Historia de mexico

Quien introdujo las reformas borbonicas en la nueva españa y en que año

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En un sentido las reformas fueron una "segunda conquista de América", ya que si bien España estaba preocupada por el equilibrio del poder colonial, por la penetración y expansión británica y por la preponderancia de los extranjeros en el comercio hispanoamericano, la nueva legislación apuntaba más a los propios súbditos: el principal objetivo era controlar a los criollos. Las reformas apuntaron en varias direcciones: la administración, las corporaciones, la economía, la inmigración y los cambios sociales.
I. Faceta administrativa
Esta segunda conquista fue ante todo burocrática: creó dos nuevos virreinatos (el de Nueva Granada y el del Río de la Plata) y otras unidades administrativas. También nombró nuevos funcionarios: los intendentes. Éstos no eran simples cambios fiscales y administrativos sino que suponían una supervisión más eficiente de la población. Los intendentes eran instrumentos de control social, enviados por el gobierno imperial para recuperar América.
La ordenanza de Intendentes del 4 de diciembre de 1786 terminó con los repartimientos y reemplazó a los corregidores y alcaldes mayores por intendentes asistidos por subdelegados en los pueblos de indios. La nueva legislación introdujo la paga a los funcionarios, y garantizó a los indios el derecho a comerciar libremente con quienes quisieran. Los terratenientes y financistas vieron restringida la utilización de mano de obra pues la Corona interponía su soberanía entre la empresa privada y el sector indio. Los nuevos funcionarios rápidamente fueron persuadidos de volver al antiguo método y el experimento resultó breve porque estas medidas fueron saboteadas dentro de las colonias.
II. Aspectos anticorporativos
La política borbónica también se oponía a las corporaciones, que gozaban de una situación y privilegios especiales. Las más importantes eran la Iglesia y el Ejército.
La Iglesia
Los liberales reformistas debilitaron a la Iglesia. El primer choque fue en 1767 con la expulsión de los Jesuitas: 2.500 en total y la mayoría de ellos, criollos que quedaron sin misiones y sin patria. No se dieron razones para la expulsión pero fue un ataque a la semiindependencia de la orden jesuítica y una reafirmación del control imperial.
La Iglesia era una corporación cuya misión religiosa estaba sostenida por dos fundamentos poderosos: sus fueros y sus riquezas. Los fueros le daban inmunidad clerical y la excluían de la jurisdicción civil. Su riqueza estaba formada no sólo por el diezmo y las propiedades sino también por un enorme capital amasado con los legados de los fieles, con lo cual cumplía funciones de banco, de gran sociedad mobiliaria y de principal deudor hipotecario.
Los reformadores intentaron colocar al clero bajo jurisdicción de tribunales seculares y reducir la inmunidad clerical. Luego pensaban atacar sus propiedades pero la Iglesia reaccionó enérgicamente y resistió, apoyada por criollos. El fuero era el único patrimonio material del bajo clero; al ser enajenado para siempre, muchos de ellos quedaron en la pobreza y luego se hicieron insurgentes y revolucionarios.
Los Jesuitas
Los Jesuitas tenían gran libertad y eran económicamente poderosos. Poseían haciendas y otras formas de propiedad y actividades empresariales prósperas.
Los criollos consideraron la expulsión como un acto de despotismo (de los 600 expulsados en México, 450 aproximadamente eran nacidos allí). Su exilio a perpetuidad fue causa de gran resentimiento entre los familiares y simpatizantes de la orden.
Su destierro dio origen a un americanismo cultural y colaboró con las tendencias nacionalistas o regionalistas.
El Ejército
Otro centro de poder y privilegio era el Ejército. Como España no mandaba ejércitos ni los podía mantener, dependía de las milicias coloniales, que a mediados del XVIII fueron ampliadas y reorganizadas. Las reformas permitieron a los pardos acceder a las milicias y comprar la blancura legal "que sea tenido por blanco", mediante la adquisición de las " Cédulas de gracias al sacar". Nueva España, por ejemplo, creó un ejército colonial formado por criollos y mestizos y -para fomentar el alistamiento-, éstos fueron admitidos en el fuero militar que extendía los derechos e inmunidades que ya tenían los militares españoles, es decir, la protección de la ley militar con el consiguiente detrimento de la jurisdicción civil. Este gran ejército modelado por España luego fue utilizado en su contra.
