Década infame

Me gustaría obtener información acerca de la década infame. Ya que tengo que realizar una monografía a partir de la siguiente hipótesis: "la década infame se inicio a causa de la recuperación del poder por parte de los conservadores utilizando mecanismoas y estrategias que afectan al aspecto social, económico y político"
Desde ya muchas gracias.

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La década infame
José Felix Uriburu
Fue el realizador del primer golpe de estado del país . Inspirado en la ideología totalitaria de Mussolini propició la reforma de la Constitución y de la ley electoral por otro sistema que incluyera un esquema corporativo y la instauración del "voto calificado" en reemplazo de los partido políticos. En el plano político se recurrió a la ruptura del orden legal declarando el estado de sitio, la censura, las intervenciones provinciales y el fraude electoral. En el plano económico le duro una grave recesión como consecuencia del crack bursátil norteamiercano el año anterior
1930-1932
Agustín P Justo
Justo inició su mandato condicionado por la grave recesión económica . La recuperación económica comenzó hacia 1934 debido al aumento de los precios agropecuarios y al retorno de inversiones extranjeros. En el aspecto político contaba con el control del Congreso y de las provincias. El radicalismo promovió levantamientos en diciembre de 1932 y en enero y diciembre de 1933 pero fueron reprimidos mediante la implantación del estado de sitio y la detención y deportación de sus dirigentes. Alvear, Ricardo Rojas, Pueyrredón e Yrigoyen estuvieron entre ellos.
1932-1938
Roberto Marcelino Ortiz
Durante su gobierno se realizaron reformas en la administración de justicia y en la enseñanza y cultura en general: se llevó a cabo con la adhesión de todo el país y de América la conmemoración del cincuentenario de la muerte de Sarmiento; se creó la Universidad Nacional de Cuyo, la Comisión de Ayuda Escolar, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y el Museo Histórico Sarmiento. Ortiz estaba decidido a encarar una política destinada a terminar con el fraude y la corrupción política que caracterizaron a la "década infame" por lo que intervino algunas provincias en las que se había viciado la validez de los comicios. En 1940 el presidente Ortiz debió delegar el mando, por razones de salud, en el vicepresidente Ramón S. Castillo. El 27 de junio de ese año Ortiz renunció ante el agravamiento de la enfermedad que le causaría la muerte un mes después.
1938-1942
Ramón Castillo
Desde 1940 el presidente Roberto M. Ortiz había delegado el mando en el vicepresidente Ramón S. Castillo por razones de salud. Este ejerció la presidencia en forma provisional hasta 1942. Ese año Ortiz renunció a su cargo y R. S. Castillo asumió la presidencia de la Nación. Durante su gobierno se creó la Flota Mercante Nacional y se nacionalizó el puerto de Rosario y el ferrocarril del Estado (hoy Gral. Belgrano). La guerra europea agravó los problemas económicos de nuestro país. A pesar de las presiones diplomáticas de los EUA el Castillo mantuvo la neutralidad argentina en el conflicto. No estaba interesado en las reformas de la vida política nacional. Se sucedieron las denuncias sobre corrupción que involucraban a ministros de la Nación y a otros funcionarios. La candidatura de R. Patrón Costas, cuya figura representaba el fraude y la corrupción de los años '30, desencadenó la intervención del Ejército el 4 de junio de 1943. El derrocamiento de Castillo contó también con el apoyo de los radicales y de los Estados Unidos
1942-1943
Hoy en día se entiende por "la década infame" al período 1933-1943 de la política argentina. El rótulo lo puso José Luis Torres con su obra homónima, en la que hizo algunas denuncias contra la honra de algunos funcionarios.
Era una época en la que, "todavía", importaba la honra y el honor de las personas, por lo cual sus acusaciones, más o menos ciertas, produjeron efecto. Mucha gente, de buena fe, creyó que la denuncia traería aparejada una purificación en el manejo de la cosa pública; "todavía" no se podía dudar de que el estigma no desembocara en una mayor limpieza en el proceder de los funcionarios.
La historia ha demostrado que no fue así. Las décadas subsiguientes, con mayor o menor gravedad, demostraron que la corrupción no sólo continuó y fue "in crescendo" sino, lo que es aun peor, la sociedad la fue aceptando con indiferencia o cinismo. Si en un primer momento se llegó a condonar los manejos dolosos con la excusa de que el gobierno dejaba obra, muy pronto se pudo comprobar que aquellos aumentaban y la obra de gobierno brillaba por su ausencia.
Además, si en la famosa década infame -que no fue tanto comparativamente hablando con otras que vendrían- hubo algunos negociados como el de la CADE, el de los colectiveros o el de las tierras del Palomar, que en general fueron a nivel municipal, de poca monta e inclusive en el último caso llegó a haber un suicidio por que el honor todavía formaba parte de un elenco de condiciones imprescindibles para ejercer cargos públicos.
Como quiera que sea, lo de la "década infame" ha sido adoptado por historiadores de pacotilla y por comunicadores sociales al punto que hoy, merced al poder multiplicador de los medios, es difícil ignorarlo y menos aún ponerlo en duda. En nombre de la libertad y de la democracia no hay espacio para discrepar. Menos aún para decir que la inmoralidad pública y la corrupción de aquellos tiempos fue cosa de niños al lado de la que hoy nos rodea por todas partes, de arriba abajo.
