Se debe referir al problema de cómo sabes que tú, eres el mismo tú de siempre. A este género, pertenece también la duda de si los demás existen, el mundo existe, etc.
La alternativa es que uno podría ser alguien distinto a cada instante. Lo cual obliga a considerar nuestra existencia en relación con el tiempo y a plantea cuestiones como la libertad individual, el destino, etc.
Yo soy yo, de dos formas, como el yo tal y como veo el mundo desde mi mismo y como el yo visto desde el universo como el yo que contempla el mundo. En ambos casos soy el mismo, solo que el segundo quiere ser una visión objetiva de mi. Esta capacidad de abstracción que tiene la mente para ver de distinto modo, así como la facilidad con que resulta plantear este tipo de cuestiones es tomada a menudo como un laberinto en el que la filosofía se adentra y se pierde sin llegar a ningún sitio.
La verdad más obvia no se debe dejar de lado, y es que mientras nos dejamos llevar por ideas posibles para la mente, el cuerpo y el alma, siguen formando parte de nosotros y la experiencia por tanto nunca es solo mental. La filosofía y la ciencia, se empeñan en dar por sentado que conocen todos los factores que intervienen en el experimento.
Siempre creemos haber descubierto la última capa de la cebolla, pero esto dura solo hasta el siguiente descubrimiento y la historia se repite por más que acumulemos cientos o miles de errores.