III. Control económico
Desde el control económico, intentaron sacarle poder a los extranjeros y destruir la autosuficiencia de los criollos haciendo que la economía colonial trabajara directamente para España, enviándole el excedente de producción que antes retenían. Desde 1750 la corona hizo esfuerzos para aumentar el ingreso imperial. Se amplió el monopolio estatal del tabaco y la administración directa de la alcabala (impuesto que anteriormente había sido cedido a contratistas privados). Los planificadores reformistas intentaron aplicar una nueva presión fiscal a una economía expansiva y controlada.
Entre 1765 y 1776 cambiaron las reglas del comercio colonial: redujeron tarifas, abolieron el monopolio de Cádiz y de Sevilla, abrieron libres comunicaciones entre los puertos de la península con los del Caribe y del continente y autorizaron el comercio intercolonial. Este "libre comercio" entre España y América para 1778 se había ampliado hacia Perú, Buenos Aires y Chile y, en 1789, hasta Venezuela y México. Combinado con la ampliación de la libre trata de esclavos de 1789, el permiso para comerciar con colonias extranjeras de 1795 y en navíos neutrales desde 1797 (renovado periódicamente), amplió enormemente el comercio y la navegación entre América y Europa.
Las medidas dieron sus frutos: en 1778 se enviaron 74,5 millones de reales y en 1784 aumentaron a 1.212,9.
Mientras que España no pudo utilizar su monopolio con eficacia -por las guerras napoleónicas y el bloqueo británico-, los comerciantes extranjeros penetraron en América. Cargados de manufacturas, sólo sacaron metales preciosos que tenían demanda constante en el mercado mundial; la minería mexicana, por ejemplo, encontraba compradores pero la producción textil de Querétaro y Puebla, florecientes en el siglo XVIII, y ahora en retroceso. Al continuar excluida del acceso directo a los mercados internacionales (aquí seguía habiendo monopolio español), quedaba claro que América debía exportar únicamente materias primas y comerciar sólo con España.
Los intereses económicos americanos no eran homogéneos; había conflictos entre las distintas colonias y en el seno de las mismas. Pero todos deseaban tener un gobierno que cuidara sus intereses aunque se limitara a proteger la libertad y la propiedad. Los americanos eran cada vez más escépticos sobre la posibilidad de que España pudiera hacerlo.
Presión fiscal
La alcabala era el impuesto clásico, con las reformas aumentó del 4 al 6 % y su cobro se exigía rigurosamente. Este aumento de los impuestos, serviría para pagar las guerras de España en Europa. A partir de 1765, la resistencia a la tributación fue constante y en algunos casos violenta; más aún cuando en 1779 la metrópoli aumentó la presión debido a una nueva guerra con Inglaterra. En Perú, los motines de los criollos sólo fueron superados por la rebelión indígena de Túpac Amaru y, en 1781, los contribuyentes mestizos -los comuneros de Nueva Granada- sorprendieron a las autoridades por la violencia de su protesta. También los cabildos (única institución donde estaban representados los intereses criollos) se opusieron implacablemente. Con las reformas los funcionarios reales sujetaban a los cabildos a una supervisión cada vez más estrecha. Desde 1790 los concejales se opusieron al control y exigieron el derecho no sólo a cobrar impuestos sino también a controlar los gastos.
Libre Comercio
El libre comercio es uno de los grandes equívocos de la historia. Para los americanos no fue ni comercio ni libre; ya que luego de 1765 tuvieron menos libertad y continuaron sujetos a un monopolio más eficiente que los excluía específicamente de los beneficios de los que gozaban los españoles. Si bien el decreto de 1765 permitió a los cubanos comerciar con España en los mismos términos que los españoles, esta concesión no se extendió a todo el continente. Los españoles continuaron monopolizando el comercio y la navegación transatlántica mientras que los americanos estaban confinados al comercio intercolonial. Esto recién se modificó en 1796 cuando ya era tarde. Además el comercio libre tenía un defecto básico: suponía la ruina de las incipientes economías coloniales porque las diferentes regiones americanas no podían responder con suficiente rapidez a la apertura de las importaciones. En 1786 Lima recibió 22 millones de pesos de importaciones (antes importaba un promedio anual de 5 millones). De este modo, los mercados de Perú, Chile y Río de la Plata quedaron saturados y si bien bajaban los precios a los consumidores, arruinaban a muchos mercaderes locales y drenaban el dinero de las colonias. Peor aún, resultaban la muerte de las industrias locales: los obrajes de textiles de Quito, el Cuzco y Tucumán, las herramientas de Chile y la vinicultura de Mendoza.