Pero además, hay algo que se oculta, que no se dice porque da un rotundo mentís a la leyenda negra de la década infame y es que, al mismo tiempo que pudo haber funcionarios deshonestos, hubo otros no sólo honestísimos, probos y consagrados a su función en una medida que hoy habría que buscarlos con lupa. Y por si faltara una diferencia, existía la esperanza de que todo era corregible, de que lo anormal podía enderezarse, no como ahora que cunde el desaliento entre la gente honrada y la desesperanza parece un signo total.
Pero además, hubo otra cosa en la que no se suele pensar, y es que hubo funcionarios que dejaron obra porque no se preocuparon tanto por hacer carrera como suele ser el caso actual. Ingenieros talentosos y consagrados a sus reparticiones como Silveyra en YPF, Nogués en Ferrocarriles del Estado, Allende Posse en Vialidad Nacional, y otros tantos en Obras Sanitarias de la Nación, una empresa modelo en todo sentido.
En la "década infame" el país se construía a sí mismo. Se levantaba el dique de La Viña, que en su momento fue el arco de gravedad de hormigón armado más alto del mundo, como también fue el edificio Cavanagh. Se tendía la línea hoy llamada del "Tren de las Nubes", se edificaba el conjunto balneario de Mar del Plata (Casino- Hotel Provincial), el Hotel Llao-llao, y tres líneas de subterráneos (C, DE y E del Chadopyf). Innumerables edificios públicos como el Banco Nación, el Hipotecario, el Ministerio de Guerra, el Ministerio de Obras Públicas, la Facultad de Medicina, entre otros, todos de una envergadura que hoy llamaría la atención si hubiera alguna obra así en construcción.
Nuestra Universidad de Buenos Aires brillaba por sus luminarias; el ingeniero Butty atraía estudiantes que venían de Alemania para asistir a sus clases. Médicos famosos hacían discípulos como los hermanos Finochietto, Chutro, Arce y tantos más.
En otro orden de cosas, nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores seguía una línea política ininterrumpida, por ejemplo en las relaciones con los Estados Unidos que "no eran carnales" sino formales y dignas.
Cierto que no todo eran rosas y los jóvenes de entonces lejos de dormirnos en los laureles pretendíamos más de nuestro país. Eso era normal, criticábamos al gobierno por lo que tuviera de politiquería pero no se nos ocurría poner el duda lo positivo; sobre la obra realizada demandábamos todavía más empuje y más honestidad. Todavía no había cundido el sarampión ideológico, salvo entre los resentidos sociales y quienes importaban de otras latitudes doctrinas extrañas al ser nacional.
Frente a este panorama ¿qué se puede decir hoy? ¿Dónde están las obras realizadas, no ya en una década pasada, sino en los últimos cincuenta años? ¡Hoy, precisamente, que se disuelven reparticiones públicas porque ya no cumplían con su razón de ser, que se las dejó decaer progresivamente y en tiempos en que no se provee nada en su reemplazo! ¿Dónde está el Ministerio de Obras Públicas ahora que no se está construyendo ninguna obra pública de importancia? ¿Dónde Vialidad Nacional, cuyo edificio pronto será reventado de expedientes por la estéril acumulación de causas judiciales que aumentan en la medida en que desaparecen las empresas positivas y se destruyen los caminos hechos antes?.
Asimismo, qué duda cabe, a una década de demolición. ¿Se dirá acaso, que porque ha llegado la hora de la privatización había que suprimir toda política ferroviaria, vial, de defensa, universitaria, etcétera? ¿Acaso países del primer mundo liquidaron la estructura de la administración pública para evolucionar hacia la privatización de las ejecuciones; no de las directivas?.
Todavía hay algo peor. No se están formando funcionarios sencillamente, porque se han destruido las estructuras de gobierno. El INAP podrá organizar cursos teóricos pero falta algo esencial en toda enseñanza: los maestros que enseñan con el ejemplo, los arquetipos de los que, precisamente, teníamos en abundancia en la "década infame".
Aparte de todo esto, hay que consignar el hecho de que la corrupción hoy no sólo está signada por la sensualidad del poder, por la atracción de sensaciones hedonistas sino, no menos, por la "orden" recibida de arriba de robar para la corona, para la estructura partidaria, para los grupos de presión. Nada de esto existía en la década infame, en que los ladrones públicos, si acaso, robaban para satisfacer sus ambiciones personales.
En suma, no hemos avanzado de ninguna manera para estar autorizados a calificar de infame una década en la que mucha más gente honrada que hoy ocupaba cargos públicos. Y, en todo caso, lo que corresponde es, en lugar de hacer acusaciones fáciles, exhibir mejoras concretas.
Difícilmente podamos lograr esto si no empezamos por restituir la verdad y terminamos con las historias falsificadas que, en el fondo, para lo único que sirven es para tapadera de negocios sucios, materia en la cual sí, se ha avanzado mucho, con más sofisticación, mayor envergadura y total cinismo.
Habría que agregar que, más allá de la cosa pública, los años treinta fueron brillantes en punto a la producción intelectual, pero para probarlos habría que hacer un cuidadoso relevamiento so pena de incurrir en graves omisiones. Y, finalmente, ¿cómo no recordar el extraordinario acontecimiento que constituyó el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 a partir del cual se galvanizó la presencia de una generación de jóvenes católicos con una formación intelectual inédita. ¿Cómo no recordarlo cuando veinte años después no hacíamos otra cosa que retroceder procediendo a la quema de las iglesias en Buenos Aires, en junio de 1955.
En consecuencia hay que ser muy cuidadoso en el empleo de los adjetivos. Infame implica pérdida de todo prestigio, dignidad y honradez. Yo no estoy nada seguro de que ese haya sido el sello de aquella época. Me parece que conviene mucho más a los tiempos que corren.
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Tuve que recurrir a los textos, ya no me acordaba de esta parte de la historia.

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