La penetración anal no es en sí algo malo ni degradante, sino una forma socialmente bastante aceptada (según las modas morales de cada época) de practicar la sexualidad. Es básico que la pareja muestre interés por esta modalidad sexual, es decir que no lo haga por complacerlo a uno (pues es un acto tanto o más íntimo y comprometido, para una misma, que el sexo vaginal), así como conseguir que la mujer esté excitada, la zona del esfínter anal relajada y dilatada, y usar abundante lubricante de base acuosa, procurando que esté siempre presente durante toda la práctica sexual.
También es básico tener paciencia, pueden hacer falta unas cuantas sesiones de ir probando, no sólo para que el cuerpo sino también la psique se acostumbren, pues es como si hubiese que reeducarla y establecer una nueva asociación mental ano/placer. También es necesaria mucha confianza en la pareja activa, en el plano emocional, y también en su habilidad y tacto, y que la pareja pasiva o receptora no olvide ser expresiva, lo que significa no dejarlo todo en sus manos, guiarle en lo que le gusta o le disgusta, y saber decir basta.
Empezar muy suavemente, nunca ser demasiado vigoroso, la primera vez ir penetrando por "trocitos" y detenerse varias veces, preguntando siempre a la pareja cómo va. Ante cualquier síntoma de dolor, irritación o extrañeza, hay que volver atrás o detenerse o renunciar. Es buena idea usar preservativo, obligado en parejas ocasionales, así como ella haber evacuado un buen rato antes de la práctica sexual anal. Si se usan artilugios tipo consoladores, elegirlos con un diseño que les impida ser absorbidos al interior del recto, no compartirlos con terceras personas y mantenerlos muy limpios antes y después de su uso. Para eliminar tensiones, ayudará no empezar la relación sexual directamente con esta práctica, sino introducirla después de juegos eróticos o de un poco de penetración vaginal. Después de penetrar el ano no volver a introducir el pene en la vagina, pues las bacterias del recto pueden causar una vaginitis; si acaso usar un preservativo, y cambiarlo por otro nuevo si se cambia al coito vaginal. Ayudará también que uno sea observador y detecte, al ir a iniciar el coito anal, si la pareja tiene la región pélvica tensa, en cuyo caso hay que ayudar a relajar la zona, también transmitiendo confianza a nivel verbal.
El esfínter tiene una cierta elasticidad (nunca como la vagina), pero necesita de una adecuada estimulación y de la relajación muscular subsiguiente para dilatarse y facilitar la penetración. Cuanto más dilatada esté la zona, menos dolorosa y más placentera será la experiencia. Ello puede requerir tiempo, mucho tacto y práctica. No basta, pues, con usar lubricante. Una estimulación previa incluirá otras zonas erógenas, las nalgas, el surco y el contorno del ano.
A modo de iniciación un día puede probarse, con lubricante, a insertar la punta de un dedo y hacer círculos suaves, tocando la superficie del ano y luego el interior. Se hará más presión sólo si la pareja consiente. También se puede introducir un dedo en el ano durante la penetración vaginal, o durante un cunnilingus, mejor en los momentos de alta excitación. La estimulación adicional y simultánea, como la del clítoris o la de los pezones, o golpecitos o suaves pellizcos en las nalgas, ayudarán a subir la excitación y la relajación. La autoexploración es también una buena idea, por ejemplo dedicarse una sesión durante un baño caliente, jugando con un dedo en la zona e introduciendo la punta, concentrándote en las sensaciones y buscando diferenciar cuándo el esfínter está tenso y cuándo está suelto, comprendiendo a la vez cómo resulta posible ejercer un control consciente sobre esto.
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