Te felicito por tan noble decisión amiga Sifía. La siguiente información me gustó mucho y por tanto te animo a prestar bien la atención al analizarla con meditación y tratando de poner en práctica las sugerencias que contiene, si así lo haces el éxito en las relaciones con otros será mejor, por ser como eres te estás quedando sola.
Las palabras mordaces, prescindiendo de la intención con que se digan, pueden herir mucho el amor propio de una persona. Aunque se digan en broma, las expresiones sarcásticas pueden crear enemigos, herir sentimientos y romper amistades.
Quizás tengas un “don” para el sarcasmo. Tus amigos se ríen a carcajadas con tus agudezas y réplicas humillantes, y te instan y animan a elaborar más de esos dichos ingeniosos. O puede ser que el sarcasmo se haya convertido en tu principal medio de autodefensa. Armado con palabras punzantes, hieres y maltratas a cualquiera que amenace tu bienestar... o tu ego. Hasta puede que de vez en cuando te des cuenta de que estás hablando con aspereza a tus padres o a tus hermanos. Fíjate Sofía, si tienes una Biblia es recomendable que busques las citas bíblicas que aparecen en la información, así verás el valor práctico de los consejos que contiene.
Hay que reconocer que el sarcasmo tiene su lugar. Utilizado con suavidad, puede ser divertido y es posible que a veces exprese sentimientos profundos. La propia Biblia dice que el apóstol Pablo, Job y hasta Dios mismo se valieron del sarcasmo para expresar su justa indignación. (Job 12:2; Zacarías 11:13; 2 Corintios 12:13.) Sin embargo, el sarcasmo duro o cruel no es más que comportamiento violento y agresivo. Como indica Mary Susan Miller en su libro Childstress! (Estrés infantil), es una forma de “apuñalar y atacar”, solo que con “armas más aceptables socialmente” que las pistolas o las navajas. Aun así, muchas personas creen que el hacer un hiriente comentario sarcástico no es más que otra forma de ser gracioso. “¿Qué hay de malo en ello?”, preguntan.
¿Es tan solo diversión inocente?
Nadie niega que un comentario ligeramente sarcástico puede ser gracioso. Pero cuando el sarcasmo tiene un fondo malintencionado, es posible que el dolor continúe una vez que las risas se desvanezcan. Suele suceder que una batalla de agudezas que comienza en broma acaba en una discusión acalorada. Un joven se expresó así al respecto: “Cuando uno se siente profundamente herido por lo que alguien ha dicho, puede reaccionar replicando con la expresión más hiriente que se le ocurra. Entonces ya deja de ser una broma; realmente se procura herir a la otra persona. Y el sarcasmo puede ser un arma muy eficaz”.
De hecho, la palabra española “sarcasmo” se deriva de un verbo griego que significa literalmente “desollar, sacar la piel”. La persona sarcástica puede, como se dice vulgarmente, “desollar viva a otra”, es decir, despojarla de su dignidad. La publicación Journal of Contemporary Ethnography dice: “La esencia del sarcasmo [...] es hostilidad o desprecio manifiestos”. Poco importa que se trate de un ataque directo, una sutil humillación o que uno se vaya de la lengua. Una observación cruel y sarcástica convierte en una víctima a la persona objeto de mofa.
¿Con qué efectos? La doctora Susan Forward muestra en su libro Toxic Parents (Padres tóxicos) los efectos de que los padres maltraten verbalmente a los hijos: “He visto a miles de pacientes [que] han llegado a pensar que no sirven para nada porque uno de sus padres había [...] ‘bromeado’ sobre lo tontos, feos o no deseados que eran”. Imagínate, pues, lo que podría suceder si diriges crueles comentarios sarcásticos a un amigo, a un conocido o a un hermano. La doctora Forward concluye con las palabras: “El humor que rebaja a otros puede hacer mucho daño”. (Compáralo con Proverbios 26:18, 19.)
Algo que puedes hacer es aprender a pensar antes de hablar. El sabio rey Salomón dijo: “¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él”. (Proverbios 29:20.) Con buena razón la Biblia advierte: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”. (Proverbios 10:19.) Joanne, una joven de dieciocho años, ha aprendido bien el consejo. Dice: “Antes de hablar, hay que pensar qué se va a decir y a quién se dirá”. Si estás disgustada, no expreses en seguida tus sentimientos. Pausa por un momento y pregúntate: “¿Son bondadosas las palabras que me apetece decir? ¿Son necesarias? ¿Me lamentaré después de lo que he dicho?”.
Si escoges bien las palabras, puedes evitar herir los sentimientos de otros y te libras de sufrir vergüenza innecesaria. Algo más que puedes hacer es Concéntrate en tus puntos fuertes. Es bueno estar al tanto de cuáles son tus defectos, pero sin duda tienes mucho que ofrecer. Si estás consciente de tus puntos fuertes, te sentirás más segura, podrás librarte de la mala opinión que tienes de ti misma y vencer la soledad. Pregúntate: “¿Cuáles son mis puntos fuertes?”. Piensa en tus virtudes y habilidades. Deja que otros las vean, puedo percibir que eres sincera e inteligente, usa esas cualidades bien y verás lo agradable que serás para otros.
Interésate por los demás. Comienza interesándote por unas cuantas personas. Las que aun te quedan cerca y que se sienten bien a tu lado. Jorge dice: “El simple hecho de preguntarle a alguien cómo está o qué tal le va en el trabajo puede ayudarte a conocerlo mejor”.
Espero saber tu opinión al respecto y que todo te salga bien.