Casi loco
Doctor Steve:
Le ruego encarecidamente sacarme del túnel sórdido y oscuro en el que llevo ya alrededor de un mes metido. Mi historia es la siguiente:
A finales del 2004, entre noviembre y diciembre, tuve relaciones usando siempre condones con una mujer cuyo estado serológico --según supe después por boca de varias personas-- era positivo. Mi mayor riesgo, acaso, fue que en una oportunidad esta mujer me hizo una felación desprotegida, aunque no llegué a eyacular en su boca. Fue una sola vez. A los dos meses de mi última exposición de riesgo con la mujer ¿VIHp?, comencé a salir con una antigua novia con quien tuve sexo desprotegido en más de 10 ocasiones. Ella quedó embarazada en febrero, y durante todo el proceso, como es de rigor, fue sometida a cuantas pruebas se ameritan en ese estado --el vih incluido-- y nunca salió reactiva. Ella y mi hijo están a salvo de la enfermedad. Pocos días antes del parto (vivo en Estados Unidos y ella en República Dominicana) viajé al país y tuvimos relaciones como en 3 ocasiones sin protección otra vez. Pasados 7 meses del parto, ella se hizo una nueva prueba VIH sugerida antes de la operación de una uña encarnada, y nueva vez salió negativa. Más recientemente, en mayo del 2006, tuve sexo desprotegido con una nueva compañera, quien a los 6 meses (justo en en noviembre pasado) consiguió empleo en una prestigiosa compañía dominicana, y allí la sometieron a la prueba del VIH resultando también negativa. He aquí el nudo del asunto: hace apenas 1 mes supe que el VIH de la primera mujer era cierto, y que murió a causa del SIDA. Desde entonces, tan pronto supe la información, vivo en un infierno. Llevo un mes con los síntomas típicos de la gripe, y no los he podido remitir, si bien es verdad que pueden deberse al invierno. Tan pronto leo sobre un síntoma, lo padezco. Lo primero que averigüé fue sobre los Ganglios Linfáticos y desde ese momento siento pinchazos en todas las zonas donde están ubicados. Tengo dolor de garganta desde hace cerca de un mes, y las articulaciones, si bien no me molestan, de vez en cuando siento cierto hormigueo. Al momento de escribirle esto, he ido al baño y me he notado una cierta capa blanca, vellosa, en la lengua. Sé que me puedo estar sugestionando, pero esto último ya me ha preocupado al borde de la locura. Ante lo descrito 1) Puedo olvidarme del tema ante mi bebé y la mamá sanos 2)Por donde andan las estadísticas de que un VIHp pueda tener dos parejas discordantes 3)Cree usted que estoy somatizando la enfermedad. Volveré a vivir con su respuesta.
Le ruego encarecidamente sacarme del túnel sórdido y oscuro en el que llevo ya alrededor de un mes metido. Mi historia es la siguiente:
A finales del 2004, entre noviembre y diciembre, tuve relaciones usando siempre condones con una mujer cuyo estado serológico --según supe después por boca de varias personas-- era positivo. Mi mayor riesgo, acaso, fue que en una oportunidad esta mujer me hizo una felación desprotegida, aunque no llegué a eyacular en su boca. Fue una sola vez. A los dos meses de mi última exposición de riesgo con la mujer ¿VIHp?, comencé a salir con una antigua novia con quien tuve sexo desprotegido en más de 10 ocasiones. Ella quedó embarazada en febrero, y durante todo el proceso, como es de rigor, fue sometida a cuantas pruebas se ameritan en ese estado --el vih incluido-- y nunca salió reactiva. Ella y mi hijo están a salvo de la enfermedad. Pocos días antes del parto (vivo en Estados Unidos y ella en República Dominicana) viajé al país y tuvimos relaciones como en 3 ocasiones sin protección otra vez. Pasados 7 meses del parto, ella se hizo una nueva prueba VIH sugerida antes de la operación de una uña encarnada, y nueva vez salió negativa. Más recientemente, en mayo del 2006, tuve sexo desprotegido con una nueva compañera, quien a los 6 meses (justo en en noviembre pasado) consiguió empleo en una prestigiosa compañía dominicana, y allí la sometieron a la prueba del VIH resultando también negativa. He aquí el nudo del asunto: hace apenas 1 mes supe que el VIH de la primera mujer era cierto, y que murió a causa del SIDA. Desde entonces, tan pronto supe la información, vivo en un infierno. Llevo un mes con los síntomas típicos de la gripe, y no los he podido remitir, si bien es verdad que pueden deberse al invierno. Tan pronto leo sobre un síntoma, lo padezco. Lo primero que averigüé fue sobre los Ganglios Linfáticos y desde ese momento siento pinchazos en todas las zonas donde están ubicados. Tengo dolor de garganta desde hace cerca de un mes, y las articulaciones, si bien no me molestan, de vez en cuando siento cierto hormigueo. Al momento de escribirle esto, he ido al baño y me he notado una cierta capa blanca, vellosa, en la lengua. Sé que me puedo estar sugestionando, pero esto último ya me ha preocupado al borde de la locura. Ante lo descrito 1) Puedo olvidarme del tema ante mi bebé y la mamá sanos 2)Por donde andan las estadísticas de que un VIHp pueda tener dos parejas discordantes 3)Cree usted que estoy somatizando la enfermedad. Volveré a vivir con su respuesta.
Respuesta de Juan Pablo Lopez Fajardo
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Juan Pablo Lopez Fajardo, Un sueño nunca es tan grande y un soñador nunca es tan pequeño
Ante todo la calma, recuerde que la mente es tan poderosa que si usted se sgestiona hará que su cuerpe experimente todos los síntomas que usted piensa que pueden aparecer, ¿la mente es tan fuerte que si usted se mete en ese estado terminara por enfermar de verdad ok?
Haga lo siguiente, vaya a un laboratorio y practiquese ya los esamenes para detectar el VIH espere los rexultados y mantenga la calma, ¿no hay otra manera de saberlo ok?
Por lo que me dice usted de la mama y el bbe creo que usted ya se salvo, mire yo le daré unos untos iumportantes.
1.- Hágase los exámenes ya.
2.- Contacte a esas personas con quien tuvo relaciones sexuales para saber como están de salud y no las alarme.
3.- Cheque bien los tiempos que tuvo relaciones con una y otra mujer para saber cual estaba infectada.
4.- No alarme a su familia
5.- Esperando los resultados si salen negativos entonces olvídese de cosas malas y por ultimo
Jamas tenga relaciones sin condón y el sexo oral colo con su pareja estable.
Los síntomas del vih pueden aparecer después de muchos años, es decir que usted pudiera tener la enfermedad por una mujer que usted tuvo hace más de 6 años y hasta ahora manifestarse pero no creo que eso sea la situación.
Tenga calma, si su beb y esposa están bien, ¿usted esta bien oK? Es lo más probable, pero no descarte los estudios que le digo en sangre por que ahí estará el resultado fiel.
Espero que lo acompañe dios, mucha suerte, y tenga fe, no se eferme de mente por que apareseran más síntomas.
Y por favor que se practique los exámenes su esposa pero no la alarme, dígale que se harán un perfil completo de laboratorio que incluya muchos estudios incluyendo el vih.
Si los resultados dan negativo.
Felicidades, ¿y nunca tenga relaciones con cualquier mujer por calentura ok?
Solo con parejas estables y protección sin sexo oral
Haga lo siguiente, vaya a un laboratorio y practiquese ya los esamenes para detectar el VIH espere los rexultados y mantenga la calma, ¿no hay otra manera de saberlo ok?
