Dado que cada vez es más frecuente este tipo de agresión y más con los años del hijo tienes en tus manos varias formas de darle un castigo, bien denunciandole o también desheredando.
Los rasgos más comunes suelen ser adolescentes que han recibido una educación autoritaria [control inflexible de los padres], permisiva [padres sobreprotectores, que no ejercen la autoridad y satisfacen inmediatamente los deseos del niño] o cuyos progenitores atraviesan momentos de extrema dificultad y no ejercen como tales dejando a un lado el cuidado y control del menor.
En general, estas personas no han interiorizado límites y normas claros, no aceptan ningún tipo de control y son incapaces de asumir frustraciones. Su rendimiento escolar suele ser muy bajo. Se comportan de una forma egoísta con sus padres y sumisa con el resto —la violencia se limita normalmente al ámbito familiar—. Suelen ser menores con una identidad frágil, dependientes y que sufren un gran conflicto interior. Estos rasgos, unidos a un carácter muy impulsivo, forman una carga explosiva que golpea de lleno a su núcleo más cercano. Las víctimas son, en la inmensa mayoría de casos, las madres y, entre los agresores, hay una mayoría de varones.