Carga de caballería.

Las cargas de caballería han variado a lo largo de la Historia, según la unidad que la llevaba a cabo y el enemigo que tuviese enfrente.
En el caso concreto de las guerras napoleónicas, la caballería cargaba contra la infantería aprovechando varios factores: la velocidad alcanzada al galope, el empuje cinético que el caballo lleva, la mayor altura del jinete con respecto al infante, el efecto psicológico que causa ver una muralla de bestias de cuatrocientos kilos viniendo a toda velocidad hacia ti y, por último, el hecho de que los fusiles de aquella época eran de avancarga y tardaban en ser recargados, por lo que al final había que enfrentarse a los sables o lanzas (dependiendo de la unidad) con las bayonetas.
De modo que una carga de caballería no era una maniobra suicida. Arriesgada sí, como cualquier otra ejecutada en combate; pero que podía alcanzar muy buenos resultados si el enemigo perdía la compostura y se dispersaba, ya que entonces los jinetes se dedicaban a masacrar a los infantes en retirada.
Si no recuerdo mal, el éxito de la infantería de Wellington consistió principalmente en saber mantener la formación y una cadencia de fuego suficiente para desmoronar las cargas de caballería francesa, pues si el cuadro de infantería no se descompone y además logran ir tumbando cada vez más jinetes y monturas, los atacantes se ven obligados a volver grupas y organizarse de nuevo. No tiene mucho sentido lanzarse violentamente contra un grupo de hombres para acabar en el suelo tras el choque, ni continuar avanzando u hostigando mientras te llueve plomo.
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