Por lo que me dice usted de la mama y el bbe creo que usted ya se salvo, mire yo le daré unos untos iumportantes.
1.- Hágase los exámenes ya.
2.- Contacte a esas personas con quien tuvo relaciones sexuales para saber como están de salud y no las alarme.
3.- Cheque bien los tiempos que tuvo relaciones con una y otra mujer para saber cual estaba infectada.
4.- No alarme a su familia
5.- Esperando los resultados si salen negativos entonces olvídese de cosas malas y por ultimo
Jamas tenga relaciones sin condón y el sexo oral colo con su pareja estable.
Los síntomas del vih pueden aparecer después de muchos años, es decir que usted pudiera tener la enfermedad por una mujer que usted tuvo hace más de 6 años y hasta ahora manifestarse pero no creo que eso sea la situación.
Tenga calma, si su beb y esposa están bien, ¿usted esta bien oK? Es lo más probable, pero no descarte los estudios que le digo en sangre por que ahí estará el resultado fiel.
Espero que lo acompañe dios, mucha suerte, y tenga fe, no se eferme de mente por que apareseran más síntomas.
Y por favor que se practique los exámenes su esposa pero no la alarme, dígale que se harán un perfil completo de laboratorio que incluya muchos estudios incluyendo el vih.
Si los resultados dan negativo.
Felicidades, ¿y nunca tenga relaciones con cualquier mujer por calentura ok?
Solo con parejas estables y protección sin sexo oral
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- Anónimo
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Respuesta de Manuel Miguel Hernández Pujadas
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Manuel Miguel Hernández Pujadas, Espiritualidad, Relaciones Humanas, Dirección de Empresas,...
En primer lugar disculpa por la tardanza pero estuve muy ocupado cuidando a un familiar enfermo en el hospital y no tuve tiempo de casi nada. Gracias.
Como estás pensando obsesionadamente en este tema, te estas perjudicando positivamente. Piensas en negativo y sufres realmente. No padezcas en balde. El pasado ya fue y no es lógico vivir ahora encadenados al pasado. Vive ahora, el momento presente.
Lo que yo haría si fuera tú es lo siguiente: Primero me haría una prueba a ver si tengo el AIDS o no. Y viviría el momento presente con toda la tranquilidad posible. Cuando sepa el resultado, actuaría de acuerdo al siguiente esquema:
Si estoy limpio, procuraría no usar el sexo más como una diversión, pues ya he visto que no lo es. No es un juego. Es una cosa muy seria.
Si estoy infectado, me pongo a las órdenes de un buen especialista y sigo sus consejos.
En cualquier caso, creo que te beneficiará leer cosas que te ayuden a darte cuenta que la vida que llevaste es de desenfreno y lleva a la perdición. Te recomiendo visites www.interrogantes.net y ahí encontrarás muchas cosas sobre el sexo, el amor, la familia, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, etc.
Un cordial saludo
NOTA: Te paso también un consejo para mejorar tu autoestima
Creo que te observas demasiado. Te tienes como protagonista "estelar" de tu vida y no dedicas suficientemente a los demás (eso me pasó a mí también durante algunos años en que viví solo).
La mejor solución para el problema que notas ahora es LLENAR TU VIDA DE HECHOS DE AMOR Y DE SERVICIO PARA LOS DEMÁS.
Sí, hay muchas personas que pasan a diario en tu camino que necesitan de ti, de una sonrisa, de que les escuches, de que valores sus trabajos o esfuerzos. ¿Qué te impide esforzarte para hacerles la vida más agradable?. Así, cuando llegue al final del día te vendrán pensamientos de esas personas contentas, llenas de energía que les has comunicado tú, y verás que eso es muy contagioso (pues te lo pasas muy bien). Estarás pensando qué y cómo actuar mañana, la semana que viene, etc.
Tienes que vivir una vida que te satisfaga a ti. No dejes pasar los días uno detrás de otro sin ningún sentido. Cuenta los días de tu vida por las buenas obras que has hecho en cada uno de ellos. Si algún día no has hecho nada positivo por los demás, considéralo un día perdido.
Procura vivir el momento presente. Disfruta de tu vida. Amate a ti mismo. Piensa en otra persona hipotética que le hubiera sucedido lo que a ti. Piensa que eres una espectadora de una película en la que tú eres la protagonista. ¿Tratarías tan duramente a la protagonista como en realidad te estas tratando tú a ti misma en la vida real?.
Vamos, no me cuentes sólo lo que tu consideras un aspecto negativo de tu persona. ¿No podrías encontrar aspectos positivos de tu persona?. Claro que sí.
La felicidad y el sentirse bien consigo mismo no depende del entorno ni de nada exterior a nosotros mismos.
Los pensamientos que procesas en cada momento en tu cerebro y solo esos son los que hacen a cada persona feliz o infeliz.
Hay muchas personas con defectos, traumas y problemas mucho más acentuados que los tuyos que son felices. ¿Sabes su secreto? Han salido de sí mismos. Se aceptan como son y dedican su tiempo, su energía a hacer más bonito el mundo, a ayudar a gente que los necesitan (¡Que te necesitan!).
No te analices tanto. No te culpes de algo que no puedes resolver (el pasado no se puede cambiar). Aprende a vivir ahora, hoy, en este momento. Respira, nota el aire que entra en tus pulmones y que te da energía. Siente tu corazón, tócate la mano, observa qué bellas son las manos, cuanto bien puedes hacer aún con ellas a gente que el destino pondrá a tu alcance y que están esperando que los ayudes, con una mirada, con un gesto, con una sonrisa...
Te recomiendo que busques algo en que ocupar tu tiempo libre saliendo de ti mismo (por ejemplo ayudando a enfermos, ancianos, niños huérfanos, etc.). También aprovecha cada instante de cada día para amar a los demás, piensa en ellos, en como ayudarles, en como facilitarles las cosas y verás qué bien te sientes. No hay dinero en el mundo comparable a esa sensación.
Otra cosa: el hecho de vivir solo no es lo mejor para ti. Hay por ahí personas que necesitan de ti. Piensa, y llegado el caso, busca a una chica que tú veas que te ayudará en tu vida y proponte compartir tu vida con ella, ayudarla y formar una familia.
Si te gusta leer puedes hacerlo con el libro USTED PUEDE SANAR SU VIDA de Louise L. Hay (Editorial Urano). También si quieres un libro estupendo que te aclarará lo importante y lo superfluo de tu vida, lee PARA SALVARTE del P. Jorge Loring, sj. También cómprate algún libro de la Madre Teresa de Calcuta, y te enterarás de lo que es el amor. Puedes consultar sobre el P. Loring en www.arconet.es/loring. También te recomiendo que visites www.interrogantes.net y www.encuentra.com y consultes documentación sobre los valores, la familia, la sexualidad, etc.
Que haya suerte. Sé valiente y listo. Si quieres consultarme algo más no dudes en hacerlo.
Un cordial saludo con mis mejores deseos para tu felicidad.
Nota: te paso lo que he visto de autoestima en www.interrogantes.net
Carácter y autoestima
Autoestima y educación
Autoestima y estado de ánimo
Autoestima y afán por mejorar
Sentimientos de inferioridad
Perdonarse a uno mismo
¿Falta de dotes naturales?
Autoestima y educación
Como ha escrito Miguel Angel Martí, a veces parece como si sólo existieran dos tipos de personas. Unas que se sobrevaloran, cayendo así en actitudes más o menos engreídas o prepotentes. ¿Y otras? ¿Qué son quizá las menos?, que se infravaloran, que únicamente son capaces de ver en su personalidad los aspectos negativos y las deficiencias. Y su relación con ellos mismos es intrapunitiva, se sienten culpables de todos sus fracasos, aunque éstos se deban a factores externos, y esto les lleva a una cruel inseguridad, y a valorar siempre más la opinión de los otros que la suya propia. Son personas que, en casos extremos, pueden terminar necesitando ayuda médica para entablar con los demás unas relaciones de igualdad y sentir un mínimo de afecto por ellas mismas.
