I. Hola amigo, comparto un artículo que hace mucho encontré en una revista. Déjame saber qué te pareció.
¿Cómo puedo superar este hábito?
“Comencé a masturbarme cuando tenía ocho años. Tiempo después aprendí lo que Dios dice de ese asunto. Cada vez que caía en la tentación, me sentía muy mal y pensaba que Jehová nunca podría amar a alguien como yo. Estaba seguro de que no entraría en el nuevo mundo que él promete.”—Luis.
QUIZÁS tú, al igual que Luis, estés esclavizado al hábito de la masturbación. Sabes que a Jehová le complacería que no cedieras al impulso y que tuvieras autodominio, uno de los frutos de su espíritu santo (Gálatas 5:22, 23; 2 Pedro 1:5, 6). Pero a veces caes en la tentación y, tras cada recaída, te convences de que no tienes remedio y de que eres incapaz de obedecer las justas normas divinas.
Eso mismo opinaba el joven Pedro, quien explica: “Cada vez que recaía, me sentía terriblemente mal. Pensaba que lo que había hecho era imperdonable. Me resultaba difícil orar, y solía empezar diciendo: ‘Jehová, no sé si me vas a escuchar esta vez, pero...’”. Otro joven, llamado Andrés, relata una situación similar: “Me sentía muy hipócrita, y me costaba muchísimo levantarme por las mañanas y afrontar la rutina diaria. Además, se me hacía muy difícil asistir a las reuniones cristianas y participar en el ministerio”.
Si tu situación es parecida a la de Luis, Pedro o Andrés, no te desanimes. Ni eres el único ni eres un caso perdido. Muchos jóvenes y adultos han luchado contra el hábito de la masturbación y han sido capaces de superarlo. Tú también puedes lograrlo.
Cómo enfrentarse a los sentimientos de culpa
Como ya se ha mencionado, quienes ceden al hábito de la masturbación se ven invadidos a menudo por sentimientos de culpa. Sin duda, estar “entristecid[o] de manera piadosa” puede darte el incentivo que necesitas para superar dicho hábito (2 Corintios 7:11). Pero un sentimiento de culpa excesivo resulta contraproducente, pues puede desanimarte tanto que solo desees abandonar la lucha (Proverbios 24:10).
En consecuencia, esfuérzate por ver las cosas con equilibrio. Es verdad que la masturbación es una forma de inmundicia que puede ‘esclavizarte a diversos deseos y placeres’ y generar en ti actitudes que te corrompan (Tito 3:3). Sin embargo, no se trata de un tipo de inmoralidad sexual grave, como la fornicación (Efesios 4:19). Por lo tanto, no pienses que has cometido un pecado imperdonable. La clave está en no ceder al impulso y en no abandonar nunca la lucha.
Resulta fácil deprimirse después de una recaída. Cuando te ocurra eso, recuerda las palabras de Proverbios 24:16: “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantará; pero a los inicuos la calamidad los hará tropezar”. Una recaída ocasional no te convierte en una mala persona. Así que no te des por vencido; más bien, analiza qué cosas te llevaron a reincidir y trata de evitarlas.
En lugar de recriminarte una y otra vez, dedica tiempo a meditar en el amor y la misericordia de Dios. El salmista David, que también tuvo sus debilidades, aseguró: “Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:13, 14). Jehová tiene en cuenta que somos imperfectos, y está “listo para perdonar” cuando cometemos errores (Salmo 86:5). Pero al mismo tiempo, desea que nos esforcemos por mejorar.
¿Qué pasos prácticos puedes dar para superar el hábito y evitar las recaídas?
La importancia de hablar con alguien
A pesar de la publicidad que se le da al sexo en gran parte del mundo, a mucha gente le resulta difícil hablar sobre este tema de forma digna y seria. Es probable que a ti te dé vergüenza iniciar una conversación de ese tipo incluso con una persona en quien confíes. Un cristiano que se enfrentó al problema de la masturbación durante años hizo el siguiente comentario: “¡Cuánto desearía haber tenido el valor de hablar de ello con alguien cuando era joven! Por muchos años tuve sentimientos de culpa, lo que afectó seriamente mis relaciones con otros y, por encima de todo, con Jehová”.
¿Con quién deberías hablar? Lo mejor sería dirigirte a alguien espiritualmente maduro, si es posible uno de tus padres. Podrías empezar por decir: “Me gustaría hablarte de un problema que me tiene muy preocupado”.
Mario decidió hablar con su padre, que se mostró muy comprensivo e incluso le confesó que él mismo había luchado contra ese hábito cuando era joven. Mario dice: “Su sinceridad y honradez me animaron muchísimo. Llegué a la conclusión de que si él lo había superado, yo también podría. Me impresionó tanto su actitud que me eché a llorar”.
Andrés se armó de valor para hablar del tema con un superintendente cristiano, y se alegra de haberlo hecho. Él cuenta: “Mientras el anciano me escuchaba, se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando terminé de hablar, me aseguró que Jehová me amaba y que mi problema era muy común. Prometió que estaría pendiente de mi progreso y que me buscaría más información en publicaciones bíblicas. Después de hablar con él, me decidí a seguir en la lucha, aunque sufriera alguna recaída”.
Al igual que Mario y Andrés, tú puedes encontrar ayuda para superar el hábito de la masturbación. Sigue los consejos que se dan en el recuadro “Toma la ofensiva”. ¡Ten la seguridad de que sí puedes ganar la batalla!
PARA PENSAR
◼ ¿Por qué es importante recordar que Jehová está “listo para perdonar”? (Salmo 86:5.)
◼ ¿Qué pasos darás para superar el hábito de la masturbación?
◼ ¿Por qué no debes sentirte avergonzado de pedir ayuda?
◼ ¿Cuál es la mejor manera de mantener tu mente ocupada en cosas castas?
Una recaída no es una derrota
Es muy fácil pensar: “Como he fallado, será mejor que me dé por vencido”. Rechaza esa actitud. No permitas que una recaída ocasional, ni siquiera varias recaídas, se conviertan en una derrota para ti.
Para ilustrarlo: si al subir por una escalera, tropiezas y retrocedes uno o dos escalones, ¿razonarías así: “Tendré que bajar hasta el pie de la escalera y empezar a subirla de nuevo”? ¡Por supuesto que no! Entonces, no apliques este razonamiento ilógico a la lucha contra los malos hábitos.
Cuando se reincide en un mal hábito, se suelen experimentar sentimientos de culpa. Y uno pudiera llevar esos sentimientos a un extremo y concluir que es una mala persona, que es débil de carácter y que no merece nada bueno. No te dejes vencer por ese sentimiento exagerado de culpa, pues te dejaría sin las fuerzas que necesitas para reanudar la batalla. Además, recuerda que el hombre más grande que ha vivido en la Tierra —Jesucristo— vino para redimir a pecadores, no a personas perfectas. Así que, por ahora, ninguno de nosotros hace las cosas a la perfección.
Toma la ofensiva
◼ Oblígate a pensar en otros asuntos (Filipenses 4:8).
◼ No mires cosas que estimulen malos deseos (Salmo 119:37).
◼ Pídele a Dios “el poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7).
◼ Mantente ocupado en actividades cristianas (1 Corintios 15:58).
[Ilustración y recuadro de la página 20]
Ayuda adicional
Encontrarás más información sobre cómo superar el hábito de la masturbación en los capítulos 25 y 26 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Si desea recibir esa información te la puedo conseguir, escríbeme a [email protected]