¿Necesariamente la justicia produce bien a todos?
Tengo problemas con esta pregunta de filosofía para una reflexión que debo hacer
Te daré un postulado universal para que lo trabajes y que dice: "Justicia sin misericordia es tiranía, Misericordia sin justicia es alcahuetearía o complacencia con el delito"
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Toda respuesta se basa en un concepto general. Si te doy una respuesta concreta y no te digo de dónde procede, tu harás esa inferencia y lo más probable es que sea distinta de lo que yo tengo en la cabeza. Así que te voy a exponer las cuestiones que creo que tienen que ver con tu respuesta y seas tu quien diga si esas reflexiones o razonamientos te parecen acertados o no para llegar a una conclusión, si es que se puede llegar a alguna.
La cuestión podría plantearse incluso al revés, es decir, ¿Necesariamente el bien produce justicia?
Nuestra noción de justicia procede de nuestra noción del bien. Sin esa noción, no tendríamos noción de lo que es justo.
Ahora bien una cosa es la justicia en sentido teórico y otra la justicia en sentido real, es decir, la que proviene de la aplicación de la ley del hombre. La justicia del hombre, nunca ha sido justa, en el sentido de que nunca se ha preocupado de servir al bien, cómo única fuente de inspiración. La justicia del hombre se basa en el aspecto materialista de la vida, y en gran medida en la ley natural.
Parece una paradoja que el ser humano se crece solo ante las dificultades.
De ahí que toda injusticia es en potencia, la causa de algo positivo.
La injusticia promueve el cambio y todo cambio busca mejorar.
Ha de pasar algo terrible para que suceda algo extraordinario.
Si nada promueve al cambio caemos en el estancamiento.
En la naturaleza reina un equilibrio. El equilibrio parece estático porque es un estado en el que se ha llegado a una "solución" o resultado de las componentes. Es decir, todos los elementos que intervienen, han llegado a un punto donde ya no pueden influir más en el conjunto. Han llegado a la máxima expresión de su capacidad o poder, lo que equivaldría a decir que se han "realizado", o bien, que han llegado a ser lo que son. En las personas sucede un fenómeno que no ocurre en la naturaleza, a menos que sepamos y es que en la naturaleza, todo se convierte en lo que puede llegar a ser.
Puede parecer que el equilibrio es un estado en reposo, pero si pensamos en cómo se ha formado, vemos que el equilibrio se define por una lucha de fuerzas, no por la ausencia de fuerzas. Así, debemos considerar que el equilibrio es un estado dinámico, no estático. La cuestión ahora es ver si ese estado es frágil o estable y hasta qué punto. Para ello debemos considerar las fuerzas que pueden alterarlo. En un experimento normal diríamos que las fuerzas que pueden alterar un equilibrio pueden ser internas o externas, pero considerando que estamos hablando del universo, debemos decir que todas las fuerzas son internas, sean conocidas o no. Lo que nos lleva a la idea de un orden único.
El orden único
La teoría del orden único es la teoría más opuesta que podemos hallar frente a la teoría del caos. Para hablar de orden debemos considerar si realmente puede existir la ausencia de orden. Hay quien define el caos, como un tipo de orden. Podríamos incluso pensar en un número infinito de ordenes o en cierto número concreto de ordenes, por ejemplo, dos, tres, cuatro, etc. Donde cada uno fuera independiente del resto y coexistiera con los demás en igualdad de condiciones, es decir, se formara un equilibrio entre los distintos ordenes pero dónde ninguno fuera de orden superior. Si fuera este el caso, habría que pensar en lo que regula que los distintos ordenes terminen llegando al equilibrio que han llegado. Es decir, siempre haya un problema por resolver, y se resuelva, tras esa resolución hay una ley. De modo que no hay modo al menos desde la lógica de llegar a una conclusión distinta a que por muchos ordenes y fuerzas que puedan existir, hay una, por la que en última instancia se rigen todas.
