Elñ hombre como persona

A veces realizamos nuestras tareas por obligación, porque no tenemos otra salida, porque no hemos encontrado algo mejor. Entonces, simplemente toleramos lo que nos toca realizar.
Otras veces comparamos nuestras tareas con las que realizan otras personas, y entonces nos parece que lo que hacemos tiene poco valor.
Eso nos hace daño, porque convierte nuestra actividad en un tiempo vacío, sin Espíritu; un tiempo que esperamos que pase, que soportamos. Es como si ese tiempo no sirviera para nada, y simplemente deseamos que se termine para poder hacer algo que valga la pena.
Pero no dejemos que ese tiempo pase en vano. Ya que nos toca hacer una tarea, hagámosla con gracia, ofreciéndola a Dios, encontrándole alguna belleza. Si no lo logramos, pidámosle al Espíritu Santo que se haga presente en medio de ese trabajo, y nos ayude a vivirlo como un servicio.
Hay miles de maneras de servir a Dios y a los demás. Ese trabajo también es un servicio, y el Espíritu Santo puede ayudarnos a que nos sintamos agradecidos porque podemos prestar ese servicio, porque podemos hacer algo con nuestro cuerpo y con nuestras capacidades.
Clamemos al Espíritu Santo, para que nos regale esa alegría de servir con nuestras humildes tareas.
Nos resulta fácil encontrarnos con el Señor en los momentos extraordinarios de nuestra vida... en un retiro o una charla... en una Misa especial... en una adoración eucarística... pero, sin embargo, nos cuesta verlo en nuestro día a día... en nuestras tareas cotidianas... y hasta llegamos a creer que Dios está presente sólo en algunos momentos...
Pero la realidad no es así... Dios está con nosotros siempre y en todo lugar... y Él nos pide que seamos Su reflejo aún en nuestras tareas habituales, por sencillas y humildes que puedan parecernos... Dios está ahí, acompañándonos y derramando su amor a través de nuestras palabras y acciones...
Nos pide que estemos abiertos a Su Palabra.
He respondido. Mándame mis cinco puntos.
Prof. Amaliucha