Hola, espero puedan decirme si es normal que no me guste estar muy cerca de las personas, pues me cuesta mucho trabajo relacionarme con gente nueva, e incluso con mi familia no suelo decir todo lo que siento o pienso... Más aún con personas como mis compañeros de clase..., y a mis amigos generalmente no les tolero que estén muy cerca de mí, ni que me tomen de la mano o del brazo mucho menos que me abracen, (nunca he tenido ninguna mala experiencia relacionada con éste tipo de contacto con la gente, no que yo recuerde) y me siento culpable porque a algunos de ellos los he alejado de mí muy bruscamente... ¿es ésto normal?
No me aclara si es hombre o mujer y eso puede ser de importancia. No obstante intentaré darle una respuesta. «A mis amigos generalmente no les tolero que estén muy cerca de mí, ni que me tomen de la mano o del brazo mucho menos que me abracen, (nunca he tenido ninguna mala experiencia relacionada con éste tipo de contacto con la gente, no que yo recuerde» Veamos, en general esto es perfectamente normal, o si no vea que mal se siente la gente dentro de un ascensor, el metro, o transporte público concurrido, donde el espacio es reducido, muy próximos, donde la intimidad se pierde, se huelen los olores corporales, etc. Respecto de abrazos, eso es de una intimidad y afecto excepcional, se abrazan a padres, hermanos, pariente y amigos íntimos, frecuentemente hay abrazos protocolarios, fingidos y breves, pero que nada tienen que ve con los verdaderos abrazos. Esta parte es perfectamente normal. «Incluso con mi familia no suelo decir todo lo que siento o pienso... más aún con personas como mis compañeros de clase...,» Tiene su intimidad y sus íntimos pensamientos, que frecuentemente es bueno que se así, imagínese diciéndole a tal o a cual: eres un idiota. Mire, permítame un cuentecillo: dicen que entre el cerebro y el corazón está la boca. Si todo lo que piensa el cerebro saliera por la boca sin pasarlo por el corazón, no nos soportaría nadie y andaríamos ofendiendo a todo 'quisque' que se nos atravesase. Si todo lo que nos sale del corazón lo dijéramos, sin pasarlo por el cerebro, andaríamos dando besos y abrazos a todo el que nos dijera buenos días. Así pues, si lo que piensa el cerebro pasado por el corazón lo callamos y lo que nos sale del corazón, pasado por el cerebro lo omitimos, resulta que sólo decimos aquello que conviene, es prudente y no ofende. ¡Ay!, de aquellos, que por estar la boca en medio, dicen lo que piensan y lo que les sale del corazón. Quizás sea un poco duro/a, un tanto rigido/a, pero en general, si modera algo sus principios, seguramente resolverá el conflicto, por lo demás es perfectamente normal.