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Respuesta de teologomeno
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teologomeno, Se acuerdan del "apologista"? bueno, volví con otro nombre; ahora...
¡Que pregunta tan breve y complicada!
Veamos que puedo decir a modo de prolegómeno.
Sin dudas el hombre progresa preguntando. Pero no pregunta porque desconozca las cosas por completo. No parte de la ignorancia total, sino de un conocimiento inicial imperfecto que desea completar hasta el límite de sus posibilidades. Pero esta incesante indagación que nos lleva a encontrar la verdad en las cosas que nos rodean y de nosotros mismos, aunque nada de lo que tenemos a mano nos proporcione la última respuesta y sacie nuestras necesidades. Pero al encarar una respuesta para conocer el mundo de las cosas en ocasiones, nuestra finitud no nos permite en muchas ocasiones estar completamente seguro de cómo es la cosa. Si esto sucede en las ciencias naturales ¿qué podemos esperar de un ente inmaterial que nos trasciende completamente?. ¿Cómo podemos saber que ese ente existe? ¿Se puede saber?. La respuesta necesita matices. Por verificación directa no podemos saber (o mejor, conocer) sobre Dios; pero por medio de ciertos razonamientos (verificación indirecta, como algunos dicen) puedo llegar a un convencimiento personal, mi espíritu sentirse suficientemente persuadido como para reconocer la existencia de Dios y mi espíritu sabe que ese Dios existe; aunque no lo puedo demostrar de manera fehaciente.
Dos han sido los procedimientos o las vías que se han seguido tradicionalmente en el planteamiento del problema de Dios: el antropológico y el cosmológico.
El camino antropológico parte del análisis de la experiencia de la relación del hombre con el mundo y con los demás hombres y abarca una amplia gama de vivencias integrada por conocimientos, voliciones, sentimientos, afectos, comportamientos ético y conciencia histórica. Este análisis lleva al convencimiento de que la vida humana sobre la tierra, tomada en toda su amplitud y profundidad, es inexplicable sin la presencia de un ser desconocido, totalmente otro, que polariza y da sentido a la propia existencia.
La vía cosmológica, llamada también ontológico-metafísica, procede del conocimiento del cosmos y tiene en cuenta las características comunes de todos los seres del universos. Comprende el amplio marco de realidades de las que tenemos noticia. Al igual que el análisis anterior, éste ultimo pone en evidencia la precariedad del mundo en su estado actual y la imposibilidad de explicarse por sí mismo, así como la necesidad de otra realidad de distinto orden que posibilita su existencia.
Sobre ambas vías se han hilvanado una serie de discursos racionales que dan lugar a los distintos sistemas filosóficos y teológicos registrados en la historia. Entre ellos destacan hoy, como los más significativos, la teología fundamental clásica basada en la filosofía tomista; el neotomismo trascendental de inspiración kantiana, representado por Marechal y Rahner; el discurso teológico fundamental de la Reforma, con Barth, Bultmann y Jüngel; el discurso antropológico crítico de Pannenberg, H. Küng y X. Zubiri, basado en el «sentido racional». Todos estos sistemas, que se consideran herederos de los antiguos, pretenden establecer un encuentro con Dios a nivel intelectivo, manteniéndose fieles a la tradición filosófica y teológica.
Por tanto, a través del discurso filosófico-teológico, se puede llegar a la conclusión de la existencia de Dios.
Una cosa es absolutamente clara, como no podemos ver con nuestros propios ojos a Dios no podemos tener absoluta certeza de que Dios existe; así como tenemos certeza de que existimos, vivimos, amamos, sufrimos... y morimos.
Pero como dijo B. Pascal: «Dios existe, está escondido».
Veamos que puedo decir a modo de prolegómeno.
Sin dudas el hombre progresa preguntando. Pero no pregunta porque desconozca las cosas por completo. No parte de la ignorancia total, sino de un conocimiento inicial imperfecto que desea completar hasta el límite de sus posibilidades. Pero esta incesante indagación que nos lleva a encontrar la verdad en las cosas que nos rodean y de nosotros mismos, aunque nada de lo que tenemos a mano nos proporcione la última respuesta y sacie nuestras necesidades. Pero al encarar una respuesta para conocer el mundo de las cosas en ocasiones, nuestra finitud no nos permite en muchas ocasiones estar completamente seguro de cómo es la cosa. Si esto sucede en las ciencias naturales ¿qué podemos esperar de un ente inmaterial que nos trasciende completamente?. ¿Cómo podemos saber que ese ente existe? ¿Se puede saber?. La respuesta necesita matices. Por verificación directa no podemos saber (o mejor, conocer) sobre Dios; pero por medio de ciertos razonamientos (verificación indirecta, como algunos dicen) puedo llegar a un convencimiento personal, mi espíritu sentirse suficientemente persuadido como para reconocer la existencia de Dios y mi espíritu sabe que ese Dios existe; aunque no lo puedo demostrar de manera fehaciente.
