Blastocystis hominis no es una bacteria, sino un protista parásito de muchos animales, incluidos nosotros, del mismo grupo que los que producen la malaria; esto es importante porque implica que no se debe usar antibióticos contra él (aunque el médico, aunque lo sepa, puede indicar que se necesitan para otra cosa). Su prevalencia (porcentaje de la población que lo presenta) es siempre elevada, llegando al 100% en la población rural de muchos países tropicales y a un cuarto de los habitantes de Estados Unidos. Eso indica que en sí dar positivo para la presencia de Blastocystis no debe alarmar. En algunas personas que enferman se atribuye su mal al Blastocystis, pero ni siquiera es seguro que no sea culpa de otros microorganismos que lo acompañen. Una interpretación es que hay cepas (estirpes o linajes) que son patógenas y otras que no, que serían las más frecuentes. Lo que si es seguro es que la infestación (es la palabra apropiada cuando no son virus o bacterias) se produce a partir de materia fecal de animales o humana. No se espera pues transmisión directa de persona a persona, y es además probable que las personas con las que se convive dieran también positivo si se examinaran; compruebo que en estudios de Perú se detecta en escolares una prevalencia de hasta un 50% de niños infestados, y no creo que las calles estén llenas de escolares moribundos. Se trata con fármacos, que debe recetar el médico si los considera necesarios, activos contra los protozoos; pero la mayoría de los infestados son asintomáticos (sin enfermedad) y tampoco son un riesgo para otros, aunque es recomendable desde luego que se laven las manos antes de manipular alimentos, lo mismo que cualquier otra persona, porque casi nunca sabemos de que somos portadores.