La falta de autoestima, además, suele conducir a un círculo vicioso de actitudes mentales negativas. Puede comenzar pensando, por ejemplo, que no será capaz de alcanzar una meta que se ha propuesto, porque tiene la impresión de que rara vez logra lo que se propone. Se encamina hacia ella con talante gris y mortecino, tarde y sin entusiasmo, con más miedo al fracaso que afán de lograr el éxito. ¿Si luego las cosas no salen? ¿Y no suelen salir cuando se acometen así?, la experiencia, una vez más, vuelve a reforzar el juicio negativo anterior: de nuevo se ha demostrado que no valgo, que he fallado y que seguiré igual en el futuro.
Un correcto sentido de autoestima debe estar presente en todo proceso educativo, tanto familiar como escolar, y resulta fundamental para la propia maduración psicológica y para formar el carácter. Cuando la persona aprende a respetarse a sí misma, y a no compararse dañosa e inútilmente con los demás, tiene entonces mayor facilidad para tomar conciencia de su propia singularidad y dignidad. ¿Es decisivo comprender que cada ser humano posee unas virtualidades propias que sólo él mismo? ¿Con la ayuda que sea necesaria? Puede llegar a hacer rendir, proponiéndose proyectos y metas a las que se siente llamado y que llenarán de contenido su existencia.
El fomento de la autoestima no debe llevar, bajo ningún concepto, a promover un modelo de personalidad narcisista. La autoestima es un sensato y equilibrado afecto por uno mismo, que no tiene por qué conducir al egoísmo ni a la vanidad. La autoestima es respeto a la propia persona, convicción de que cada uno es portador de una alta dignidad como hombre, comprensión profunda de que cada ser humano es irrepetible, llamado a realizar en el mundo una tarea que dará sentido a su vida y que nadie puede hacer por él.
¿Son compatibles autoestima y humildad? Para muchas personas parecen valores difíciles de conciliar, quizá porque en su interior piensan que la humildad es algo tan simple como tener una mala opinión acerca de los propios valores y talentos. Pero la verdadera humildad no es eso, ni es tampoco una absurda simulación de falta de cualidades, pues la humildad no puede violentar la verdad, no está en exaltarse ni en infravalorarse, sino que va unida al conocimiento propio, a la sinceridad, la sencillez y la naturalidad.
Muchos afirman que las personas de mucho talento tienen más fácil caer en la vanidad o la egolatría. Sin embargo, tengo la impresión de que las actitudes vanidosas o ególatras no son cuestión de mucho o poco talento, sino que son más bien un problema de virtud, de educación, de sentido común. Es más, podría incluso decirse que las actitudes engreídas revelan, en cierta manera, poca cabeza: porque todo ese tórrido presumir de talentos que uno ha recibido sin ningún mérito propio es bastante ridículo y carente de sentido, y quizá venga a demostrar más bien que todo ese supuesto talento es bastante escaso.
Tal vez el hecho de que en el mundo abunden los ególatras sea la causa de que se insista tan poco desde los distintos ámbitos de la educación en la necesidad que tiene el hombre de ser educado en un sensato principio de autoestima.
Autoestima y estado de ánimo
Cuando alguien se encuentra desanimado, se ve peor a sí mismo, y eso suele llevarle a un menor aprecio hacia sí mismo. Autoestima y estado de ánimo suelen ascender o descender de modo paralelo.
Una autoestima demasiado baja suele generar actitudes de frecuente desánimo, de no atreverse a casi nada, de desarrollar poco las propias capacidades y ver casi todo como inasequible. Con esa actitud, la derrota viene dada de antemano, antes de entrar en batalla, por esa injustificada infravaloración de uno mismo.
Cuando esa baja autoestima ha arraigado de modo profundo en una persona, hacerle comprender su error no será tarea fácil. Les cuesta mucho admitir cualquier valoración positiva de uno mismo, y cuando otras personas intentan hacérselo ver, con frecuencia lo interpreta como halagos infundados, simples cumplidos de cortesía, o bien como un ingenuo desconocimiento de la realidad, o incluso un intento de tomarle el pelo.
¿Es bueno entonces tener una alta autoestima, cuanta más mejor? Sí, si se enfocan bien las cosas. Pero si tener una alta autoestima lleva a pensar sólo en uno mismo, a valorarse más de lo que se vale, o a un exceso de comprensión con uno mismo, a ser egoísta y engreído, etc., es evidente que eso sería malo. En ese sentido, podría decirse que tanto la baja autoestima como la excesivamente alta son destructivas para la personalidad y psicológicamente insanas.
Los sentimientos de culpa, o de vergüenza, o de insatisfacción ante algo que hemos hecho o dejado de hacer, no son sentimientos buenos ni malos de por sí. A veces serán muy necesarios, puesto que habrá cosas que haremos mal y de las que es bueno que nos sintamos culpables y avergonzados; otras veces serán inadecuados, porque nos atormentan de modo patológico y tienen un efecto destructivo y contraproducente. Se trata de sentimientos que, como todos, deben tener medida y adecuación a su causa.
A medida que una persona va madurando y adquiriendo solidez, su nivel de autoestima se irá haciendo más estable, gracias a un mejor conocimiento de sí misma y a poseer criterios más sólidos a la hora de encontrar motivos de propia estimación. Ya no es tan fácil que una opinión favorable o desfavorable, o un sencillo acierto o error, una buena o mala noticia, ocasionen fuertes oscilaciones en su estado de ánimo o su autoestima.
También es importante aceptar con el modelo de vida a que uno aspira. Por ejemplo, el éxito social o profesional no bastan para garantizar la autoestima; si ciframos el ideal de persona valiosa y respetable en ser capaz de alcanzar grandes resultados económicos o de reconocimiento social, dejando al margen otros criterios más sólidos, es fácil que las cosas no nos vayan bien, tanto si conseguimos esos logros como si no. De hecho, hay una constante comprobación de que si los modelos de éxito se reducen a sólo una parte de la vida y no a su conjunto, al final no se quedan satisfechos de esos éxitos ni siquiera los pocos que llegan a conseguirlos.
Está claro que tampoco se trata de rebajar los ideales para evitar las decepciones. Sería un camino fácil y equivocado. Es la estrategia del escepticismo vital, en la que se apagan los sentimientos de sana emulación y se enaltece, por el contrario, la falta de ideales y la mediocridad. Rebajar los ideales y decir que todo da igual, o que hoy día todo el mundo va a lo suyo y ya está, son actitudes que no conducen a nada bueno.
Autoestima y afán por mejorar
Es preciso proponerse aspiraciones e ideales altos, pero hay que hacerlo sobre una escala de valores y de expectativas acertada. Y una buena forma de progresar en autoestima es avanzar en la propia mejora personal. El hombre puede y debe aspirar a mejorar cada día a lo largo de su vida. Se trata de una tarea que siempre produce grandes satisfacciones, y que, en cierta manera, llenará de sentido nuestra existencia.
Nunca se llegará a ser perfecto, es verdad, y por eso no debe confundirse el ideal de buscar la propia mejora con un enfermizo afán perfeccionista. Querer aproximarse lo más posible a un ideal de perfección es muy diferente del perfeccionismo, o de embarcarse en la utópica pretensión de llegar a no tener defecto alguno (o la más peligrosa aún, de querer que los demás tampoco los tengan).
