Ante todo paz y bien…
Mire, como usted lo cuenta, definitivamente ha ganado terreno; pues lo primero que uno debe de buscar a la hora de meditar es aquietar su mente y relajarse. Es decir, Estar calmo interiormente.
Usted amigo mío ya consiguió eso. Y si se distrae con un pensamiento, tranquilo no pasa nada, no se inquiete, simplemente déjelo pasar y Vuelva a su meditación. Una vez que consiguió serenarse y aquietar su mente. Con calma pasé a la meditación.
Habitualmente, se hace con la ayuda de un libro (lea libros buenos, porque hay mucho libro malo), busque buenos libros que le edifiquen y enriquezca su persona, ya sabe buenos libros que a propósito a nosotros católicos no nos faltan: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, de formación, de cultura, de ética y valores, doctrina social, escritos o biografías de santos, etc. o cualquier tema de su interés. Pero quiero reiterar, si lee cosas malas, cosas malas se le quedaran en la cabeza.
Entonces retomando, para nosotros, meditar lo que se lee, conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Se detiene en una palabra, en un pensamiento o idea que más le haya llamado la atención y es entonces donde pasa a rumiar (en su mente) la idea, pensamiento o palabra; es aquí donde se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: "Señor, ¿qué quieres que haga?".
Como le decía antes, los métodos de meditación son tan diversos como los maestros espirituales. Un cristiano debe querer meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de la parábola del sembrador (ver Mc 4, 4-7. 15-19). Pero recuerde, un método no es más que un guía; lo importante es avanzar con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús.
La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo.
Por ejemplo, en la oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los misterios de Cristo", como por ejemplo en la "lectio divina" o en el Santo Rosario (en el que contemplamos la vida de Cristo). Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús y a la unión con El.
Otra cosa antes que se me pase, una meditación se puede convertir en una Oración de reflexión. Cuando esa oración mental, en la cuál la mente, en presencia de Dios, piensa en Dios y en cosas divinas…
Aunque los afectos puedan también estar activos, en la meditación el hincapié está en el papel que juega el intelecto. De ahí que también se le llame oración mental discursiva; cuyos tres objetivos primordiales son: misterios de fe; el mejor conocimiento de lo que Dios quiere hacer en la vida de una persona; y la voluntad divina, el saber cómo Dios quiere que yo le sirva.
Hasta aquí espero haber respondido a sus inquietudes esenciales que le motivaron escribirnos.
Alabado Sea Jesucristo.