1. Los decibelios permitidos
Tanto volumen no debería pillarte por sorpresa; las estadísticas nos preceden en el viejo continente. Si tenemos en cuenta lo que dice la OMS, verás que España está considerada como la nación más ruidosa de la Unión Europea. Nos gusta armar jaleo, somos gritones por naturaleza. Ahora bien, lo que debes recordar es la intensidad sonora que permite la ley para luego actuar en consecuencia. A plena luz del día, la escandalera que organices en casa no puede superar los 35 decibelios. Tu vecino ya puede aplicarse el cuento, colega. Los tapones no son la panacea. Por otro lado, cuando cae la noche y las ganas de fiesta se apoderan de nosotros, el medidor no debe rebasar jamás el número 30. No podemos decírtelo más alto.
2. Cuando ya no puedes más
Lo dicho: debemos procurar no cruzar la línea divisoria de lo aceptable. El vecino no debe abusar de tu paciencia en apariencia infinita; demasiado va el cántaro a la fuente. Una conducta inapropiada que sea repetitiva, constante, podría menoscabar el buen carácter de cualquiera. Por eso mismo, si tu tolerancia se halla en números rojos, lo más indicado sería que tomaras acciones legales contra el que vive al otro lado de la pared. ¿Sabes cómo?
Comunícaselo al vecino
La honradez tiene que ser tu estandarte. Tienes que envolverte en la bandera de la verdad para mostrársela a tu vecino, así conocerá tus intenciones de buenas a primeras. Sé sincero; hazle saber tus preocupaciones para que sea consciente de las molestias que ocasiona.
Háblalo con la comunidad
En caso de que el vecino no se dé por aludido o ignore tus quejas – cosas más raras se han visto – tendrás que abordar el asunto con los miembros de tu comunidad. ¿Quién sabe? Tal vez no eres el único afectado. Consúltalo con el resto de la manada; una oveja negra nunca le conviene a la familia. Es el momento de aprovechar esas juntas ordinarias para lidiar con el problema.
Actúa de una vez por todas
De acuerdo. Ya has transmitido todas tus inquietudes a las personas oportunas; has hecho los deberes. Ahora tienes que dar un paso al frente y presentar una demanda a los tribunales. No es agradable para nadie, pero es tu bienestar el que está en juego.
3. Los diferentes tipos de denuncias
No te asustes, acabas de emprender un camino acertado que no admite marcha atrás. La situación se ha tornado insoportable. Alguien ha franqueado el umbral de la decencia y por tus venas, que nosotros sepamos, no corre horchata. Ahora deberás elegir la vía más adecuada para proceder, amigo. Tienes a tu disposición un repertorio legal de lo más variado.
Vía administrativa
Siempre le podrás escribir una carta al ayuntamiento donde exponer tus protestas. Un texto en el que figuren el qué y el cuándo. Es decir: los hechos y horas exactas del estrépito. Incluso podrás exigir medidas urgentes para el cese inmediato del alboroto.
Vía contencioso-administrativa
¿La administración hace oídos sordos ante unas demandas basadas en evidencias? Entonces no desistas y continúa quejándote al ayuntamiento. No permitas que su silencio selle tus labios. Esta es tu guerra, y se trata de una guerra que pide justicia. ¿Qué se adopta el mutismo como toda respuesta? Entonces reclama indemnizaciones por las consecuencias de esa inacción. Escuchar a Mónica Naranjo a las 08.00 de la mañana no es de recibo.
Vía judicial civil
Esta herramienta vendría a ser una demanda ordinaria que apunta hacia el causante del ruido. Es un documento en el que se reivindican indemnizaciones por daños y perjuicios. Y en este supuesto, el camino del que antes hablábamos se bifurca. Si el jaranero resulta ser el inquilino del inmueble, el propietario tendrá en su mano la resolución del contrato de alquiler. Ahora bien: si el juerguista es el dueño de la vivienda, la comunidad podrá iniciar un procedimiento amparado por la legalidad para frenar su actividad. Todas las posibilidades están contempladas.
Vía penal
La más extrema, la que tiene en cuenta la salud de los damnificados. ¿El sonido producido por la televisión del vecino despertaría a una momia? Bien, pues va a ser que la cosa es seria. Dañina, nociva para tu audición. Es ahí cuando debes interponer una querella ante el juzgado, respaldada por certificados médicos que acrediten tu condición.
4. Reúne pruebas y contrata a un abogado
No puedes acudir a los tribunales como Dios te trajo al mundo, con una mano delante y otra detrás. Debes presentarte al juez con un buen manojo de pruebas bajo el brazo. Partes de la policía, escritos al ayuntamiento, comprobaciones de alguna empresa especializada… En una situación como la descrita, la ayuda de un abogado operará como mano de santo. Un profesional instruido en leyes podrá abrirse paso a machete entre la madreselva legislativa.
No pierdas el tiempo. Toma una decisión antes de que sea demasiado tarde.