El hombre ha de enfrentarse a sus defectos de modo inteligente, aprendiendo de cada error, procurando evitar que sucedan de nuevo, ¿conociendo sus limitaciones? ¿Sin miedo a mirarlas de frente? Para evitar exponerse innecesariamente a ocasiones que superen nuestra resistencia. Así, además, comprenderá mejor los defectos de los demás y sabrá ayudarles de modo eficaz.
La tarea de mejorarse a uno mismo no debe afrontarse como algo crispado, angustioso o estresante. Ha de ser un empeño continuo, que se aborda en el día a día con ánimo sereno, de modo cordial y con espíritu deportivo, sabiendo las dificultades con las que nos enfrentaremos y la importancia radical de la constancia en ese propósito.
En las dos o tres últimas décadas, la enseñanza básica de muchos países occidentales se ha esforzado por fortalecer la autoestima de los alumnos prodigando alabanzas incluso cuando los resultados eran desoladores. Se trataba, ante todo, de no desanimar. La idea era que, educando así, esas personas tendrían en el futuro muchos menos problemas, porque su elevada autoestima les impediría tener un comportamiento antisocial.
¿Los resultados? ¿La terca realidad? Está haciendo que sean cada vez son más los especialistas que dudan seriamente de que ése sea un buen método pedagógico, y piensan que esa falsa autoestima puede causar mucho daño. Si se pone tanto empeño en no culpabilizar a nadie y en defender cualquier opción, el resultado es que esas personas acaban parapetándose tras sus opiniones y sus actos y se hacen impermeables al consejo y a cualquier crítica constructiva, puesto que toda observación que no sea de alabanza se recibe negativamente.
La conclusión parece clara: el exceso de auto indulgencia, el alabarlo todo, o relativizarlo todo, conduce a más patologías de las que evita. Decir a los hijos o a los alumnos que todo lo que hacen está bien, o que hagan lo que les parezca mientras lo hagan con convicción, o cosas por el estilo, acaba por dejarles en una posición muy vulnerable. Esas personas se sentirán tremendamente defraudadas cuando al final choquen con la dura realidad de la vida.
Como ha señalado Laura Schlessinger, es mejor basar la autoestima en logros reales. En pensar y servir a los demás, en hacer cosas que les lleven a sentirse útiles. No se trata de hacer cavar zanjas, alabar ese trabajo, y luego volver a taparlas. Se trata de avanzar en el camino de la virtud, dejar de lamentarse tanto de los propios problemas y tomar ocasión de ellos para forjar el propio carácter. Si se enseña a los niños a esforzarse por conseguir virtudes, la autoestima vendrá sola. Y si no se logra, al menos estarán viviendo en el mundo real.
Sentimientos de inferioridad
Como ha señalado Javier de las Heras, el sentimiento de inferioridad se debe a la existencia de un defecto que se vive como algo vergonzoso, humillante, indigno de uno mismo e inaceptable. En no pocos casos, además, se trata sólo de un presunto defecto, ya que, cuando se conoce y se analiza con un mínimo de objetividad, se comprueba que no hay motivos de peso para considerarlo tal, o que, en cualquier caso, se le está dando una importancia subjetiva desmesurada.
Lo habitual es que todo esto se lleve en el secreto de la propia intimidad, y que tenga una importante carga subjetiva. Son evidencias interiores que muchas veces no resultan nada previsibles ni evidentes desde el exterior, pero que suelen constituir un intenso y profundo motivo de desasosiego y condicionar bastante la personalidad y el comportamiento de quien las sufre.
Lo sorprendente es que hay gente muy valiosa que también sufre sentimientos de inferioridad. La fuerte carga subjetiva de esos sentimientos hace que, en efecto, se produzcan situaciones bastante sorprendentes. No es extraño, por ejemplo, que una persona que posea unas cualidades muy superiores a la media de quienes le rodean esté fuertemente condicionada por un sentimiento de inferioridad proveniente de cualquier sencilla cuestión de poca importancia.
Las épocas más proclives para esas impresiones son el final de la infancia y todo el periodo de la adolescencia. Por eso es importante en esas edades ayudarles a ser personas seguras y con confianza en sí mismas.
Por otra parte, muchos autores aseguran que los sentimientos de superioridad suelen tener su origen en un intento de compensar otros sentimientos de inferioridad firmemente arraigados. Esos procesos suelen provocar actitudes presuntuosas, arrogantes e inflexibles, de personas envanecidas que tienden a tratar a los demás con poca consideración, y que si a veces se muestran más tolerantes o benevolentes, es siempre con un trasfondo paternalista, como si quisieran destacar aún más su poco elegante actitud de superioridad.
Son personas a las que gusta darse importancia, y que exageran sus méritos y capacidades siempre que pueden; que siempre encuentran el modo de hablar, incluso a veces con aparente modestia, ¿de manera que susciten? ¿Eso piensan ellos? Admiración y deslumbramiento. Suelen ser bastante sensibles al halago, y por eso son presa fácil de los aduladores. Fingen despreciar las críticas, pero en realidad las analizan atentamente, y esperan rencorosamente la ocasión de vengarse. Están siempre pendientes de su imagen, muchas veces profundamente inauténtica, y con frecuencia recurren a defender ideas excéntricas, o a llevar un aspecto exterior peculiar y extravagante, con objeto de aparecer como persona original o con rasgos de genialidad. Buscan el modo de sorprender, para obtener así en otros algún eco que les confirme en su intento de convencerse de su identidad idealizada: por el camino de la inferioridad, acaban en el narcisismo más frustrante.
Perdonarse a uno mismo
Todos sabemos que, muchas veces, perdonar es difícil. Pero quizá para algunos sea especialmente difícil perdonarse a uno mismo. Y están tristes porque no se perdonan sus propios fracasos, porque alimentan sus errores dándoles vueltas en su memoria, porque parece que se empeñan en mantener abiertas sus propias heridas. Son como cadenas que se ponen a sí mismos, cárceles en las que se encierran voluntariamente.
A lo mejor están tristes y sienten dentro del corazón como una especie de lanzada que les amarga la existencia, porque cargan con una responsabilidad que no les corresponde, por un fracaso que no es suyo, al menos en su totalidad.
Sucede a veces, por ejemplo, con la educación de los hijos. Unas veces se falla porque se hace mal, otras porque hay circunstancias ajenas que lo estropean sin culpa de los padres, y otras simplemente porque los hijos son libres. En cualquier caso, la solución nunca es dejarse consumir por la tristeza, sino rectificar en lo posible el rumbo, procurar aprender, intentar recuperar el terreno que se haya perdido, mirar al futuro con esperanza.
La falta de perdón para uno mismo suele generar tristeza, y una y otra tienen su origen en el orgullo. Y así como el orgullo del que es simplemente vanidoso, o de quien está pagado de sí mismo, es el más corriente y menos peligroso; en cambio, pasarse la vida dando vueltas a los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo.
Es preciso aprender a aceptarse serenamente a uno mismo. Aceptarse, que nada tiene que ver con una claudicación en la inevitable lucha que siempre acompaña a toda vida bien planteada, sino que es encontrar un sensato equilibrio entre exigirse y comprenderse a uno mismo.
Conociéndose un poco es fácil saber cómo hacer frente a esos desánimos que acompañan a los propios errores y fracasos. Son instantes de hundimiento y de desazón, bajones de ánimo que pretenden ganarnos la partida de la vida.
