El aire contiene humedad (agua en fase de vapor). La capacidad del aire de absorber humedad varía con la temperatura; a mayor temperatura del aire, mayor capacidad de este para absorber agua, y a la inversa). En un invernadero hay plantas, que necesitan abundante agua, al tiempo que éste ha sido diseñado para retener el calor acumulado por los rayos del sol (impidiendo la covección) que penetran a través de sus cristales (condiciones ideales para un invernadero: calor y humedad). El aire pues, dentro de un invernadero, tiene una alta humedad relativa (relación entre la cantidad de agua que contiene, en g/m3 y la máxima que podría contener a la misma temperatura). Cuando la temperatura de un aire muy húmedo baja, su capacidad de retención de agua disminuye, alcanzando fácilmente su grado de saturación (el aire se desprende del agua sobrante). Como la temperatura en el interior es superior a la del exterior, los cristales, que están en contacto con el exterior, suelen ser las partes más frías del invernadero y contra ellos descarga el aire su humedad sobrante. Si la humedad relativa del aire es del 100% o próxima a ella, ni siquiera es necesaria una bajada de temperatura de este para que se produzca condensación: basta que haya dentro del invernadero objetos más fríos para que las moléculas de los gases del aire que los rozan se enfríen (cedan calor por conducción a estos objetos, condensando sobre ellos la humedad sobrante). Las paredes del invernadero reúnen estas condiciones, por lo que son las principales receptoras de la condensación (proceso en el que el agua pasa de fase vapor, invisible, a fase líquida, en forma de minúsculas gotitas, perfectamente visibles).