Para que se pueda transmitir el VIH, se tienen que dar tres circunstancias de forma simultánea: 1. Persona con VIH y con carga viral detectable. 2. Cantidad perceptible y evidente de fluido infeccioso reciente. 3. Puerta de entrada: mucosas (relaciones sexuales) o herida abierta y profunda (compartir jeringuillas).
Está demostrado el alto potencial de la enzima llamada “lisozima” que se encuentra en la saliva y las lágrimas, contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), cuando se encuentra en pequeña cantidad.
Las autoridades médicas y científicas están de acuerdo en que el VIH no sobrevive con facilidad fuera del cuerpo, lo cual hace muy remota la posibilidad de una transmisión ambiental. El tiempo de vida del virus fuera del cuerpo, depende de numerosos factores y circunstancias como son: el tipo de fluido en el que esté, la concentración viral, la cantidad del mismo, la temperatura, el grado de humedad del exterior… Por tanto, no existe un tiempo determinado y concreto, sino que este varía en función de las variables anteriormente mencionadas. Además, otros factores y agentes también son determinantes. Si sometemos al virus a la acción de lejías, ácidos, compuestos de cloro, alcoholes, jabones…también alterará el tiempo de supervivencia. Como norma general, se establece que la supervivencia del VIH fuera del organismo es muy corta. El aire no "mata" al VIH, pero la exposición al aire, seca el fluido que contiene el virus y eso destruye o descompone la mayoría del virus muy rápidamente. No se ha notificado ningún caso de infección con VIH debida al contacto con objetos ambientales. El VIH es muy frágil y muchas sustancias comunes pueden matarlo, como el agua caliente, el jabón, el cloro y el alcohol.