Dos han sido los procedimientos o las vías que se han seguido tradicionalmente en el planteamiento del problema de Dios: el antropológico y el cosmológico.
El camino antropológico parte del análisis de la experiencia de la relación del hombre con el mundo y con los demás hombres y abarca una amplia gama de vivencias integrada por conocimientos, voliciones, sentimientos, afectos, comportamientos ético y conciencia histórica. Este análisis lleva al convencimiento de que la vida humana sobre la tierra, tomada en toda su amplitud y profundidad, es inexplicable sin la presencia de un ser desconocido, totalmente otro, que polariza y da sentido a la propia existencia.
La vía cosmológica, llamada también ontológico-metafísica, procede del conocimiento del cosmos y tiene en cuenta las características comunes de todos los seres del universos. Comprende el amplio marco de realidades de las que tenemos noticia. Al igual que el análisis anterior, éste ultimo pone en evidencia la precariedad del mundo en su estado actual y la imposibilidad de explicarse por sí mismo, así como la necesidad de otra realidad de distinto orden que posibilita su existencia.
Sobre ambas vías se han hilvanado una serie de discursos racionales que dan lugar a los distintos sistemas filosóficos y teológicos registrados en la historia. Entre ellos destacan hoy, como los más significativos, la teología fundamental clásica basada en la filosofía tomista; el neotomismo trascendental de inspiración kantiana, representado por Marechal y Rahner; el discurso teológico fundamental de la Reforma, con Barth, Bultmann y Jüngel; el discurso antropológico crítico de Pannenberg, H. Küng y X. Zubiri, basado en el «sentido racional». Todos estos sistemas, que se consideran herederos de los antiguos, pretenden establecer un encuentro con Dios a nivel intelectivo, manteniéndose fieles a la tradición filosófica y teológica.
Por tanto, a través del discurso filosófico-teológico, se puede llegar a la conclusión de la existencia de Dios.
Una cosa es absolutamente clara, como no podemos ver con nuestros propios ojos a Dios no podemos tener absoluta certeza de que Dios existe; así como tenemos certeza de que existimos, vivimos, amamos, sufrimos... y morimos.
Pero como dijo B. Pascal: «Dios existe, está escondido».
Perdón por seguir molestando, pero tengo unas duda más.
Sobre el apocalipsis me podrías decir un poco de lo que pasará ya interpretado [(porque si me dices que van a venir unos jinetes pus no me serviría de mucho)
¿Y otra cosa el apocalipsis habla del fin del mundo o de la humanidad?
De una vez gracias por todo
Sobre el apocalipsis me podrías decir un poco de lo que pasará ya interpretado [(porque si me dices que van a venir unos jinetes pus no me serviría de mucho)
¿Y otra cosa el apocalipsis habla del fin del mundo o de la humanidad?
De una vez gracias por todo
>>>>Me podrías decir un poco de lo que pasará ya interpretado [(porque si me dices que van a venir unos jinetes pus no me serviría de mucho) .
Cuando el Apocalipsis habla de el mundo, de la nueva creación cabe preguntarse ¿será este mismo, transformado, o bien se tratará de otro mundo que reemplace a éste? A los teólogos hoy no se le ocultan las raíces dualistas de la tesis cataclismática, que se imagina el fin del mundo como destrucción del mundo presente y creatio ex nihilo del mundo futuro. Para la teología de hoy, este esquema sustitutivo, propio de la apocalíptico, en el que desaparece cualquier rastro de continuidad en favor de una total ruptura, carece en absoluto de viabilidad. Y esto se debe a que los supuestos antropológico y cristológico de la nueva creación, tal y como los hemos visto contenidos en la Escritura y la fe de la Iglesia, postulan una identidad básica entre el cosmos actual y los cielos y tierra nuevos-. El hombre, en efecto, es solidario de este mundo, no de otro; Cristo es creador, salvador y cabeza de este mundo, no de otro. Su humanidad gloriosa. Principio renovador de toda la materia, está biológicamente emparentada con este mundo, no con otro.
