Crisis de ansiedad, pánico, obsesión...

Tu médico tiene razón: lo que te ocurre son síntomas de la ansiedad y angustia. Eso es un consejo necesario de dar, pero no suficiente para solucionar nada. La medicación te ayuda, pero tampoco te enseña a solucionar el problema que padeces. Lo que necesitas es que con la ayuda de un psicólogo aprendas a controlar la ansiedad.
La ansiedad es una reacción sana normal, le ocurre a todo el mundo en momentos de peligro o en situaciones preocupantes: los sistemas del cuerpo se ponen en marcha (tensión muscular, palpitaciones, sudoración, temblores, etc.) preparándose para pasar a la acción y así reaccionar rápido si fuera necesario. De hecho, una cierta cantidad de ansiedad mejora el rendimiento en estos momentos difíciles (piensa, por ejemplo, que un futbolista que no se sintiera tenso antes de un partido no podría esperar rendir al máximo). En esos casos, la puesta en marcha del sistema de alerta no es peligrosa; nadie ha muerto de sufrir ansiedad.
En tu caso, la ansiedad se ha conviertido en un problema, y eso ocurre cuando aparece en momentos en los que no existe un peligro real o cuando persiste tiempo después de terminar una situación de estrés o peligro. Si la aceleración o la alerta ocurre cuando no es necesario pasar a la acción, resulta desagradable. Sólo se sentirán entonces sus desventajas y es cuando la ansiedad empieza a interferir en la vida cotidiana y se hace imprescindible aprender a controlarla.
Por ello es necesario distinguir entre las verdaderas alarmas de las falsas. Las falsas alarmas son respuestas condicionadas, es decir, han quedado asociadas a situaciones donde la alarma no es necesaria: nuestro cuerpo pone en marcha el sistema de alerta cuando no hay fuego, ni un perro rabioso ni ningún peligro evidente. No es peligroso, pero sí molesto, muy molesto, como bien sabes.
De verdad, busca la ayuda de un psicólogo, de corriente cognitivo-conductual, y solicita que te ayude a controlar los síntomas de ansiedad y pánico.
Y tranquilo, que el problema que estás teniendo es muy frecuente: una de cada diez personas suele en algún momento de su vida consultar a un especialista por problemas de ansiedad, pánico o angustia.
Y reduce tu preocupación, ya que esos pensamientos pueden hacerte sentir más ansioso. Imagínate que un día subes corriendo unas escaleras y sientes de repente un fuerte dolor en el pecho. Te asustas y piensas "puede que tenga algún problema cardíaco". El pensar eso te asusta aún más, tu corazón late con mayor fuerza y parece que el dolor tarda mucho en desaparecer. Ese mismo día, un poco más tarde, te vuelve la misma idea a la cabeza. De nuevo aumenta tu ritmo cardíaco y te sientes asustado. Los síntomas produjeron el pensamiento, el cual te angustió e hizo que aumentaran los síntomas.