Quizá lo más conveniente, como primer paso, sería inventariar y valorar el patrimonio empresarial. ¿Cuál es el valor real de nuestros activos? ¿Qué deudas tenemos? ¿Cuánto vale el fondo de comercio que hemos creado? ¿Qué deudas reconocidas o sin reconocer hay con cada uno de los socios?, etc. Con esto podríamos llegar a una conclusión más o menos objetiva: El valor de la empresa, lo que le pediríamos a un tercero si estuviésemos de acuerdo en venderla.
Si hay bienes en común, es decir, una comunidad de bienes, se podría instar a su disolución por vía judicial, pero solo sería aconsejable en caso de bienes valiosos (inmuebles) y de conflictos irresolubles.
A partir de ahí es cuestión de negociar. Una posibilidad es la subasta: el que más ofrezca se queda con todo, o cualquier otra forma de negociación que se os ocurra.
El problema de las sociedades civiles es éste. Mientras todo va bien son fáciles de montar, de gestionar, económicas en su gestión... Pero cuando las cosas van mal el marco jurídico es muy poco consistente.