Conviene pararse a pensar en las razones que los producen. A veces nos avergonzará ver cómo pueden desanimarnos contratiempos tan tontos; cómo cosas de tan poca importancia pueden hacernos pasar de la euforia al abatimiento, o viceversa, de forma tan rápida. Para superarlos, conviene hacer un esfuerzo de reflexión, un serio intento para ser objetivo, para ver cómo alejar esas sombras de pesimismo que asaltan inadvertidamente a todos y que tantas veces no dejan ver la cara soleada de la vida.
¿Falta de dotes naturales?
«Veo que lo que yo tardo una tarde entera en estudiar y luego apenas me acuerdo, mi compañera lo estudia en una hora...¿? Decía con pesimismo Alicia, una atribulada estudiante de dieciséis años.
»Yo me paso encerrada todo el fin de semana estudiando, y ella, en cambio, no da ni golpe y saca luego mejor nota.
»Y estamos las dos igual de distraídas en clase, nos pregunta la profesora, y ella con dos ideas que recuerda le sale una respuesta convincente, y yo, en cambio, me quedo sin saber qué decir.
»Cuando pienso en esto y me dedico a compararme, a veces me pongo muy triste al ver que todas me aventajan y que es algo que nunca podré evitar, porque no puedo hacer nada por remediarlo...»
Las personas que, como Alicia, sufren con esta preocupación, deben convencerse de que no es verdad que estén en todo en inferioridad de condiciones, ni que lo suyo no tenga remedio. Que la naturaleza suele otorgar sus dones de forma más repartida de lo que parece. Y que otras personas con limitaciones superiores a las suyas han triunfado en la vida y han sido muy felices.
Para empezar, es probable que se esté lamentando de unas limitaciones que no tienen la trascendencia que ella le da.
Quizá también se olvida Alicia de otras muchas cualidades que posee, y que quizá no brillen tanto y por eso apenas las ha advertido, pero que probablemente sean más importantes que esas otras que le deslumbran en los demás.
Ciertamente quizá otros tengan más simpatía, más gracia, más habilidad en lo que sea, mejor aspecto, ¿más medios económicos o? ¿En apariencia? Más suerte y éxito en la vida. Pero eso no es lo fundamental. Son más importantes otras cosas que quizá llaman menos la atención. Y tantas veces, además, el que tiene menos talentos pero se esfuerza por hacerlos rendir, aunque le parezcan escasos, acaba finalmente por superar a otros mucho más capacitados.
No es buena filosofía contemplar la vida en condicional, como lo que habría podido ser si fuéramos de otra manera o tuviéramos otras dotes o hubiéramos actuado de distinto modo. Se puede y se debe vivir la propia vida aceptándola como es.
Y si nos faltan medios o talentos, habrá que sacar rendimiento a lo que se tiene y dejarse de vivir entre fantasías.
Un chico o una chica inteligente deben sacar partido a su inteligencia y dejar de lamentarse de no lograr triunfar en los deportes, en las relaciones públicas y en el arte a la vez. Y un chico o una chica un poco feos o no muy listos, difícilmente llegarán a ser muy guapos o muy inteligentes, pero pueden ser simpáticos, agradables, buenos profesionales y hombres o mujeres excelentes. Lo mejor es ser el que somos y procurar ser cada día un poco mejor.
Como estás pensando obsesionadamente en este tema, te estas perjudicando positivamente. Piensas en negativo y sufres realmente. No padezcas en balde. El pasado ya fue y no es lógico vivir ahora encadenados al pasado. Vive ahora, el momento presente.
Lo que yo haría si fuera tú es lo siguiente: Primero me haría una prueba a ver si tengo el AIDS o no. Y viviría el momento presente con toda la tranquilidad posible. Cuando sepa el resultado, actuaría de acuerdo al siguiente esquema:
Si estoy limpio, procuraría no usar el sexo más como una diversión, pues ya he visto que no lo es. No es un juego. Es una cosa muy seria.
Si estoy infectado, me pongo a las órdenes de un buen especialista y sigo sus consejos.
En cualquier caso, creo que te beneficiará leer cosas que te ayuden a darte cuenta que la vida que llevaste es de desenfreno y lleva a la perdición. Te recomiendo visites www.interrogantes.net y ahí encontrarás muchas cosas sobre el sexo, el amor, la familia, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, etc.
Un cordial saludo
NOTA: Te paso también un consejo para mejorar tu autoestima
Creo que te observas demasiado. Te tienes como protagonista "estelar" de tu vida y no dedicas suficientemente a los demás (eso me pasó a mí también durante algunos años en que viví solo).
La mejor solución para el problema que notas ahora es LLENAR TU VIDA DE HECHOS DE AMOR Y DE SERVICIO PARA LOS DEMÁS.
Sí, hay muchas personas que pasan a diario en tu camino que necesitan de ti, de una sonrisa, de que les escuches, de que valores sus trabajos o esfuerzos. ¿Qué te impide esforzarte para hacerles la vida más agradable?. Así, cuando llegue al final del día te vendrán pensamientos de esas personas contentas, llenas de energía que les has comunicado tú, y verás que eso es muy contagioso (pues te lo pasas muy bien). Estarás pensando qué y cómo actuar mañana, la semana que viene, etc.
Tienes que vivir una vida que te satisfaga a ti. No dejes pasar los días uno detrás de otro sin ningún sentido. Cuenta los días de tu vida por las buenas obras que has hecho en cada uno de ellos. Si algún día no has hecho nada positivo por los demás, considéralo un día perdido.
Procura vivir el momento presente. Disfruta de tu vida. Amate a ti mismo. Piensa en otra persona hipotética que le hubiera sucedido lo que a ti. Piensa que eres una espectadora de una película en la que tú eres la protagonista. ¿Tratarías tan duramente a la protagonista como en realidad te estas tratando tú a ti misma en la vida real?.
Vamos, no me cuentes sólo lo que tu consideras un aspecto negativo de tu persona. ¿No podrías encontrar aspectos positivos de tu persona?. Claro que sí.
La felicidad y el sentirse bien consigo mismo no depende del entorno ni de nada exterior a nosotros mismos.
Los pensamientos que procesas en cada momento en tu cerebro y solo esos son los que hacen a cada persona feliz o infeliz.
Hay muchas personas con defectos, traumas y problemas mucho más acentuados que los tuyos que son felices. ¿Sabes su secreto? Han salido de sí mismos. Se aceptan como son y dedican su tiempo, su energía a hacer más bonito el mundo, a ayudar a gente que los necesitan (¡Que te necesitan!).
No te analices tanto. No te culpes de algo que no puedes resolver (el pasado no se puede cambiar). Aprende a vivir ahora, hoy, en este momento. Respira, nota el aire que entra en tus pulmones y que te da energía. Siente tu corazón, tócate la mano, observa qué bellas son las manos, cuanto bien puedes hacer aún con ellas a gente que el destino pondrá a tu alcance y que están esperando que los ayudes, con una mirada, con un gesto, con una sonrisa...
Te recomiendo que busques algo en que ocupar tu tiempo libre saliendo de ti mismo (por ejemplo ayudando a enfermos, ancianos, niños huérfanos, etc.). También aprovecha cada instante de cada día para amar a los demás, piensa en ellos, en como ayudarles, en como facilitarles las cosas y verás qué bien te sientes. No hay dinero en el mundo comparable a esa sensación.
Otra cosa: el hecho de vivir solo no es lo mejor para ti. Hay por ahí personas que necesitan de ti. Piensa, y llegado el caso, busca a una chica que tú veas que te ayudará en tu vida y proponte compartir tu vida con ella, ayudarla y formar una familia.
