La píldora emula un embarazo, lo que es interpretado por la hipófisis como tal y en consecuencia inhibe la ovulación. Es decir se trata de engañar al organismo para lograr la posibilidad de tener unas relaciones sexuales plenas, sin el riesgo de embarazo, si bien, si se olvida la ingesta de la dosis diaria, desaparece el engaño y puede producirse una ovulación, que concluya con un embarazo no deseado, lo que es más fácil y frecuente de lo que se umagina. Las pastillas tienen, como todo medicamento, efectos no deseados, motivo por el cual deben ser prescritos por un médico especialista en ginecología, que debe atender a la mujer durante la vida sexual activa, que es, además, por otros muchos motivos, causa de consulta. Por eso, no se deben usar las pastillas, que han recomendado a otra persona, a una amiga, o las que recomienda la peluquera; la variedad que hay en el mercado se diferencian en la proporción de estrógenos y progestágenos, las dos hormonas de que están formadas, y que se han de dosificar adecuadamente, para lograr que no causen problemas. En consecuencia tampoco las prescritas a una, no sirven, o sí, a una amiga, pero ésta, debe acudir al ginecólogo para poder tomarlas. Las pastillas anticonceptivas se logran en las farmacias y pueden dispensarse, con y sin receta, a criterio del farmacéutico, pero el control médico es conveniente, si bien puede recomendarlas el farmacéutico, si lo cree adecuado. La efectividad, tomadas de acuerdo con la pauta que establecerá el ginecólogo, es del 98% desde el primer día de la toma, que coincide siempre con el primer día de la menstruación.