La utilidad de la filosofía suele ser una de las primeras dudas que surgen cuando se habla de ella, por lo insustancial que parece el ejercicio de pensar acerca de cuestiones para las que en realidad, al final no parece haber respuesta, ya que la filosofía, puede dar la impresión de no ofrecer ninguna explicación concluyente acerca de nada y crear eso sí, muchas dudas.
Podría pensarse que su ejercicio es banal, quizá por tratar cuestiones que no se precisan para vivir y otras que es la vida misma la encargada de resolver.
A pesar de esto, la filosofía es considerada la madre de las ciencias porque ninguna de las acciones o ciencias que pueda desarrollar el ser humano escapa a un análisis filosófico, el cual se produce invariablemente debido a la naturaleza humana del sujeto que padece o desarrolla estas actividades, o sea, nosotros.
Esto quiere decir que la filosofía es la práctica que el ser humano más se ve llamado a practicar porque solo mediante ella puede experimentar y hacer visibles sus inquietudes vitales, las que realmente obedecen a su condición humana. Renunciar a ello, sería prácticamente impropio del ser humano, de ahí que para valorar su utilidad debamos considerar de partida que filosofar es en el ser humano algo tan necesario como el respirar.
Puede parecer que en filosofía todo vale, pero nada más lejos de la realidad. Ocurre que el rigor filosófico se sustenta por medios o conceptos no verificables de modo científico pero eso no significa que esté carente de rigor.
En filosofía hay que emplear la razón y todas esas otras facultades de las que el ser humano está dotado para detectar la verdad y que por indescifrables, muchas veces caen en el terreno de la incertidumbre y de la incredulidad.
Lo cierto es que todos ejercemos de filósofos en nuestra vida particular, pero esta actividad del todo necesaria para el estado de ánimo y para la toma de decisiones, se realiza sin saber cómo ni porqué. Tanto es así, que necesitamso crear nuestras propias respuestas a todo, aún cuando la respuesta sea no lo se o no me importa, esas respuestas llenan un vacío, un vacío que no todo el mundo está dispuesto o puede o entiende que deba llenarse de esa forma.
En filosofía, se estudia el ser humano, por tanto, el objeto estudiado y quien lo estudia, son la misma cosa. Esto llevó a Kant a entender que el conocimiento obtenido de esta forma, solo puede ser subjetivo, por el hecho de que tal conocimiento, lo es, bajo el cristal de nuestro propio entendimiento o razón. Aún así, esto no resta el poder práctico de la filosofía.
La filosofía trata los problemas que atañen a la humanidad entendiendo que son comunes a todos los miembros que la forman. Con ello, establece una premisa que en sí misma revela ya cierta conclusión acerca del género humano y es que reconoce en todos los seres, ciertos problemas a los que se enfrenta por el hecho de ser humano. Ello, no sería posible sin estar dando por hecho cierta cualidad o cualidades que establezcan tal relación. Sin decir nada, la filosofía ya está sentenciando una de las mayores verdades y es que existen similitudes o mejor dicho, exactitudes en el género humano. Tales exactitudes son la base sobre la que tratar cualquier problema humano pues de no estar de acuerdo en cierta verdad acerca de todo el género humano, hacer filosofía en este sentido resultaría imposible.
La finalidad del saber es obrar en consecuencia. Esto no necesita de explicación. Como tampoco requiere explicarse que en toda cuestión relativa a la organización del hombre está presente su concepto de sí mismo.
La utilidad de la filosofía hay que buscarla no por las dudas que resuelve ni por las que plantea sino por los cambios que provoca en la sociedad y que se repercuten a nivel político, económico, social y religioso además del consabido conceptual acerca de la realidad y otras cuestiones menos tangibles o metafísicas.
Se puede tener la impresión de que entre historia y filosofía existe cierta desconexión como si la filosofía llegara tarde o avanzara por un camino paralelo a la realidad como un fenómeno anecdótico. Un vistazo rápido a la historia permite ver que es el pensamiento el que arrastra a los movimientos y estos a la historia. En el terreno político, religioso, económico y social, son las corrientes de pensamiento las motivadoras de cambios en las sociedades. Claro que no hay que pensar en el filósofo como en una persona sentada en una piedra, que piensa recluida cual ermitaño, sino en una persona que junto con otras, bajo ciertas circunstancias y vivencias experimenta no solo la necesidad de resolver su existencia en su aspecto más puramente platónico, sino porque su modo de entender la vida, le crea la acuciante necesidad de cambiar las circunstancias existentes. La filosofía para cada tiempo resulta un revulsivo para el orden establecido por cuanto su nacimiento se justifica no por confirmar lo que existe sino por oponerse a ello en algún aspecto. El aspecto que haya revelado la nueva verdad encontrada.
Los filósofos son personas como cualquier otra, que con una profesión como la de cualquiera, entran a tomar parte en lo social por alguno de los motivos mencionados anteriormente, muchos de ellos con carácter activista, esencial en cuestiones sociales, muchos de carácter científico, matemático, astrónomo, físico, naturalista, etc. Hay que observar la frecuencia con que una ideología viene acompañada o es fruto de cierto descubrimiento acerca del mundo natural o bien acerca del mundo humano porque es inevitable pasar de una cosa a otra y así Rusell, además de ser considerado como "padre" de las matemáticas modernas, resultó tener firmes ideas respecto al belicismo, a la política social e incluso de la religión. Marx y Hegel impulsaron la revolución del concepto del trabajo y de la economía. Freud revolucionó el tratamiento de la psiquiatria a partir de cierta concepción de nuestro cerebro. Darwin elaboró cierta teoría a partir de sus estudios naturales que ponía en cuestión nuestros orígenes, algo que con el tiempo ha derivado en un abanico de nuevas teorías que si bien no son concluyentes ocupan un campo del saber.
El saber, es inherente a la vida, no solo por una cuestión de curiosidad, sino por una cuestión de necesidad ya que en la actividad humana, se integra el saber. Otro problema es de qué forma se integra y que parte, lo cual es algo que tampoco escapa a la discusión desde la perspectiva filosófica.