Una curiosidad sobre Perón

Al experto que me contestó sobre el mensaje del Gemeral Peron a los argentinos del siglo 21, quiero saber coo termina. Gracias

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Lamento mucho si me adelanté a la contestación del experto del cual no sabes el nombre y te contestó en forma incorrecta.
El tema es así:
El 17 de agosto de 1950, al celebrarse el centenario del nacimiento del general San Martín, el general Perón enterró en Plaza de Mayo, al pie de la pirámide histórica, su mensaje a la juventud argentina del año 2000. Luego, en el gobierno de la dictadura de la llamada revolución libertadora, dicho mensaje fue extraído y destruido sin darse a conocer su contenido. El general Perón en 1968, en su libro La Hora de los Pueblos, reprodujo el escrito. Además de los conceptos del mensaje, no debemos dejar de advertir que las actuales dirigencias -que apuestan al pensamiento único, a la primacía de lo económico sobre lo político, y a la pérdida de la historia de los pueblos- han olvidado, no casualmente, dos fechas importantes coincidentes para los argentinos: los 150 años de la muerte del general San Martín y los 50 años del depósito del mensaje que el presidente constitucional argentino destinó a toda la juventud argentina del comienzo del milenio y que debió abrirse el 17 de agosto del año 2000.
El mensaje es de gran realismo en su diagnóstico, pero profundamente esperanzado, a pesar de las derrotas y de las claudicaciones. Su concepción lo hace vigente, sin olvidar que en los últimos años han ocurrido y ocurren hechos que incorporarían pesimismo al diagnóstico y exigirán potenciar mucho más aún la dimensión esperanzadora que propone.
El mensaje:
Jóvenes Argentinos:
La juventud argentina del año 2000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas encaminadas a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes, y también si sus actos y doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para considerar la paz entre las naciones.
Por desgracia para nosotros, ese balance no nos ha sido nada favorable. Anticipémosnos a él para que conste al menos nuestra buena fe y confesemos lealmente que ni los rectores de los pueblos ni las masas regidas han sabido lograr el camino de la felicidad individual y colectiva.
En el transcurso de los siglos hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico, y si cada día se avanza en la limitación del dolor es solamente en su aspecto físico, porque en el moral el camino recorrido ha sido pequeño.
El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la comprensión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas.
Esta acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Cierto de que en uno y otros se dan ejemplos de altruismo, pero como hechos aislados de poca o ninguna influencia en la marcha de la humanidad. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso a favor de los nobles ideales y de las causas justas, pero la realidad nos llama a sí y nos hace ver que todo era una ilusión. Apenas terminada una guerra, ponemos nuestra esperanza en que ha de ser la última, porque las diferencias entre las naciones se han de resolver por las vías del derecho aplicado por los organismos internacionales. Pocos años bastan para demostrarnos con un conflicto bélico de mayores proporciones el tremendo error en que habíamos caído. Hasta el aspecto caballeresco de las batallas se ha perdido y hoy vemos con el corazón empedernido cómo al cabo de 20 siglos de civilización cristiana caen en la lucha niños, mujeres y ancianos.
Apenas un conflicto social ha sido resuelto.

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