I. Hola Silvia, sentir desconsuelo es normal cuando sufrimos la muerte de un ser tan amado, mi esposa y yo también hemos sufrido la muerte de nuestros papás. De ahí que empezamos a investigar más sobre la muerte y aprendimos mucho.
¿Era el propósito de Dios que la gente muriera? Ni mucho menos. Dios hizo al hombre para vivir eternamente en la Tierra. Colocó a nuestros primeros padres, Adán y Eva en un hermoso paraíso y los bendijo con salud perfecta. Sin duda quería lo mejor para ellos. ¿Acaso hay algún padre amoroso que desee que sus hijos pasen por los dolores de la vejez y la muerte? ¡Claro que no! Pues bien, Dios amaba a sus hijos y deseaba que fueran felices en la Tierra para siempre. De hecho, la Biblia dice que Dios ha puesto “el tiempo indefinido [...] en el corazón” de los seres humanos (Eclesiastés 3:11). Así es, nos ha creado con el deseo de vivir para siempre, y ha abierto el camino para que ese deseo se haga realidad.
Por eso, cuando nos toca llorar la pérdida de seres amados, quizá pensemos: “¿Qué ha pasado con ellos? ¿Están sufriendo? ¿Nos cuidan de algún modo? ¿Podemos ayudarlos? ¿Los volveremos a ver?”. Nos confundimos con las religiones del mundo pues ofrecen distintas respuestas. Algunas enseñan que los buenos van al cielo, y los malos a un lugar de tormento, el purgatorio, el infierno, el limbo. Otras dicen que pasamos al reino de los espíritus para estar con nuestros antepasados. Y hay religiones que afirman que entramos en el mundo de los muertos para ser juzgados y después nos reencarnamos, es decir, volvemos a nacer en otro cuerpo.
Sin embargo, aprendimos que esas creencias comparten una idea básica: que una parte de nosotros sigue viviendo cuando el cuerpo muere. Casi todas las religiones, tanto del pasado como del presente, afirman que, de una u otra forma, continuamos viviendo para siempre y conservamos la capacidad de ver, oír y pensar. Pero ¿cómo puede ser eso posible? Los sentidos, lo mismo que el pensamiento, dependen del cerebro, el cual deja de funcionar cuando fallecemos. Nuestros recuerdos, sentimientos y sensaciones no se mantienen vivos por sí solos de algún modo misterioso. Es imposible que lo hagan, pues dejan de existir cuando el cerebro se destruye.
De modo que las preguntas importantes para responder son: ¿Necesitaba Dios a su lado a mi papá, al de mi esposa, a su amado esposo tan bueno? ¿Cómo es posible que un Dios de amor nos quite lo que más amamos? Usted no le haría un regalo a su niña que le haga tan feliz y luego de un tiempo se lo quitaría para hacerla sufrir. ¿Verdad qué no? Por eso es bueno saber, ¿Por qué morimos? ¿Cómo están los muertos? ¿Dónde están? ¿Tienen alguna esperanza? ¿Los volveremos a ver algún día? Mi esposa y yo estamos dispuestos a ayudarla con las respuestas a todas esas preguntas porque nosotros la hemos encontrado. Anímese a escribirnos a nuestro correo [email protected], es mucha información y por aquí se nos hace imposible compartirla. Muchas gracias por la confianza y el aprecio. Estamos a su orden.