En las ciencias formales (Lógica y Matemática) hay verdades absolutas, porque se obtienen por deducción a partir de axiomas. Si se respetan las reglas, el resultado es de una fiabilidad absoluta. En ciencias las empíricas (ciencias naturales y sociales, las que describen el mundo material) la creencia en la verdad de algo puede estar más o menos justificada, pero nunca al 100% en un sentido muy preciso: no podemos descartar que el resultado de nuevas observaciones o experimentos obligue a descartar por erróneo lo que dábamos por válido. El ejemplo clásico es el de la teoría de la gravedad. Newton desarrolló una que dimos por perfectamente válida un par de siglos, hasta que Einstein (con antecedentes) desarrolló una nueva, la de la relatividad que resultó describir la gravedad mucho mejor, y que pronto se ció corroborada por pruebas empíricas. Necesitamos la precisión de la relatividad sólo para trabajos muy especiales (como controlar el rumbo de las sondas espaciales); para lo cotidiano nos vale la de Newton, que resulta que es falsa, pero no totalmente inútil (¿aproximadamente verdadera?). Hay muchos más ejemplos, en todos los campos. En algunos casos desechamos teoría porque «miente», describe la realidad como no es; en la mayoría de los casos, el desarrollo teórico desplaza la vieja teoría porque es imprecisa, porque no da exactamente en el blanco. En Geología tienes la teoría (o la clase de teorías) del Geosinclinal-Orógeno, que fueron desplazadas por la Tectónica de Placas; de alguna forma en esta última se asumen planteamientos de la otra, como que los orógenos crecen a partir de los geosinclinales, sólo que en aquéllas los mecanismos no se proponían o eran increíbles, o, al menos, carecían de pruebas empíricas. La T. de Placas explica que los distintos tipos de orógenos crecen en límites de placa, levantando geosinclinales, sobre todo donde hay colisión continental, como en los Alpes. Por lo demás, confiamos en que el comportamiento de la realidad es regular, y que las mismas leyes la rigen en todo momento y lugar: el hecho de que investiguemos demuestra que lo creemos así, y que logremos éxito en la aplicación de la ciencia a los problemas «demuestra» que la realidad es así. La palabra «demuestra» es aquí clave; se justifica nuestra confianza en la realidad y regularidad del mundo exterior, pero dejaríamos (observa que es un condicional) de confiar en ello, y en la ciencia, si, al estilo de los apocalipsis de Hollywood, aparecieran ángeles en el cielo tocando clarines, lo que sin duda esperan algunos de nuestros vecinos.