Si te gusta leer puedes hacerlo con el libro USTED PUEDE SANAR SU VIDA de Louise L. Hay (Editorial Urano). También si quieres un libro estupendo que te aclarará lo importante y lo superfluo de tu vida, lee PARA SALVARTE del P. Jorge Loring, sj. También cómprate algún libro de la Madre Teresa de Calcuta, y te enterarás de lo que es el amor. Puedes consultar sobre el P. Loring en www.arconet.es/loring. También te recomiendo que visites www.interrogantes.net y www.encuentra.com y consultes documentación sobre los valores, la familia, la sexualidad, etc.
Que haya suerte. Sé valiente y listo. Si quieres consultarme algo más no dudes en hacerlo.
Un cordial saludo con mis mejores deseos para tu felicidad.
Nota: te paso lo que he visto de autoestima en www.interrogantes.net
Carácter y autoestima
Autoestima y educación
Autoestima y estado de ánimo
Autoestima y afán por mejorar
Sentimientos de inferioridad
Perdonarse a uno mismo
¿Falta de dotes naturales?
Autoestima y educación
Como ha escrito Miguel Angel Martí, a veces parece como si sólo existieran dos tipos de personas. Unas que se sobrevaloran, cayendo así en actitudes más o menos engreídas o prepotentes. ¿Y otras? ¿Qué son quizá las menos?, que se infravaloran, que únicamente son capaces de ver en su personalidad los aspectos negativos y las deficiencias. Y su relación con ellos mismos es intrapunitiva, se sienten culpables de todos sus fracasos, aunque éstos se deban a factores externos, y esto les lleva a una cruel inseguridad, y a valorar siempre más la opinión de los otros que la suya propia. Son personas que, en casos extremos, pueden terminar necesitando ayuda médica para entablar con los demás unas relaciones de igualdad y sentir un mínimo de afecto por ellas mismas.
La falta de autoestima, además, suele conducir a un círculo vicioso de actitudes mentales negativas. Puede comenzar pensando, por ejemplo, que no será capaz de alcanzar una meta que se ha propuesto, porque tiene la impresión de que rara vez logra lo que se propone. Se encamina hacia ella con talante gris y mortecino, tarde y sin entusiasmo, con más miedo al fracaso que afán de lograr el éxito. ¿Si luego las cosas no salen? ¿Y no suelen salir cuando se acometen así?, la experiencia, una vez más, vuelve a reforzar el juicio negativo anterior: de nuevo se ha demostrado que no valgo, que he fallado y que seguiré igual en el futuro.
Un correcto sentido de autoestima debe estar presente en todo proceso educativo, tanto familiar como escolar, y resulta fundamental para la propia maduración psicológica y para formar el carácter. Cuando la persona aprende a respetarse a sí misma, y a no compararse dañosa e inútilmente con los demás, tiene entonces mayor facilidad para tomar conciencia de su propia singularidad y dignidad. ¿Es decisivo comprender que cada ser humano posee unas virtualidades propias que sólo él mismo? ¿Con la ayuda que sea necesaria? Puede llegar a hacer rendir, proponiéndose proyectos y metas a las que se siente llamado y que llenarán de contenido su existencia.
El fomento de la autoestima no debe llevar, bajo ningún concepto, a promover un modelo de personalidad narcisista. La autoestima es un sensato y equilibrado afecto por uno mismo, que no tiene por qué conducir al egoísmo ni a la vanidad. La autoestima es respeto a la propia persona, convicción de que cada uno es portador de una alta dignidad como hombre, comprensión profunda de que cada ser humano es irrepetible, llamado a realizar en el mundo una tarea que dará sentido a su vida y que nadie puede hacer por él.
¿Son compatibles autoestima y humildad? Para muchas personas parecen valores difíciles de conciliar, quizá porque en su interior piensan que la humildad es algo tan simple como tener una mala opinión acerca de los propios valores y talentos. Pero la verdadera humildad no es eso, ni es tampoco una absurda simulación de falta de cualidades, pues la humildad no puede violentar la verdad, no está en exaltarse ni en infravalorarse, sino que va unida al conocimiento propio, a la sinceridad, la sencillez y la naturalidad.
Muchos afirman que las personas de mucho talento tienen más fácil caer en la vanidad o la egolatría. Sin embargo, tengo la impresión de que las actitudes vanidosas o ególatras no son cuestión de mucho o poco talento, sino que son más bien un problema de virtud, de educación, de sentido común. Es más, podría incluso decirse que las actitudes engreídas revelan, en cierta manera, poca cabeza: porque todo ese tórrido presumir de talentos que uno ha recibido sin ningún mérito propio es bastante ridículo y carente de sentido, y quizá venga a demostrar más bien que todo ese supuesto talento es bastante escaso.
Tal vez el hecho de que en el mundo abunden los ególatras sea la causa de que se insista tan poco desde los distintos ámbitos de la educación en la necesidad que tiene el hombre de ser educado en un sensato principio de autoestima.
Autoestima y estado de ánimo
Cuando alguien se encuentra desanimado, se ve peor a sí mismo, y eso suele llevarle a un menor aprecio hacia sí mismo. Autoestima y estado de ánimo suelen ascender o descender de modo paralelo.
Una autoestima demasiado baja suele generar actitudes de frecuente desánimo, de no atreverse a casi nada, de desarrollar poco las propias capacidades y ver casi todo como inasequible. Con esa actitud, la derrota viene dada de antemano, antes de entrar en batalla, por esa injustificada infravaloración de uno mismo.
Cuando esa baja autoestima ha arraigado de modo profundo en una persona, hacerle comprender su error no será tarea fácil. Les cuesta mucho admitir cualquier valoración positiva de uno mismo, y cuando otras personas intentan hacérselo ver, con frecuencia lo interpreta como halagos infundados, simples cumplidos de cortesía, o bien como un ingenuo desconocimiento de la realidad, o incluso un intento de tomarle el pelo.
¿Es bueno entonces tener una alta autoestima, cuanta más mejor? Sí, si se enfocan bien las cosas. Pero si tener una alta autoestima lleva a pensar sólo en uno mismo, a valorarse más de lo que se vale, o a un exceso de comprensión con uno mismo, a ser egoísta y engreído, etc., es evidente que eso sería malo. En ese sentido, podría decirse que tanto la baja autoestima como la excesivamente alta son destructivas para la personalidad y psicológicamente insanas.
Los sentimientos de culpa, o de vergüenza, o de insatisfacción ante algo que hemos hecho o dejado de hacer, no son sentimientos buenos ni malos de por sí. A veces serán muy necesarios, puesto que habrá cosas que haremos mal y de las que es bueno que nos sintamos culpables y avergonzados; otras veces serán inadecuados, porque nos atormentan de modo patológico y tienen un efecto destructivo y contraproducente. Se trata de sentimientos que, como todos, deben tener medida y adecuación a su causa.
A medida que una persona va madurando y adquiriendo solidez, su nivel de autoestima se irá haciendo más estable, gracias a un mejor conocimiento de sí misma y a poseer criterios más sólidos a la hora de encontrar motivos de propia estimación. Ya no es tan fácil que una opinión favorable o desfavorable, o un sencillo acierto o error, una buena o mala noticia, ocasionen fuertes oscilaciones en su estado de ánimo o su autoestima.
También es importante aceptar con el modelo de vida a que uno aspira. Por ejemplo, el éxito social o profesional no bastan para garantizar la autoestima; si ciframos el ideal de persona valiosa y respetable en ser capaz de alcanzar grandes resultados económicos o de reconocimiento social, dejando al margen otros criterios más sólidos, es fácil que las cosas no nos vayan bien, tanto si conseguimos esos logros como si no. De hecho, hay una constante comprobación de que si los modelos de éxito se reducen a sólo una parte de la vida y no a su conjunto, al final no se quedan satisfechos de esos éxitos ni siquiera los pocos que llegan a conseguirlos.