Podríamos pensar en si no pueden haber pequeños feudos, es decir, lugares dónde haya cuerpos o elementos, sujetos solo a la ley de ese lugar, al margen de lo que ocurre en el resto del universo. Cuando lo que hay en ese lugar, trata de salir o de interactuar con lo que hay fuera de ese lugar, se encuentra con las demás leyes, y su enfrentamiento con esas leyes, viene determinado por la ley universal.
Visto con lógica y desde una perspectiva global, no se sostiene que tal lugar pueda existir, ya que cuando se habla de un todo, no hay pequeños feudos, sino que por más aislado que pueda estar algo, sigue formando parte del todo y eso le hace estar bajo sus leyes.
Para pensar en un cambio, a escala global, no hay que pensar en un cambio en el equilibrio de las cosas, sino en una mutación de ciertos elementos que produzcan un orden distinto.
Un alteración así, cambiaría el aspecto del mundo. Es decir, si el mundo es tal y como es, se debe a su orden. Si cambiamos el orden, la realidad será otra.
El ejemplo de la naturaleza
En la naturaleza suceden muchos cambios, pero por más grandes que nos parezcan las fuerzas que se desatan, nunca llegan a romper el equilibrio general. Después de un maremoto, erupción de un volcán, explosión de un planeta, se vuelve a la calma que precedía.
Es como si el equilibrio fuera elástico y los elementos y fenómenos tuvieran un movimiento dentro de ese orden. Dentro de ese tipo de orden, nada puede originarse que sea capaz de destruirlo. Solo en el origen de ese orden, reside el poder de hacerlo desaparecer, y con él, desaparecería todo cuanto existe. Dicho en otras palabras, ningún elemento de la naturaleza, es capaz de alterar el orden de la naturaleza en sí. De modo que nos encontramos con que el orden es jerárquico. Dentro de un orden, pueden producirse altibajos, fenómenos violentos, incluso la destrucción, pero nada de lo que ocurra va a alterar el orden a escala global.
El tiempo, termina poniendo a cada cosa en su lugar. Puede parecer algo obvio y por ello no le prestamos atención, pero es algo que nos permite llegar a ciertas conclusiones.
Si observamos esto en la naturaleza, cabe preguntarse si el ser humano no estará también sujeto a un mismo tipo de equilibrio, dónde por más que se desaten grandes luchas entre individuos o grupos de individuos, al final hay un equilibrio que se restablece y que es el mismo que había antes de iniciar la guerra.
Supongamos que todo equilibrio está ya dispuesto y que todo lo que hace el ser humano es luchar contra ese equilibrio. Seamos un poco reiterativos sobre el orden único. Para que exista equilibrio debe existir la regla que lo hace posible y que es la que determina el estado de las cosas. Sin ese estado previo, las cosas no podrían ser de ninguna manera. Ahora bien, existe un concepto que nos permite pensar en que las cosas no siempre vuelven al punto de partida y es la idea de evolución. La evolución la entendemos como una transformación de ciertos elementos que configuran la realidad del ser humano, sin embargo hay que fijarse si esos cambios son como decíamos pequeños sucesos que tienen lugar dentro un orden general o realmente suponen una alteración de ese orden general.
Hemos cambiado nuestros hábitos, moral, leyes, nuestra forma de obtener alimento, de divertirnos, e incluso de matarnos, pero en esencia, seguimos haciendo lo mismo que hacíamos en el inicio, solo que hemos encontrado maneras más sofisticadas de hacerlo y esto hace que pensemos en que hacemos cosas distintas o nuevas. Sin embargo puede que nada nuevo haya bajo la luz del sol. La evolución, son los cambios en la forma de vida del ser humano, no los cambios en el ser humano y en las leyes que lo rigen.
Te podrás preguntar ¿cómo alguien que lleva en este mundo menos de lo que dura una vida, puede hacer tal afirmación?
A pesar de mis muchas limitaciones en todos los aspectos, hay una cosa que me sitúa a la altura del ser más ilimitado que pueda existir, dentro del género humano. Mi convicción es creer en esa cosa, no solo como en algo que reside en todos los seres humanos, sino que somos esa cosa.
