NO HAY nada más indefenso que un bebé recién nacido. Al nacer dependíamos por completo de nuestros padres. Cuando aprendimos a caminar, veíamos a los desconocidos como unos gigantes y, asustados, buscábamos a nuestros padres. ¡Qué seguros nos sentíamos cuando mamá o papá nos tomaban de la mano!
De niños, nuestro bienestar dependía del amor y el apoyo de nuestros padres. Saber que nos amaban nos hacía sentir seguros, y cuando nos decían que estábamos haciendo las cosas bien, teníamos más confianza en nosotros y las hacíamos mejor.
Al ir creciendo, los buenos amigos también contribuyeron a que nos sintiéramos más seguros. Estábamos a gusto con ellos, y hacían que ir a la escuela no nos diera tanto miedo.
Por supuesto, sería ideal que todos los niños tuvieran una infancia así. Desafortunadamente, a algunos se les hace difícil tener amigos, y son muchos los niños que no reciben la atención que necesitan de sus padres. “Siempre que veo fotos de familias haciendo cosas todos juntos, pienso: ‘Ojalá yo hubiera tenido una familia así’”, dice Melisa.
Es así como entiendo te has sentido y aun persiste ese sentimiento amiga Sifía. El trato que has recibido de quienes deben hacerte sentir segura, es una de las causas para tus sentimientos. Pero puedes estar segura de que no estás sola. Hay alguien que puede ayudarnos y, lo que es más, desea hacerlo: Dios mismo.
A través del profeta Isaías, Dios nos promete: “No te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano” (Isaías 41:10, 13, El libro del Pueblo de Dios). Qué idea tan reconfortante es pensar que Dios nos toma de la mano. ¡No tenemos de qué preocuparnos!
La Biblia habla de siervos de Dios que se sentían angustiados, pero que aprendieron a tomarse de su mano, a confiar en que él les ayudaría.
El salmista David muchas veces se sintió atormentado. Durante varios años, el rey Saúl lo persiguió para matarlo. Aunque David sobrevivió, hubo ocasiones en que sintió que los problemas lo ahogaban (Salmo 55:3-5; 69:1). Sin embargo, escribió: “En paz ciertamente me acostaré y también dormiré, porque tú, sí, tú solo, oh Jehová, me haces morar en seguridad” (Salmo 4:8).
David le pidió ayuda a Dios para sobrellevar su sufrimiento y dolor, y recibió su ayuda (Salmo 55:22). ¿Podemos nosotros hacer lo mismo? Pues aquí tienes tres pasos que podrán ayudarte en ese sentido y aprender a ser más segura.
1. Aprenda a ver a Jehová Dios como su Padre
Jesucristo nos animó a conocer a su Padre, “el único Dios verdadero” (Juan 17:3). El apóstol Pablo nos asegura que “no está muy lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Por eso, Santiago nos dice: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8).
Saber que tenemos un Padre en los cielos que nos quiere y se interesa por nosotros es fundamental para calmar la ansiedad. Claro, llegar a tener esa confianza toma tiempo, pero muchos han visto que les ayuda. Carolina cuenta: “Cuando empecé a confiar en Jehová, por fin tuve un Padre a quien expresarle mis sentimientos. Eso me alivió mucho”. El siguiente vídeo contiene las razones y beneficios de hacerlo. http://www.jw.org/es/video-por-qu%C3%A9-estudiar-la-biblia/
2. Busca el apoyo de personas que aman a Dios
Jesús les dijo a sus discípulos: “Todos ustedes son hermanos” (Mateo 23:8). Él quería que se amaran unos a otros y llegaran a ser una gran familia espiritual (Mateo 12:48-50; Juan 13:35).
Las congregaciones de los testigos de Jehová hacen todo lo posible por dar apoyo, cariño desinteresados, sin presión ni compromiso ni por dinero y consuelo a quienes lo necesitan, como lo haría una verdadera familia. Lo hemos experimentado mi esposa y yo. Muchas personas han descubierto que sus reuniones son como una pomada que sana sus heridas emocionales.
Eva cuenta: “Tenía una buena amiga en la congregación que entendía el dolor que yo sentía. Me escuchó, me leyó de la Biblia y oró conmigo. Se aseguró de que no estuviera sola. Me ayudó a desahogarme. Gracias a su apoyo comencé a sentirme más segura”. Por su parte, Raquel dice: “La congregación llegó a ser ‘mi madre y mi padre’. Los hermanos me hacen sentir querida y tranquila”.
3. Se cariñosa y amable
Cuando somos cariñosos, nuestras amistades se fortalecen. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). De seguro, descubriremos que cuanto más cariño mostremos a los demás, más cariñosos serán con nosotros. Jesús les dijo a sus discípulos: “Den a los demás y ustedes también recibirán” (Lucas 6:38, La Palabra de Dios para Todos).
Dar y recibir amor nos hace sentir seguros. Como la Biblia indica: “El amor nunca falla” (1 Corintios 13:8). María reconoce: “Sé que algunas percepciones negativas que tengo de mí no son ciertas. Huyo de esa forma de pensar al ayudar a otros, y así me olvido de mis temores. Siempre me siento satisfecha cuando hago algo por los demás”.
Las tres sugerencias anteriores, amiga Sofía, no son una “fórmula mágica” que solucione todo al instante, pero pueden ser de gran ayuda. Carolina admite: “Todavía tengo sentimientos de inseguridad, pero mi autoestima ha aumentado. Sé que Jehová se interesa por mí y tengo muchos amigos cercanos que me ayudan a sentirme segura”.
Pero hay una solución definitiva. La Biblia habla de que la Tierra pronto será un paraíso en el que todos nos sentiremos seguros. La Palabra de Dios promete: “Se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar” (Miqueas 4:4). Entonces nadie nos hará sentir vulnerables ni nos hará daño. Incluso olvidaremos por completo profundos traumas de nuestro pasado. Dios y su Hijo, Jesucristo, establecerán verdadera justicia. Entonces habrá “tranquilidad y seguridad para siempre” (Isaías 32:17, Reina-Valera Actualizada). Espero que todos esos comentarios sean de tu ayuda y me dejes saber tu opinión. Agradeciendo tu tiempo y aprecio. Saludos fraternales para ti y tu familia.