El problema crucial de la invasión de manufacturas europeas es que agravó la situación colonial de América e intensificó su subdesarrollo, porque las colonias eran incapaces de absorber las importaciones mediante el incremento de la producción y exportación. La dependencia económica tuvo sus orígenes en esta nueva etapa puesto que no protegieron los propios productos; los americanos pedían en vano que frenaran las manufacturas importadas porque las pocas industrias existentes se hallaban en grave peligro.
IV. Nuevos inmigrantes
La segunda conquista se reforzó con las continuas oleadas de inmigrantes procedentes de la península. Los burócratas y comerciantes que llegaban, eran preferidos para la alta administración y el comercio. El decreto de 1778 fue la señal de una inmigración renovada y de un nuevo proceso de control. Durante el período 1780-1790 el nivel de inmigración desde España a América fue cinco veces más alto que en 1710-1730.
Los americanos los llamaron gachupines o chapetones despectivamente. Eran un nuevo tipo de inmigrantes, jóvenes de origen humilde venidos de la región cantábrica que buscaban "hacer la América". Estos recién llegados entraban como aprendiz en un negocio; por un tiempo el patrón les retenía sus ganancias, luego les entregaba todo junto -los salarios e intereses- para que pudieran poner en marcha su propio negocio. Con este sistema, rápidamente los recién llegados formaron una próspera clase empresarial activa en el comercio y la minería.
V. Cambios sociales
Las sociedades coloniales estaban compuestas por una gran masa de indígenas, negros y mestizos, los blancos eran minoría.
La base india era amplia en Perú, México y Guatemala, menor en Chile y en el Río de la Plata. Los indios, pueblo conquistado, estaban obligados a vivir en una situación social inferior, sujetos a tributos y a servicios personales y públicos.
Los esclavos negros ubicados en el norte de Sudamérica y en el Perú eran numerosos. De estos descendían los negros libres y mulatos (llamados pardos o castas).
La ley del 10 de febrero de 1795 anuló la denominación de "infames" a los pardos y les permitió acceder a educación, casarse con blancos, tener cargos públicos y recibir órdenes sagradas. Por un lado, con la venta de blancura la Corona conseguía dinero pero también reconocía el hecho de que los pardos crecían numéricamente y era necesario aliviar la situación frente a las injusticias. Además, la movilidad social afectó a los hacendados por la pérdida de la fuerza de trabajo en un período de expansión de la hacienda y de crecimiento. Este liberal ataque contra los valores señoriales terminó robusteciéndolos porque los blancos reaccionaron contra esta reforma social. Obviamente las regiones con mayor cantidad de pardos realizaron el rechazo más fuerte.
Ejemplos de rechazo a los cambios sociales
Fue Venezuela, con su economía de plantaciones, mano de obra esclava y numerosos pardos (entre ambos grupos, 61% de la población), quien inició el rechazo de la política social: la aristocracia venezolana -terratenientes y comerciantes blancos- resistieron el avance de la gente de color, rechazaron la nueva ley de esclavos, protestaron contra las Cédulas de "gracias al sacar" y se opusieron a la educación popular.
La situación llegó a una crisis en 1796 cuando se garantizó un nivel social mejor a un pardo, el doctor Diego Mejías Bejarano, dispensado de la calidad de pardo y se le permitió a sus hijos vestir como blancos, casarse con blancas, obtener cargos públicos y entrar en el sacerdocio. El cabildo de Caracas protestó argumentando que esta política conduciría a la subversión del orden social, la anarquía y la ruina del Estado.
La corona repudió esos argumentos y ordenó a sus funcionarios jurídicos aplicar la Cédula, pero cuando en 1803 el hijo de Mejías intentó entrar a la Universidad de Caracas, ésta lo rechazó.
México tenía situaciones similares y cuando en 1810 se levantaron las masas con Hidalgo, los criollos descubrieron que ellos eran los únicos guardianes del orden social y de la herencia colonial.

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