El concepto de ética según Sócrates, los cínicos, los ciránicos y los megáricos.

Sabemos por una noticia de Aristóteles que Sócrates se ocupó de "asuntos éticos" con
la finalidad de hallar "nociones universales". No conocemos con certeza las
investigaciones concretas que realizó Sócrates, aunque podemos imaginárnoslas a
partir del testimonio (sin duda sesgado) de su discípulo Platón: una investigación
informal (no académica, no recogida por escrito, no dirigida a especialistas sino
realizada entre "personas de la calle") sobre cuestiones tales como "el valor" (ver el
diálogo Laques), "la piedad" (leer el Eutifrón), "la coherencia en las acciones" (leer el Critón), etc., cuya finalidad última no es descubrir la definición de todos esos conceptos (pues de hecho los diálogos nos muestran que nunca se descubre nada), sino más bien mostrar la ignorancia de aquellos que viven como si conocieran tales conceptos (o sea, una investigación con finalidad educativa).
Ello nos enseña dos características de la ética socrática. Primera, la ética es el conocimiento del fundamento de las acciones: sólo quien es capaz de saber porqué hace lo que hace puede realmente considerarse sabio. Como dicen los manuales al
uso: para Sócrates la virtud es el saber (a esto se lo llama "intelectualismo moral").
Segundo, quien conoce el fundamento de sus acciones obtiene en consecuencia la
felicidad. La felicidad no se halla en las acciones en sí mismas sino en el conocimiento que tenemos de ellas. Es un error creer que para ser feliz es mejor no
enterarse de nada o hacer que no nos enteramos. A esto se lo denomina "eudaimonismo".
Sócrates tuvo muchos discípulos. Entre sus discípulos directos, además de Platón se cuentan Euclides de Megara, Aristipo de Cirene y Antístenes. Estos tres últimos son el origen, respectivamente, de las escuelas megárica, cirenaica y cínica.
Los megáricos se interesaron especialmente por cuestiones de lógica y dialéctica.
Los cirenaicos defienden un hedonismo radical: la finalidad de la vida humana es la consecución del placer físico (en este punto se diferencian de la posterior escuela hedonista de Epicuro, que defiende por encima de todo la tranquilidad del alma, que no consiste en acumular placeres sino más bien en ir deshaciéndose de todo lo que nos provoca dolor).
Los cínicos ofrecen un "programa de vida" que se resume en los siguientes puntos: a) rechazo de los bienes materiales (propiedades, fama, poder, etc.) como fuente de
felicidad; b) defensa de la autosuficiencia como virtud suprema (es feliz aquel que
carece de necesidades, que de nadie depende salvo de sí mismo); c) la virtud no se
encuentra en la razón aplicada a las acciones, ni se descubre dialogando con los
hombres de la ciudad, más bien alejándose de la vida intelectual, de la sociedad y de sus convencionalismos (individualismo, anomia); d) la ley, las costumbres, son
ejemplos de convencionalismos impuestos desde el nacimiento contra los que los cínicos se oponen en una actitud provocadora, así por ejemplo el cínico Diógenes de Sinope difiende la igualdad de todos las personas (sin distinción de sexo o de condición), la comunidad de bienes y el amor libre; e) la virtud se encuentra en la vida natural, es decir, en seguir los dictados de la naturaleza (hacer aquello que se desea, no lo que la cultura o la sociedad imponen, decir lo que se piensa, no aquello
que se espera oír o lo que conviene decir).