Está claro que tampoco se trata de rebajar los ideales para evitar las decepciones. Sería un camino fácil y equivocado. Es la estrategia del escepticismo vital, en la que se apagan los sentimientos de sana emulación y se enaltece, por el contrario, la falta de ideales y la mediocridad. Rebajar los ideales y decir que todo da igual, o que hoy día todo el mundo va a lo suyo y ya está, son actitudes que no conducen a nada bueno.
Autoestima y afán por mejorar
Es preciso proponerse aspiraciones e ideales altos, pero hay que hacerlo sobre una escala de valores y de expectativas acertada. Y una buena forma de progresar en autoestima es avanzar en la propia mejora personal. El hombre puede y debe aspirar a mejorar cada día a lo largo de su vida. Se trata de una tarea que siempre produce grandes satisfacciones, y que, en cierta manera, llenará de sentido nuestra existencia.
Nunca se llegará a ser perfecto, es verdad, y por eso no debe confundirse el ideal de buscar la propia mejora con un enfermizo afán perfeccionista. Querer aproximarse lo más posible a un ideal de perfección es muy diferente del perfeccionismo, o de embarcarse en la utópica pretensión de llegar a no tener defecto alguno (o la más peligrosa aún, de querer que los demás tampoco los tengan).
El hombre ha de enfrentarse a sus defectos de modo inteligente, aprendiendo de cada error, procurando evitar que sucedan de nuevo, ¿conociendo sus limitaciones? ¿Sin miedo a mirarlas de frente? Para evitar exponerse innecesariamente a ocasiones que superen nuestra resistencia. Así, además, comprenderá mejor los defectos de los demás y sabrá ayudarles de modo eficaz.
La tarea de mejorarse a uno mismo no debe afrontarse como algo crispado, angustioso o estresante. Ha de ser un empeño continuo, que se aborda en el día a día con ánimo sereno, de modo cordial y con espíritu deportivo, sabiendo las dificultades con las que nos enfrentaremos y la importancia radical de la constancia en ese propósito.
En las dos o tres últimas décadas, la enseñanza básica de muchos países occidentales se ha esforzado por fortalecer la autoestima de los alumnos prodigando alabanzas incluso cuando los resultados eran desoladores. Se trataba, ante todo, de no desanimar. La idea era que, educando así, esas personas tendrían en el futuro muchos menos problemas, porque su elevada autoestima les impediría tener un comportamiento antisocial.
¿Los resultados? ¿La terca realidad? Está haciendo que sean cada vez son más los especialistas que dudan seriamente de que ése sea un buen método pedagógico, y piensan que esa falsa autoestima puede causar mucho daño. Si se pone tanto empeño en no culpabilizar a nadie y en defender cualquier opción, el resultado es que esas personas acaban parapetándose tras sus opiniones y sus actos y se hacen impermeables al consejo y a cualquier crítica constructiva, puesto que toda observación que no sea de alabanza se recibe negativamente.
La conclusión parece clara: el exceso de auto indulgencia, el alabarlo todo, o relativizarlo todo, conduce a más patologías de las que evita. Decir a los hijos o a los alumnos que todo lo que hacen está bien, o que hagan lo que les parezca mientras lo hagan con convicción, o cosas por el estilo, acaba por dejarles en una posición muy vulnerable. Esas personas se sentirán tremendamente defraudadas cuando al final choquen con la dura realidad de la vida.
Como ha señalado Laura Schlessinger, es mejor basar la autoestima en logros reales. En pensar y servir a los demás, en hacer cosas que les lleven a sentirse útiles. No se trata de hacer cavar zanjas, alabar ese trabajo, y luego volver a taparlas. Se trata de avanzar en el camino de la virtud, dejar de lamentarse tanto de los propios problemas y tomar ocasión de ellos para forjar el propio carácter. Si se enseña a los niños a esforzarse por conseguir virtudes, la autoestima vendrá sola. Y si no se logra, al menos estarán viviendo en el mundo real.
Sentimientos de inferioridad
Como ha señalado Javier de las Heras, el sentimiento de inferioridad se debe a la existencia de un defecto que se vive como algo vergonzoso, humillante, indigno de uno mismo e inaceptable. En no pocos casos, además, se trata sólo de un presunto defecto, ya que, cuando se conoce y se analiza con un mínimo de objetividad, se comprueba que no hay motivos de peso para considerarlo tal, o que, en cualquier caso, se le está dando una importancia subjetiva desmesurada.
Lo habitual es que todo esto se lleve en el secreto de la propia intimidad, y que tenga una importante carga subjetiva. Son evidencias interiores que muchas veces no resultan nada previsibles ni evidentes desde el exterior, pero que suelen constituir un intenso y profundo motivo de desasosiego y condicionar bastante la personalidad y el comportamiento de quien las sufre.
Lo sorprendente es que hay gente muy valiosa que también sufre sentimientos de inferioridad. La fuerte carga subjetiva de esos sentimientos hace que, en efecto, se produzcan situaciones bastante sorprendentes. No es extraño, por ejemplo, que una persona que posea unas cualidades muy superiores a la media de quienes le rodean esté fuertemente condicionada por un sentimiento de inferioridad proveniente de cualquier sencilla cuestión de poca importancia.
Las épocas más proclives para esas impresiones son el final de la infancia y todo el periodo de la adolescencia. Por eso es importante en esas edades ayudarles a ser personas seguras y con confianza en sí mismas.
Por otra parte, muchos autores aseguran que los sentimientos de superioridad suelen tener su origen en un intento de compensar otros sentimientos de inferioridad firmemente arraigados. Esos procesos suelen provocar actitudes presuntuosas, arrogantes e inflexibles, de personas envanecidas que tienden a tratar a los demás con poca consideración, y que si a veces se muestran más tolerantes o benevolentes, es siempre con un trasfondo paternalista, como si quisieran destacar aún más su poco elegante actitud de superioridad.
Son personas a las que gusta darse importancia, y que exageran sus méritos y capacidades siempre que pueden; que siempre encuentran el modo de hablar, incluso a veces con aparente modestia, ¿de manera que susciten? ¿Eso piensan ellos? Admiración y deslumbramiento. Suelen ser bastante sensibles al halago, y por eso son presa fácil de los aduladores. Fingen despreciar las críticas, pero en realidad las analizan atentamente, y esperan rencorosamente la ocasión de vengarse. Están siempre pendientes de su imagen, muchas veces profundamente inauténtica, y con frecuencia recurren a defender ideas excéntricas, o a llevar un aspecto exterior peculiar y extravagante, con objeto de aparecer como persona original o con rasgos de genialidad. Buscan el modo de sorprender, para obtener así en otros algún eco que les confirme en su intento de convencerse de su identidad idealizada: por el camino de la inferioridad, acaban en el narcisismo más frustrante.
Perdonarse a uno mismo
Todos sabemos que, muchas veces, perdonar es difícil. Pero quizá para algunos sea especialmente difícil perdonarse a uno mismo. Y están tristes porque no se perdonan sus propios fracasos, porque alimentan sus errores dándoles vueltas en su memoria, porque parece que se empeñan en mantener abiertas sus propias heridas. Son como cadenas que se ponen a sí mismos, cárceles en las que se encierran voluntariamente.
A lo mejor están tristes y sienten dentro del corazón como una especie de lanzada que les amarga la existencia, porque cargan con una responsabilidad que no les corresponde, por un fracaso que no es suyo, al menos en su totalidad.
