La disminución del apetito en las depresiones no suele ser tan intensa que requiera tratamiento específico, sino que suele bastar el tratamiento para la depresión en sí, para que vaya mejorando el síntoma. Me imagino que esta falta de apetito, o dificultad para comer, en tu caso estará motivada por el componente ansioso. Y lo ideal es el enfoque del tratamiento del origen del síntoma, no el síntoma o manifestación en sí del problema. El centrarse en los síntomas tiene muchos inconvenientes, como descuidar el tratamiento del origen, el complicar el proceso con nuevos tratamientos, medicamentos, y efectos secundarios, el creer que ya está todo hecho al ver desaparecer un síntoma que es la mera manifestación de un problema, pero no el problema en sí (como si hay una cañería rota, se pasa la fregona, ya no se ve agua, y se cree uno que ya está todo; o hay una avería en el coche, se enciende un piloto de color, se logra apagar el piloto, desaparece el indicador de la avería, y se cree uno que la avería ha desaparecido), el que pudiera ser el síntoma un mecanismo de defensa del problema original, o el que al eliminar el síntoma, pudiera dar lugar a la aparición de otros síntomas peores, dado que queda el origen sin tratar quizá con la necesidad digamos que de una “válvula de escape”, o de algún síntoma digamos que para mantener un equilibrio psíquico precario, aunque sea con síntomas malos en sí.
A veces el síntoma es de intensidad tal, que pueda requerir tratamiento específico, aunque siempre sin descuidar el origen, y en lo realmente necesario, no en lo que uno, quizá desordenadamente quizá para verse aparentemente bien, o porque se crea una necesidad imperiosa de eliminarlo como sea por excesiva autoexigencia, etc., se crea que lo es.
Muchos medicamentos en psiquiatría aumentan el apetito, sobre todo los más antiguos. Pero de los más modernos, hay un traquilizante mayor, un antipsicótico, la Olanzapina, que tranquiliza, y aumenta normalmente el apetito. No sé si una dosis baja, como de 2, 5 mg., si te lo receta tu médico, podría venirte bien en tu caso; ya sea por el efecto tranquilizante (aunque si solo fuera por eso, hay tranquilizantes con menos efectos secundarios), como por el efecto de aumento del apetito en sí. No te tiene por qué perjudicar ni la depresión ni la ansiedad; pero sí, en todo caso, te lo recomendaría como algo muy puntual, y si el problema alimentario ya fuese serio, y no se resolviese con la primera medida que ya te recomiendo a continuación (que además puede mejorar el origen del problema, y digamos que es bueno para todo lo bueno y conveniente).
No he leído tu anterior carta a la que haces referencia, pero dices que la ansiedad aumenta al ver que no comes.
Me imagino que en el origen del problema, o al menos colaborando con él (como suele ser lo habitual incluso en patologías con componente orgánico), está tu forma de afrontar los acontecimientos de estrés. Y en relación con esto tu forma de afrontar la vida. Yo te recomendaría hacer tu parte frente a los problemas, y confiar; no querer controlar acciones y resultados, ya que en los resultados ya intervienen otros factores; sino que pretender ir mejorando la parte de uno, incluyendo, por supuesto, el ver las circunstancias y los resultados que surgen, pero sin agobios. Y esto se puede hacer mejor cuando se depura o rectifica la intención. Y ya no se enfoca uno en la resolución del particular problema por los intereses temporales personales en juego, sino que enfoca uno su vida, y los problemas que le surgen, para hacer todo el bien que puede en la vida.
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