Nuestro "error" al que por otro lado, no podemos escapar por el hecho de la vida, es supeditar esa cosa (que es nuestra mayor cualidad y nuestro mayor poder) a lo que la vida nos empuja, llegando incluso a olvidarla. No solo hacemos esto, sino que para poder conseguir lo que deseamos, hemos de caer forzosamente en la contradicción de valernos de ese poder. El poder del que hablo, es nuestra fuerza vital o ánima, es decir lo que nos da vida. Es la fuerza de la que se alimenta nuestra mente y nuestro cuerpo para conseguir todo lo que deseamos del mundo real, o sea, del mundo material. Esa fuerza vital tiene una naturaleza, y cada uno debe reconocer la naturaleza de la fuerza vital que le impulsa. La forma de reconocerla es observar el efecto que tienen nuestras acciones en nosotros mismos. Tales sean esos efectos, tal será nuestra naturaleza. La contradicción está en que somos capaces de servirnos de esa fuerza para actuar en contra de su naturaleza. El hecho de que nuestras acciones tengan un efecto en nosotros es de por sí, significativo.
El efecto que nuestras acciones o intenciones o incluso ideas, tienen en nosotros, es debido a que hay algo preestablecido en nosotros que decide el efecto que dichas cosas deben causarnos. De no existir tal preexistencia, nuestras sensaciones carecerían de orden, es decir, serían de tipo casual y aleatorio.
Sea cual sea la forma y sustancia de esa preexistencia, lo importante es su función. Si reconocemos su función, estaremos más cerca de conocerla a ella. Esa sustancia es inmutable, pero puede adoptar diferentes formas. Si nos dejamos llevar por las formas, estaremos obviando su esencia y nunca llegaremos a ser lo que somos, solo lo que parecemos.
Lo que somos no es de este mundo. En este mundo solo hay lo que parecemos. Esto es así porque lo que somos no tiene vida, lo que vive es nuestro cuerpo, que es lo que parecemos. Esto puede resultar confuso pero consideremos lo que sabemos de nosotros y lo que percibimos al margen de la lógica y dejémonos guiar por la simple experiencia.
Consideremos que la energía es solo energía es decir, que no vive. La fuerza vital que nos impulsa no es una forma de vida en sí misma. La vida es lo que tiene un cuerpo que vive en un medio, el de la naturaleza. La fuerza o energía que da la vida, (humana, vegetal o animal), en realidad ni vive ni muere. La vida por tanto, es un concepto que no se le puede aplicar.
A dónde nos lleva esto, es a considerar la vida de acuerdo a la naturaleza de la fuerza que la impulsa, prescindiendo de la forma que adopta esa naturaleza, la cual estará sujeta a las leyes y circunstancias que deparan a dicha forma, el mundo natural.
Esto quiere decir que cada forma de vida tiene un límite en lo que puede hacer que viene caracterizado por su forma y su entorno. Un tigre, por ejemplo, hay cosas que puede hacer y cosas que no. Dentro de sus posibilidades cada tigre tendrá su límite específico pero lo que no podrá es tener unas capacidades distintas de las que le corresponden como tigre.
Así como el tigre no puede obviar su forma de tigre y lo que esto le representa en cuanto a capacidades y sus limites, lo mismo le ocurre al ser humano.
El ser humano está sujeto para la vida, a vivir bajo su forma, y esto hace que el ser humano crea todo un mundo a su medida. Un mundo dentro de este mundo. Así lo pensaban los griegos y así lo hicieron. Es un orden dentro de un orden. Pero analicemos ese orden. El modo en que el ser humano se ordena, refleja todas su capacidades y necesidades y lo más importante, refleja su naturaleza, me refiero a la naturaleza de su fuerza vital, lo que le impulsa a vivir. El ser trata en buena lógica, de servir a su naturaleza, aunque se encuentra que en dicha naturaleza hay algo que no concuerda con el medio en el que se ve obligado a vivir.
