La higuera pertenece al género de los ficus y como todos éstos sus raíces generan complicaciones. La plantación en las veredas (al frente de las casas) del ficus benjamina en la ciudad de Buenos Aires fue prohibida en el año 2009 por ley dado el daño que generaban en las veredas. Dentro de la casa puede plantarse cualqueir cosa, pero el Código Civil y Comercial de Argentina indica la distancia de árbol o arbusto con respecto al límite de la propiedad. Si se respeta ese límite es válido colocar cualquier planta y, en caso contrario, el vecino puede exigir la eliminación de la planta. La higuera puede ser árbol o arbusto, según la variedad, pero con respecto a las raíces es inevitable su proliferación dado que es de su naturaleza por su capacidad de adaptarse a climas secos. Nada como un "sícono" o higo bien fresco en el verano. Tengo una de apenas 5 años que geenré de unas semillas de un fruto hermoso que compré en una verdulería. Allí está, alejada de cualquier vecino y todos los años disfruto de la gracia que me brinda con esos dulces frutos. En cuanto a tu problema, si la distancia es la que dices es probable que la higuera extienda sus raíces pero tendrías la alternativa de controlar que eso no sea grave, porque las raíces son superficiales y puedes cortarlas o - aunque con su costo - poner una valla subterránea de ladrillo o cemento. Te mando este poema hermoso de Juana de Ibarborou:
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
Y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
En torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
Con sus gajos torcidos que nunca
De apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
Hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
De los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Qué dulzura tan honda hará nido
En su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!