Es significativo constatar que la teoría de la total ruptura, nacida del pesimismo cosmológico propio de los sistemas dualistas (apocalíptica, gnosis, maniqueísmo, etc.) volvió a encontrar un propicio caldo de cultivo en el pesimismo antropológico de Lutero y la ortodoxia reformada de los siglos XVII y XVIII y es el que se propagó a todo el evangelismo sectario moderno. Superado el trasfondo de esos diversos pesimismos, el esquema an nihilatio-creatio ex nihilo ha perdido toda credibilidad.
Por tanto, desde la visión teológica actual, la esperanza escatológico cristiana escoge un justo medio entre el espiritualismo dualista, para el cual el mundo es malo y debe ser destruido al final de los tiempos, y el materialismo monista, que ve en el cosmos una fuente de progreso permanente e inmanente y piensa en una humanidad prometeica, capaz de llegar por sí misma al vértice de su consumación. Frente a la tesis espiritualista, el cristiano cree que el mundo y el progreso no están consagrados a la destrucción, sino a una última y definitiva promoción. Frente a la utopía del progreso indefinido, el cristiano afirma que la consumación supera las virtualidades inmanentes, es don de Dios.
Desde el punto de vista de saber el CÓMO del «fin del mundo», como una descripción del mismo, poco y nada podemos saber por que aún no ha pasado, lo único que sabemos es que acaecerá.
>>>¿El apocalipsis habla del fin del mundo o de la humanidad?
De ambos, aunque no sé exactamente qué signifique eso o cómo ocurrirá.
Cuando el Apocalipsis habla de el mundo, de la nueva creación cabe preguntarse ¿será este mismo, transformado, o bien se tratará de otro mundo que reemplace a éste? A los teólogos hoy no se le ocultan las raíces dualistas de la tesis cataclismática, que se imagina el fin del mundo como destrucción del mundo presente y creatio ex nihilo del mundo futuro. Para la teología de hoy, este esquema sustitutivo, propio de la apocalíptico, en el que desaparece cualquier rastro de continuidad en favor de una total ruptura, carece en absoluto de viabilidad. Y esto se debe a que los supuestos antropológico y cristológico de la nueva creación, tal y como los hemos visto contenidos en la Escritura y la fe de la Iglesia, postulan una identidad básica entre el cosmos actual y los cielos y tierra nuevos-. El hombre, en efecto, es solidario de este mundo, no de otro; Cristo es creador, salvador y cabeza de este mundo, no de otro. Su humanidad gloriosa. Principio renovador de toda la materia, está biológicamente emparentada con este mundo, no con otro.
Es significativo constatar que la teoría de la total ruptura, nacida del pesimismo cosmológico propio de los sistemas dualistas (apocalíptica, gnosis, maniqueísmo, etc.) volvió a encontrar un propicio caldo de cultivo en el pesimismo antropológico de Lutero y la ortodoxia reformada de los siglos XVII y XVIII y es el que se propagó a todo el evangelismo sectario moderno. Superado el trasfondo de esos diversos pesimismos, el esquema an nihilatio-creatio ex nihilo ha perdido toda credibilidad.
Por tanto, desde la visión teológica actual, la esperanza escatológico cristiana escoge un justo medio entre el espiritualismo dualista, para el cual el mundo es malo y debe ser destruido al final de los tiempos, y el materialismo monista, que ve en el cosmos una fuente de progreso permanente e inmanente y piensa en una humanidad prometeica, capaz de llegar por sí misma al vértice de su consumación. Frente a la tesis espiritualista, el cristiano cree que el mundo y el progreso no están consagrados a la destrucción, sino a una última y definitiva promoción. Frente a la utopía del progreso indefinido, el cristiano afirma que la consumación supera las virtualidades inmanentes, es don de Dios.
Desde el punto de vista de saber el CÓMO del «fin del mundo», como una descripción del mismo, poco y nada podemos saber por que aún no ha pasado, lo único que sabemos es que acaecerá.
>>>¿El apocalipsis habla del fin del mundo o de la humanidad?
De ambos, aunque no sé exactamente qué signifique eso o cómo ocurrirá.
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