Padre, hijo y espíritu
Es en el marco de la revelación de Dios como amor donde debe situarse el llamado dogma de la Trinidad. Jesús no fue dando clases teóricas sobre Dios y explicando que era tri. Fue la experiencia de Dios que brota del encuentro con Jesucristo la que desembocó en esta confesión. La teología occidental convirtió luego esta confesión en una especie de << matemática irracional >> que ha provocado que otras religiones monoteístas acusen el cristianismo de idolatra. O que Kant acabara concluyendo que la fe en la Trinidad no sirve para nada y que, por ello, se puede renunciar. Así mismo, me parece que en la intuición trinitaria hay una gran aportación para nuestra existencia humana. Lo primero que nos dice es que Aquello que es la Llave, explicación y raíz última de todo lo que existe (el Absoluto), no es una Soledad Absoluta sino Comunión Absoluta. Tan llena que Dios es, al mismo tiempo, unicidad y comunidad. Y, desde la convicción de que Dios se nos manifiesta hacia fuera como es hacia dentro, la fe en la Trinidad marca nuestra existencia de la siguiente manera: el cristiano confiesa que Dios como Padre es el gran ausente de este mundo sin Dios. Pero este Dios ausente se nos hace presente fuera de nosotros como Palabra que nos llama a reconocerlo en todos aquellos que necesitan amor: en las víctimas de esta historia, primariamente. Y se nos hace presente en nosotros como Espíritu que transforma nuestro espíritu y nos permite reconocer a Dios en todos aquellos << hijos suyos >> que nos necesitan, y llamarlo Padre en esta tierra donde tan poco parece brillar su paternidad .
Dios como Ausencia inalcanzable, como Llamada cercana y como Fuerza propia. Esto significa creer en Dios como Padre, Palabra y Espíritu.
Lo que he dicho muestra que la revelación de Dios es, por el cristiano, de una novedad sorprendente, ajena a nuestras disquisiciones humanas y que no aparece en ningún otro ámbito de la historia. Se confirma así el eslogan citado de los Padres de la Iglesia << sin Dios es imposible conocer a Dios >>, Esta frase, nos lleva a la conclusión de que el dinamismo humano no llega a la meta por sí mismo, sino porque Dios ha decidido salirle al encuentro. Por eso la había creado así.