Daños y perjuicios en pequeña lesión

Interpuse una denuncia hace meses en la policia nacional a raiz de una pequeña agresión que sufrí por parte de una persona tras varios insultos y amenazas. Me citó el juzgado para que me viera el médico forense pero antes de eso he tenido que ir al juzgado de instrucción donde me han preguntado si ratifico mi denuncia y si quiero solicitar daños y perjuicios, a lo que digo que sí. Tras esto, me llevan al médico forense donde la forense corrobora el parte de lesiones adjunto a la denuncia.

Las lesiones son leves y no me han supuesto problema a la hora de desempeñar ninguna función. Sin embargo, el acoso, el acoso y los insultos sí me han supuesto quebraderos de cabeza. ¿He cometido un error al decir que sí al solicitar daños y perjuicios? ¿Qué consecuencias procesales puede suponer esto?

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Los daños y perjuicios son de las lesiones que tienes, no de las que no tienes. Y si estás incómodo con esto, tú mismo puedes dirigirte al juzgado de instrucción comunicando que las lesiones físicas no te han ocasionado impedimento alguno (e incluso, si te quedas más tranquilo, comunicas que dudas de la oportunidad de haber solicitado daños y perjuicios; con esto, ya el juez entiende perfectamente; podrías también ir a hablar con él y ver lo que te aconseja); o bien esperar al momento del juicio, si hay, o similar, y ahí lo comunicas. Efectivamente cualquier denuncia, así como cualquier acto humano, debe guiarse por la caridad, por el amor de verdad, por el Bien y la Justicia, y no por intereses menos depurados, vanos o desordenados.

Con respecto al acoso, lo que te recomiendo es ver tu parte, ver tu reacción. No temas ver tu parte, ya que esto es necesario para aprender. Que alguien haya actuado mal, no quiere decir que tú hayas respondido bien. Y tampoco puedes achacar directamente a otra persona lo que se debe a la propia respuesta. Es necesario ver esto si realmente quieres mejorar. Si uno se engaña pensando que él ha hecho todo bien, y que todo se debe a que los demás son muy malos, se quedará superficialmente quizá muy tranquilo, ya que en el fondo no se engaña, pero no aprenderá nada, ni temderá a rectificar en su conducta.

Ante cualquier conducta o agresión externa, uno debe reaccionar con conducta buena en sí misma, y con auténtica buena intención, pensando en el bien de verdad de todos. No es una buena respuesta si uno responde con conducta mala, y tampoco si responde con indiferencia, sin importarle el bien de las personas implicadas. Hay que pensar en el bien de verdad incluso de los que le pudieran estar causando una molestia; y esto no acentúa la posible agresión en absoluto, sino al contrario. El buen ejemplo, y la conducta justa, alivian la posible agresividad, y sirven de ejemplo de formas realmente válidas de actuación; si uno realmente es capaz de guiarse por el bien, sobreponiéndose a vanos o desordenados intereses, todo lo cual es posible con la gracia de Dios.

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