El primer conflicto surge con el mundo natural, donde lo que rige es la ley de la selva. El segundo conflicto surge con su propia forma, es decir, con el ser humano, ya que debe sobrevivir con sus semejantes y la forma en que hace esto, manifiesta que es ineludible pensar en la idea del orden único.
El individuo tiene cierta libertad de movimientos siempre que no rompa el orden general. Y ésta es la cuestión, porque tal como hemos visto que en la naturaleza, no puede producirse tal ruptura, es lógico pensar que en el orden del ser humano ocurre exactamente lo mismo. De modo que haga lo que haga un individuo, solo va a tener efectos a pequeña escala, no va a cambiar nada a nivel general, porque el estado de las cosas está ya definido y establecido. Existe un número de cosas a las que el ser humano puede servir con su voluntad. Lo único que puede hacer, es decidir qué tipo de cosas servir, porque lo que sí es cierto, es que según sea esa decisión así será su vida.
Esto parece que hecha por tierra las ideas de cambios sustanciales en nuestra forma de ser, porque dejar de alimentar cualquiera de las actitudes que existen, equivaldría no a un cambio en el equilibrio, sino a un cambio de orden. Es decir, saldría un mundo muy distinto a este. Otra realidad.
Así pues, nada de lo que hagamos contribuye a ningún cambio, sino que solo ejerce una pequeña fuerza sobre cierto lado de la balanza, la cual, necesariamente tiende a equilibrarse, produciéndose un efecto de naturaleza contraria en cualquier parte del mundo.
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Un hecho o sistema injusto provoca necesariamente un hecho de justicia. El problema es el tiempo que transcurre entre causa y efecto y la capacidad de sufrimiento que es enorme. El mal lleva al bien, aunque no por las mismas personas. También el mal engendra el mal, como el bien engendra el bien.
El equilibrio es un hecho que no deja de repetirse pero así como tratamos de alterar ese hecho, también existe la actitud contraria, es decir, la que se resiste al cambio.
Esa resistencia se puede justificar desde muchos ángulos como la psicología, sociología, política, etc. pero el comportamiento humano, encierra las verdades que su inteligencia no es capaz de desvelar y en este punto es dónde el ser humano comete sus errores, ya que vuelve al terreno de lo real, para tratar de dar respuesta a esas cuestiones por medio de lo solo él es capaz de manejar y que un surte efecto en el mundo real, que es la ley creada por el hombre y la ciencia.
La resistencia al cambio es la reminiscencia del tipo de equilibrio que no existe en este mundo, pero que sí existe en el mundo del que provenimos. Es el mundo donde no hay leyes porque reina el reposo absoluto. Es el mundo de la permanencia no de la vida. De ese mundo, proviene la fuerza que nos da la vida, pero que en esencia, es una fuerza cuyo estado es el reposo, la paz.
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Seria muy complicado dar una definición, te daré algunos ejemplos, si te refieres a la justicia legal, hubo época y país, donde estornudar frente al rey, era ser decapitado, a los gays en la época de la segunda guerra o los encarcelaban o les daban quimio, y así la cosa, hablar en terminso filosóficos, es complicado, por que según el que estudio filosofía, si es creyente, o es ateo o agnóstico, opinaría diferente, en la legislación de un país, tiene que haber unas reglas, por que si no, seria peor, aunque a veces, la justicia falla, se condena a inocente, se deja libre al culpable, y lo que es justo para uno, no lo es para otros, si no, fíjate en la situación de los países del sur convulsionados, matándose, divididos, y cada grupo cree tener su justicia. Además, en algunas cosas, el tema excede lo que se aprende en la Facu, aunque decir esto fastidie a algunos, que espero no molesten con sus comentarios, cada cual, opina como quiere, o como pueden. Sds.
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No necesariamente, porque los que legislan y hacen las leyes son senadores, o sea humanos que a la postre se dejan corromper por diversos aspectos y dichas leyes van a beneficiar a una minorías y a la gran mayoría nos perjudican. Les dejo una frase . Porque perverso y engañoso es el corazón del hombre mas que todas las cosas
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