Está claro que si las fincas son del padre, él manda y puede echar de allí a quien quiera.
Pero por lo que pones al final, de no tener que explotar justos (padres e hijos) las parcelas, me imagino que hay discordancia en la forma de hacerlo, y pienso que quizá este es el problema principal. Y creo que aquí no se está respetando el principio de autoridad. Tu padre es el que manda; y no cabe duda de que él puede querer que se exploten, sobre todo por sus hijos, pero quizá esté en desacuerdo en cómo se hace, y en que no se respete su autoridad, y en que se le quiera excluir de todo, y en que sus propios hijos se quieran adueñar de sus fincas. Y hace muy bien en negarse a este intento de abuso.
Si los hijos están emancipados, y no dependen del padre, podrían decidir si quieren o no ir a esta finca, pero si lo hacen, siempre será sometiéndose a la autoridad del dueño, sobre todo si el dueño es padre. Y dado que puede haber un interés por ambas partes, yo creo que sería bueno ver de qué manera ambos están conformes, y siempre respetando la autoridad del padre, que es el que tiene la última palabra, y que pueda modificar las cosas cuando así lo estime conveniente. Pero yo recomendaría hacerlo todo de buen grado, y reconociendo que no por haber hecho uso de unas fincas, se adquiere derecho alguno sobre ellas, y reconociendo al dueño; lo contrario sería una injusticia muy grande, y más tratándose de un padre.
La obediencia a la autoridad legítima es algo sumamente importante, y con lo que siempre se sale ganando, aunque uno tenga que contrariarse en lo que a uno inicialmente cree que le pudiera convenir.
A vuestro padre le debéis honra, respeto y amor como hijos; y luego le debéis el reconocimiento de su legítima propiedad. Si se trastoca este orden, iría todo mal, todo al revés, por muchos frutos que obtuvieseis.
Vuestro padre nunca va a querer que os adueñéis de sus fincas injustamente. Y por el bien de todos hay que respetar un orden, que siempre se dirige a Dios.