Sucede a veces, por ejemplo, con la educación de los hijos. Unas veces se falla porque se hace mal, otras porque hay circunstancias ajenas que lo estropean sin culpa de los padres, y otras simplemente porque los hijos son libres. En cualquier caso, la solución nunca es dejarse consumir por la tristeza, sino rectificar en lo posible el rumbo, procurar aprender, intentar recuperar el terreno que se haya perdido, mirar al futuro con esperanza.
La falta de perdón para uno mismo suele generar tristeza, y una y otra tienen su origen en el orgullo. Y así como el orgullo del que es simplemente vanidoso, o de quien está pagado de sí mismo, es el más corriente y menos peligroso; en cambio, pasarse la vida dando vueltas a los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo.
Es preciso aprender a aceptarse serenamente a uno mismo. Aceptarse, que nada tiene que ver con una claudicación en la inevitable lucha que siempre acompaña a toda vida bien planteada, sino que es encontrar un sensato equilibrio entre exigirse y comprenderse a uno mismo.
Conociéndose un poco es fácil saber cómo hacer frente a esos desánimos que acompañan a los propios errores y fracasos. Son instantes de hundimiento y de desazón, bajones de ánimo que pretenden ganarnos la partida de la vida.
Conviene pararse a pensar en las razones que los producen. A veces nos avergonzará ver cómo pueden desanimarnos contratiempos tan tontos; cómo cosas de tan poca importancia pueden hacernos pasar de la euforia al abatimiento, o viceversa, de forma tan rápida. Para superarlos, conviene hacer un esfuerzo de reflexión, un serio intento para ser objetivo, para ver cómo alejar esas sombras de pesimismo que asaltan inadvertidamente a todos y que tantas veces no dejan ver la cara soleada de la vida.
¿Falta de dotes naturales?
«Veo que lo que yo tardo una tarde entera en estudiar y luego apenas me acuerdo, mi compañera lo estudia en una hora...¿? Decía con pesimismo Alicia, una atribulada estudiante de dieciséis años.
»Yo me paso encerrada todo el fin de semana estudiando, y ella, en cambio, no da ni golpe y saca luego mejor nota.
»Y estamos las dos igual de distraídas en clase, nos pregunta la profesora, y ella con dos ideas que recuerda le sale una respuesta convincente, y yo, en cambio, me quedo sin saber qué decir.
»Cuando pienso en esto y me dedico a compararme, a veces me pongo muy triste al ver que todas me aventajan y que es algo que nunca podré evitar, porque no puedo hacer nada por remediarlo...»
Las personas que, como Alicia, sufren con esta preocupación, deben convencerse de que no es verdad que estén en todo en inferioridad de condiciones, ni que lo suyo no tenga remedio. Que la naturaleza suele otorgar sus dones de forma más repartida de lo que parece. Y que otras personas con limitaciones superiores a las suyas han triunfado en la vida y han sido muy felices.
Para empezar, es probable que se esté lamentando de unas limitaciones que no tienen la trascendencia que ella le da.
Quizá también se olvida Alicia de otras muchas cualidades que posee, y que quizá no brillen tanto y por eso apenas las ha advertido, pero que probablemente sean más importantes que esas otras que le deslumbran en los demás.
Ciertamente quizá otros tengan más simpatía, más gracia, más habilidad en lo que sea, mejor aspecto, ¿más medios económicos o? ¿En apariencia? Más suerte y éxito en la vida. Pero eso no es lo fundamental. Son más importantes otras cosas que quizá llaman menos la atención. Y tantas veces, además, el que tiene menos talentos pero se esfuerza por hacerlos rendir, aunque le parezcan escasos, acaba finalmente por superar a otros mucho más capacitados.
No es buena filosofía contemplar la vida en condicional, como lo que habría podido ser si fuéramos de otra manera o tuviéramos otras dotes o hubiéramos actuado de distinto modo. Se puede y se debe vivir la propia vida aceptándola como es.
Y si nos faltan medios o talentos, habrá que sacar rendimiento a lo que se tiene y dejarse de vivir entre fantasías.
Un chico o una chica inteligente deben sacar partido a su inteligencia y dejar de lamentarse de no lograr triunfar en los deportes, en las relaciones públicas y en el arte a la vez. Y un chico o una chica un poco feos o no muy listos, difícilmente llegarán a ser muy guapos o muy inteligentes, pero pueden ser simpáticos, agradables, buenos profesionales y hombres o mujeres excelentes. Lo mejor es ser el que somos y procurar ser cada día un poco mejor.
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Respuesta de alberto019
1
1
1)Por supuesto que no debes olvidarte del tema de VIH, para que estés seguro de esta enfermedad te recomiendo te hagas análisis.
En los análisis te dirán la verdad de lo que tienes.
Aunque probablemente no estés contagiado ya que tu bebe y tu pareja no están contagiados. Pero nuevamente te sugiero TE REALICES ANÁLISIS DE VIH.
2)Las estadísticas de personas seropositivas con
Perejas son muy altas, ya que este tipo de personas lo hacen por venganza y es así que transimiten el virus. Debes de tener mucho cuidado al tener relaciones con personas desconocidas o con personas que no conozcas su estado de salud. La recomendación aquí es que usa siempre protección, yo se que es desagradable pero piensa es tu bebe, te necesita. Y te aseguro que no querrá con padre infectado con VIH.
3)Como ya te mencione en la primera respuesta, probablemente no estés contagiado y solamente estas padeciendo enfermedades psicosomáticas (enermedades que solo están presentes en lo psiclogico y realmente no existen.
Te recomiendo te tomes un día libre y relajate y olvidate de todo. En este día libe solo piensa en ti, comprate algo, se cariñoso contigo mismo. Disfruta del día.
Si tienes alguna otra duda o más preguntas, házmelo saber y con gusto seguiré ayudándote. No te olvides de hacerte el análisis lo antes posible. ¡Suerte!
En los análisis te dirán la verdad de lo que tienes.
Aunque probablemente no estés contagiado ya que tu bebe y tu pareja no están contagiados. Pero nuevamente te sugiero TE REALICES ANÁLISIS DE VIH.
2)Las estadísticas de personas seropositivas con
Perejas son muy altas, ya que este tipo de personas lo hacen por venganza y es así que transimiten el virus. Debes de tener mucho cuidado al tener relaciones con personas desconocidas o con personas que no conozcas su estado de salud. La recomendación aquí es que usa siempre protección, yo se que es desagradable pero piensa es tu bebe, te necesita. Y te aseguro que no querrá con padre infectado con VIH.
3)Como ya te mencione en la primera respuesta, probablemente no estés contagiado y solamente estas padeciendo enfermedades psicosomáticas (enermedades que solo están presentes en lo psiclogico y realmente no existen.
Te recomiendo te tomes un día libre y relajate y olvidate de todo. En este día libe solo piensa en ti, comprate algo, se cariñoso contigo mismo. Disfruta del día.
Si tienes alguna otra duda o más preguntas, házmelo saber y con gusto seguiré ayudándote. No te olvides de hacerte el análisis lo antes posible. ¡Suerte!
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Respuesta de ndop
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ndop, Psicólogo clínico
El vih no se contagia porque alguien te haga una felación, es al revés, podría contagiarse si tu se la hicieses a ella, y sería muy raro que te contagiases así; lo que estás sufriendo es una nosofobia, un miedo terrible a la enfermedad que te está haciendo sufrir un episodio de hipocondría agudo; evidentemente tus síntomas no son sida porque no se desarrolla tan rápido, pero si quieres estar seguro hazte las pruebas, que es bien fácil y así sales de dudas hombre.
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- Anónimo
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