdad estricta, aunque tenemos tendencia a ella, se trata de tener un valor al que asignar la cualidad de verdad. Si creemos que la verdad es que estamos en el mundo real, seremos felices en esa verdad. Si por verdad tenemos que estamos soñando, entonces viviremos un sueño. Pero si dudamos de cuál es la verdad de este mundo, entonces solo haremos que buscarla y no viviremos. Se nos derrumbará el mundo y nos sentiremos perdidos. Por lo tanto, dadas nuestras circunstancias lo más sabio es vivir olvidándose de si estamos soñando o despiertos y así seguro que vivimos de acuerdo a la verdad.
Dado que el propósito de la vida es disfrutar de lo que nos puede ofrecer, la verdad más obvia es que debemos desechar la idea de que este mundo no es real. Esta es la conclusión a la que un ser dotado de razón debería llegar de inmediato. El ser en cuestión se diría: Poseo una cualidad, la razón, que ningún otro ser posee. Por un lado me brinda la oportunidad de hacerme preguntas que me destruyen pero por otro me brinda la oportunidad de tomar una elección y vivir feliz con ella para no tener que hacerme esas preguntas. ¿Qué es lo más racional y acorde con la vida? Esto es por lo que Descartes entendía que no podía ser cierta la teoría del genio maligno. La vida nunca es un despropósito. En todo aso, es una experiencia llena de dificultades pero con un fin mayor que es disfrutar de ella.
No hay realidad que se sostenga por más real que sea, si en nuestra mente no hay una verdad que la sustente.
Hemos tomado el hábito de dudar de todo para compensar el peor hábito de llamar verdad a cosas sin necesidad de ello, o peor, sabiendo que no lo eran.
La opción de salir en busca de lo desconocido parece justificar el extremo de tener que hacerlo a expensas de perder de vista la verdad más importante que es la que pisamos.
En ocasiones es más importante el valor práctico de una verdad, que la medida en que esa verdad lo sea, incluso si sabemos que es una falsedad. Estamos tan acostumbrados a que valores falsos se acuñen en la moneda de la verdad que el problema es que empezamos a considerar que hay más de una verdad o verdades múltiples.
Sin embargo, observando el mundo y la naturaleza, se ve con claridad que se sustenta por la verdad. La verdad por tanto, quiere aflorar y tarde o temprano lo hace. Forma parte de la naturaleza. Así pues, quien anhela la verdad, nada se la prohíbe, ni siquiera las limitaciones que la naturaleza le ha impuesto.